lunes, 29 de mayo de 2017

Relato: ¡Maldita primavera!


Este relato lo he escrito para la comunidad  de Google+ a la que pertenezco Escribiendo que es gerundio. El reto trataba sobre escribir un texto que tuviera de título ¡Maldita primavera! o que en algún momento se hiciera referencia a esta expresión. A mí me ha quedado un relato sobre un pobre hombre que va a pagar caro un despiste. 
No es un texto muy extenso, pero una de las condiciones era no superar las 400 palabras. 
¡Espero que os guste!


-En garde!
Monsieur Fablet parece muy seguro de sí mismo al desenvainar la espada ropera. Su pulso es firme, y su peluca apenas se ha desajustado, incluso podría decirse que se mantiene intacta y que los rizos blancos enmarcan con la misma elegancia su rostro empolvado. No transpira, a pesar de que el sol golpea fuerte para ser una mañana de mayo. Quizás su temple radica en su familiaridad con la situación. Debe de acumular momentos como ese. Eso es, cuenta sus duelos ganados como si fueran perros de caza. Sin embargo, el espíritu de Jean Paul es menos belicoso, y su presencia en ese instante, menos honorable. Su frente se ha inundado de un sudor frío.
¿Cuántos testigos hay? ¿seis? ¿siete? No lo recuerda y echa un ojo al patio. Sin embargo, deja de contar antes de haber concluido ¿Qué importa eso ahora?
Y ese instante, Jean Paul empieza a arrepentirse de su conducta. ¿Por qué miraría el escote de Madame Fablet? No había sido para tanto. De acuerdo, quizás sí se embobó, pero es que la mujer contoneó su cuerpo, con ese andar tan suyo de la nobleza... y sus dos... croissants apretaditos en el corsé. Lo admite, se embobó, pero Monsieur Fablet ha exagerado al respecto.
La poca valentía de Jean Paul se ha esfumado como la fortuna de María Antonieta. Sabe que el valor nunca ha fluido por sus venas y no empezará a hacerlo ahora. Es mayo, es primavera, es de día y hace un calor asfixiante. Los rayos le ciegan los ojos. Y así, sumido en su pesar de hombre arrepentido, echa a correr. Monsieur Fablet, ante la mirada de los pocos espectadores, lo persigue.
Jean Paul abandona el patio, sin saber que el tintineo de sus zapatos delata su camino. Avanza entre los muros sin un destino demasiado definido, hasta que abandona el recinto y se detiene en el jardín. El laberinto le parece una buena idea. Allí no podrá encontrarme, se dice a sí mismo. Corre con un deje de desesperación, y se adentra en el camino. Pero al tomar la primera bifurcación se topa con la realidad. Es mayo y la lavanda ha crecido entre las hierbas, impidiendo el paso. ¿Desde cuándo hay lavanda en Versalles?Desenvaina la espada ropera y, atacando a la vegetación, trata de abrirse paso.
-¡Maldita primavera!
Los zapatos de Monsieur Fablet resuenan cada vez más cerca.


miércoles, 24 de mayo de 2017

Cine & Series: Por trece razones



DATOS DE LA SERIE

Serie: Por trece razones
Duración: 60 min.
Año:2017
Director: Kyle Patrick, Gregg Araki, Carl Franklin, Tom McCarthy, Helen Shaver, Jessica Yu.
Guion: Jay Asher, Elisabeth Benjamin, Nathan Jackson
Reparto: Dylan Minnette, Katherine Langford, Christian Navarro, Kate Walsh.




Esta serie original de Netflix está basada en una novela con el mismo nombre. El libro no lo he leído, así que no sé hasta que punto será fiel o dejará de serlo.
El tema principal de la historia gira entorno a un hecho recurrente hoy día: el acoso escolar. La historia empieza cuando Clay Jensen, un estudiante de segundo curso, recibe en su casa trece cintas de casete, de las antiguas tan usadas en los 90, y al escucharlas descubre que es Hannah Baker quien habla, su compañera de instituto que se suicidó hace apenas dos semanas. La idea de Hannah antes de quitarse la vida fue grabar estas trece cintas, donde cada una contiene a un protagonista, en total trece personas que por lo que hicieron en algún momento provocaron en cierta manera la terrible decisión de Hannah. Es decir, Hannah explica los trece motivos que la llevaron a suicidarse, y culpa a trece personas.

No es ningún secreto que adoro las historias que se centran en las relaciones entre personas, ya sean cómicas o dramáticas, y las turbulencias psicológicas que puedan sufrir. Por eso no es de extrañar que Por trece razones me haya gustado tanto.

Cada uno de los personajes tiene algo que aportar a la historia y la mayoría de ellos muestran su lado más personal, su miseria más recóndita, de una forma bastante expuesta. No sólo trata de los problemas emocionales de Hannah Baker, también el resto de compañeros tienen que lidiar con sus propios traumas.




Cuando veo una película o una serie me suelo fijar bastante en la fotografía, y la de esta serie me ha parecido impecable, cada escena está filmada de forma detallada, especialmente las apariciones de Clay Jensen (Dylan Minnette), el compañero de Hannah que durante los trece capítulos escucha las cintas. Clay estaba enamorado de ella, y por esta razón le duele escuchar su voz y averiguar qué tipo de cosas le fueron ocurriendo. Sin embargo, si él ha recibido las cintas es porque aparece en una de ellas, como uno de los trece culpables. Esto a Clay lo agobia, ya que no por más que piensa no logra comprender qué le hizo. Por tanto, deberá esperar hasta escuchar su cinta.

Un momento a destacar es la muestra de falsedad humana que aparece en una escena al principio de la serie, cuando unas chicas se sacan fotos en la taquilla de Hannah, la cual contiene flores y mensajes emotivos, e inmediatamente la publican en las redes sociales. Algo así como “te echaremos de menos Hannah”. Sin embargo, Hannah no tenía amigos, así que el gesto de esas adolescentes es completamente falso. Esto es algo que suele ocurrir a menudo en la vida real. De nada sirve twittear si en vivo y en persona cumples con lo publicas en las redes sociales.




Otra cosa que me ha gustado es la banda sonora que aparece. Tengo que destacar la canción de Lord Huron – The night we met, la cual suena en el capítulo del baile del instituto. Esta canción me ha enamorado.

Y aunque la serie me ha gustado bastante por el diálogo, el ritmo que sigue y la cuidada estética fotográfica, tengo que remarcar un PERO enorme.
No he visto el acoso escolar que tanto vendió la historia. Es decir, si hubiera visto la temporada sin saber absolutamente nada del argumento, diría que trata sobre una adolescente sensible a quien los inconvenientes afectan de una manera más intensa.
Desde mi punto de vista, sufrir acoso es recibir insultos, agresión verbal o física, humillaciones, y de una forma reiterada. Hannah sólo sufre una serie de situaciones que la decepcionan y que por su carácter la hacen encerrarse más y más en su burbuja.
Lo que sí he detectado es el machismo en las aulas. Por desgracia, esto es algo que todas hemos sufrido en algún momento. Las famosas listas sobre las chicas más guapas (ellos utilizan otro vocabulario), y las menos. Las mejores y las peores, vamos. También que un chico se crea con derecho a “tocarte” más de la cuenta solo porque has accedido a tomar café con él. Y aunque esto es algo que me cabrea de la sociedad, por desgracia (como ya he dicho) es algo que todas hemos sufrido en algún momento. Son temas que no deberían existir, pero están ahí. Sin embargo, no es motivo para suicidarse. También entiendo que a esa edad, todo se vive de una forma más intensa. Y si a esto añadimos que Hannah es sensible e intensa, el desenlace llega a ser muy drástico.





Atención SPOILERS!!

Lo cierto es que hay cintas un tanto injustas, como es el caso de Zack, el mejor jugador de baloncesto del instituto, y uno de los chicos más populares. Él aparece en una de las cintas. El motivo: según Hannah, Zack sabía que ella tenía pensamientos depresivos y suicidas y no la ayudó. Desde mi punto de vista, quizás Zack podría haber hecho más, pero tampoco hay que culparlo porque pienso que Hannah, con esa tendencia al dramatismo, se hubiera acabado suicidando igual. Quizás no esa semana, ni la siguiente, pero sí algún día. Es decir, no me parece que el simple hecho de que Zack le ayude puntualmente la vaya a persuadir para siempre. Zack hubiera retrasado el suicidio un mes, dos meses, un año. A la larga, otro hecho hubiera atormentado a Hannah. Por eso no creo que Zack se merezca esa carga emocional. Además, creo que cuando alguien llega a ese extremo, la mejor ayuda que puede recibir es la de un profesional.

Después están Alex y Jessica, que empiezan siendo los mejores amigos de Hannah pero que al enamorarse entre ellos la van dejando un poco de lado. Esto también es la vida, nada tiene que ver con el acoso escolar . Tampoco creo que se merezcan la cinta. Aun que en el caso de Alex, es quien realiza la famosa lista sobre las más guapas y las menos. Hannah está en la lista, como una de las mejores, y esto, lejos de subir su autoestima, la hunde más.

Atención SUPER SPOILER!!

Lo único realmente grave, motivo De depresión, aunque no sé si de suicidio (hay que verse en el lugar) es que un compañero de clase la fuerza sexualmente. La viola, vamos. Ambos se encuentran en el jacuzzi en casa de él, durante una fiesta. Esto es lo único realmente grave que veo que le haya sucedido. Además es el detonante para tomar la decisión. Aunque antes de esto la idea ya le rondaba por la cabeza.

FIN DE SPOILERS!

Resumiendo, más que una serie que trata sobre el acoso escolar, diría que el eje de la trama se focaliza en una adolescente cuya tendencia depresiva pasa desapercibida entre quienes la rodean, o al menos, ninguno la imagina capaz de llegar tan lejos. Es como si alguien se ahogara en una piscina y nadie se percatara de ello. No es ningún secreto que los adolescente suelen vivir la vida de una forma mucho más intensa y dramática, a esa edad cualquier problema se convierte en un mundo. Hannah Baker se ve empequeñecida por los hechos, y el no tener amigos la hace sentir sola y desgraciada. De todos modos, qué pasa por la mente de alguien que decide suicidarse debe de ser de las cosas más terribles que existen.


Nota en IMDB 8,7/10

lunes, 22 de mayo de 2017

Relatos: La llegada del verano


No es por el sol tórrido que quema el suelo por lo que Lena se da cuenta de que el verano ha llegado definitivamente, desde que el cambio climático existe, parece que el invierno desaparece mucho antes. Lena lo sabe porque el transporte público se ha liberado de la multitud asfixiante. Sin los universitarios asistiendo a clases y los que se han ido de la ciudad, los viajes en metro por Barcelona han adquirido mayor tranquilidad. Ella es de Estocolmo, aunque lleva tantos años viviendo en Barcelona que ya se siente integrada. Playa, cerveza barata, tapas a la vuelta de la esquina y fiesta sin límite. ¿Por qué negarse?
Y aunque es verano, el otro día llovió. El calor aplastante de las últimas semanas se ha tomado un descanso, como los universitarios.
Quizás es el día, la humedad que pega las hojas de los árboles en el suelo, y la gente caminando cabizbaja, pero Lena hace horas que se ha aislado del mundo real y se ha sumido en su despiste crónico. Olvida contestar al móvil, y desconecta de cualquier vínculo con el trabajo. Entra en la estación de Sants y baja a las vías, a esperar.
En el tren, se sienta junto a la ventana, y se pone los cascos. Y como tiene el día tonto reproduce su repertorio de canciones ñoñas.
Roxette dice que debe de ser amor, y U2 que contigo o sin ti. Se pone a mirar por la ventanilla, aunque el interior del túnel es oscuro. Entonces alguien la roza sin querer. Levanta la mirada y encuentra a un chico que enseguida hace un ademán para pedirle perdón. No suele sonreír a desconocidos pero con él lo hace. Y niega con la cabeza "no pasa nada, tranquilo".


Y aunque vuelve a mirar por la ventana, de repente se descubre espiándolo. Tiene una constitución corpulenta, aunque no atlética, las cejas pobladas y castañas y lleva gafas con patillas gruesas. Observa que es bastante alto. Ella, a pesar de ser sueca, no lo es. Y el chico se sienta de lado porque apenas cabe en el asiento.
Por el cristal de la ventanilla lo observa extraer un libro para después ponerse a leer. Pero de repente, levanta la cabeza y la mira en un gesto intuitivo. Las miradas se cruzan, aunque el momento dura apenas unos segundos porque Lena aparta la mirada tratando de huir del descaro.

Para entonces Scorpions canta su Wind of change, y el tren sale del túnel para tomar su recorrido costero. Ella se acomoda en el asiento, y sin pretenderlo levanta de nuevo la mirada. Él hace lo mismo, y se cruzan por segunda vez.
A su derecha, la playa desprende un tono eléctrico, y a pesar del mal tiempo, hay gente en los chiringuitos y jugando a las palas en la arena. Lena se pone en pie ignorando al chico de gafas de pasta, y tras avanzar unos pasos, se coloca ante la puerta. Apaga el iPod y se quita los cascos, y cuando las puertas se abren sale del vagón con su paso rápido. Baja las escaleras, cruza el túnel subterráneo y sube en las escaleras mecánicas. Todo se produce desde el más profundo de los instinto. Entonces, las escaleras se detienen a mitad de camino. Lena piensa que se han debido de estropear. Tras ella, escucha una voz masculina. ¿Te había pasado alguna vez? Al volverse, se encuentra con el chico del tren. El de gafas de pasta. Sonríe de nuevo al desconocido, y le dice: ¿qué?
Empiezan a subir a pie, el chico se coloca a su lado y prosigue: siempre he encontrado las escaleras estropeadas, o se han parado después de subir, pero nunca mientras. Le da la razón, le dice que a ella tampoco le había pasado nunca.

Comentan un par de banalidades y salen de la estación, que está al aire libre. En la calle le hubiera gustado tener más chispa, y ser capaz de crear temas de conversación de la nada, hay gente que puede, ella no. Se llama tener morro. Se separan y Lena echa a andar hacia los bares del paseo marítimo. Un señor con un bigote pelirrojo y descuidado habla solo sobre lo falsa que es la gente. Ella lo ignora, y se vuelve con sutileza con el propósito de encontrar al chico del tren, pero no hay rastro. El hombre del bigote dice algo referente a un mechero, y durante un segundo duda si hablaba con ella. Ante la mirada insistente del hombre, Lena piensa que sí, y por intuición responde: no fumo.


Al final de la calle sus amigas la esperan en la terraza de un bar.

martes, 16 de mayo de 2017

Relato: Anclados en el pasado


Wendy se considera una persona paciente. Está hecha de pasta dura, y aunque los rizos rubios y su aspecto virginal exprese lo contrario, no pierde los estribos fácilmente. Sin embargo, los límites existen para marcar un antes y un después, y esto lo ha aprendido a base de planchazos emocionales. Se llama decepción. Las cosas por su nombre.
Y como es paciente, logra calmarse a sí misma cuando por las noches llega a casa reventada del trabajo en el bufete de abogados, y descubre que Peter fluctúa entre su propio caos. Eso es. Peter es como un nenúfar desorientado, y su desorden su hábitat.
Antes de vivir juntos Wendy ya sospechaba que Peter no era la persona más ordenada del mundo, pero tampoco imaginaba aquella dejadez.
Y cada día la historia se repite. Es como vivir dentro de esa película de Bill Murray, El día de la marmota. Wendy es abogada, trabaja en Westminster y suele hacer horarios largos cuando sus jefes consideran que el mundo se acaba si no entregan los informes a primera hora del día siguiente. Vuelve a casa cansada y sube las escaleras con pies de plomo. Piensa que quizás exagera, su trabajo es duro, pero le gusta. ¿Por qué esa tristeza que le aprieta el corazón?
Tal vez, empieza a comprender que no es su trabajo lo que le roba el aliento, sino lo que la espera al llegar a casa.
Al abrir la puerta, la primera imagen con la que topa es con la de Peter, claro, que viste un chándal sucio que no le favorece. Su barriga ha crecido en los últimos meses, no es que antes fuera el chico más atractivo del mundo en cuanto a cánones de belleza actuales, pero sí tenía su encanto, al menos era limpio. Todos nos descuidamos en algún momento, piensa Wendy, paciencia, no seas superficial.
Peter casi siempre está tumbado en el sofá, viendo algún programa basura o una serie nueva. Lo peor no es lo que Peter está haciendo en ese instante, sino la evidencia de cómo ha transcurrido su día. Son las nueve de la noche y la cama está sin hacer, los platos sin fregar, y la taza del desayuno sigue en la mesa. La ropa sucia se acumula en la galería y un par de calcetines están abandonados en el suelo. No es que pretenda convertir a Peter en su sirvienta, solo aspira a que como mínimo, recoja lo que ensucia. Sobre todo, porque hace más de un año que está en paro y todavía no lo ha visto ni una sola vez buscar trabajo. 
De repente, su cansancio es más emocional que físico, y se deja caer en el sofá. Se desabrocha el primer botón de la camisa para respirar mejor. Peter se le acerca y le da un beso de bienvenida. Pero a pesar de que huele a cerveza y palomitas un martes por la noche, sigue siendo el chico dulce de hace años. Wendy le dedica una sonrisa forzada, sabe que si le pregunta por su día la respuesta la cabreará más: he estado en casa, viendo la tele. Y una vocecilla parece hablarle a Wendy: ni siquiera se ha dignado a buscar trabajo.
La vocecilla desaparece cuando el rostro de él adopta una expresión infantil y le confiesa que la ha echado de menos. Al fin y al cabo, es Peter. Su Peter de siempre.
¿O no?
Y entonces su corazón vuelve a comprimirse. Le viene a la mente la amiga de Peter que tanto detesta. Esa niñata infantil y pizpireta con la que se escribe a todas horas. Es de las que saltan y corretean, de las juguetonas. Wendy odia su cara de niña traviesa y sus vestidos verdes. Ni si quiera es guapa, pero ronda a Peter más de lo que le gustaría. A veces piensa que ellos congenian más juntos. Al fin y al cabo, ambos son como críos.

No puede evitar pensar que ella es la adulta, la que debe de cuidar de alguien incapaz de madurar. Se frustra al pensar que Peter se niega a crecer, a hacerse un hombre. Bueno, la inocencia de Peter no logra evadir el cabreo de Wendy, pero sí aplacarlo. Al menos, durante un rato.


Las semanas transcurren y nada cambia.
Una mañana Wendy baja las escaleras de casa con paso rápido. No sabe cómo ha sucedido, pero se ha dormido. Necesita descansar, un paréntesis, un día de spa. Dejar de pensar en su ajetreada vida laboral y su desastrosa relación. Y de repente choca con el cuerpo de un hombre alto. Se retira, aturdida y rápidamente pide perdón, casi por instinto. Al elevar la mirada se encuentra con un hombre corpulento, de pelo negro un tanto salvaje. Lleva una camisa roja apretada que marca su cuerpo atlético. Wendy parpadea y una inmensa timidez se apodera de ella. ¿Qué le pasa? Se siente bloqueada, apunto de saltar a los tiburones desde un barco pirata.
-Lo siento – dice el hombre- ¿Te he hecho daño?
Wendy niega y vuelve a disculparse. Su actitud se ha vuelto más insinuante de lo que pretendía.
-Me llamo Wendy, ¿eres nuevo en el edificio?
El hombre toma aire de una manera que a Wendy le parece sensual. Su voz ronca ya se lo ha parecido hace apenas medio minuto.
-En realidad me mudé hace unos meses. Pero trabajo en un barco y me ausento durante semanas-Y enseguida su mirada da paso a la picardía-. Es una pena, porque no me importaría encontrarme contigo por las mañanas.
A Wendy se le escapa una risa absurda, que trata de reprimir enseguida.
-¿En un barco?- pregunta, tratando de demostrar que el flirteo de ese hombre no la descoloca.
-Sí, soy el capitán. Del barco, me refiero. ¿Te gustaría verlo?
El hombre muestra su sonrisa blanca, y coloca las manos a la altura de la cintura.
-Claro, ¿cómo se llama tu barco?
-Se llama Garfio.
Wendy piensa en Peter y la invade la culpabilidad por tontear con otro hombre. Pero ¿no es lo que ocurre cuando tratas de mantener viva una relación ya paliativa? Quizás ella y Peter están acabando tan lentamente que terminarán odiándose. Como muchas otras parejas.
El Capitán se marcha, y Wendy observa su cuerpo fuerte y varonil desaparecer en las escaleras. 

domingo, 14 de mayo de 2017

Reseña: La piel fría


DATOS DEL LIBRO

Título: La piel fría
Editorial: Alfaguara
Autor: Albert Sánchez Piñol
Nº de páginas: 248
Género: Contemporánea – Fantasía -Terror
ISBN: 9788420419947

Sinopsis

Una inquietante novela de aventuras, terror y ciencia ficción que explora la esencia del mal y el miedo a lo desconocido que atenaza al ser humano.
Un prófugo de la resistencia irlandesa llega a una pequeña isla austral para realizar mediciones meteorológicas durante un año. Allí solo encontrará una cabaña, un faro habitado por un personaje intratable y el inmenso océano que lo rodea y aísla del resto del mundo. Pero lo peor llega durante la noche, cuando el refugio se ve asediado por extrañas criaturas procedentes del océano. Sometidos a la amenaza del exterior, los protagonistas deberán aprender a convivir con lo desconocido para conseguir sobrevivir.
Con ecos de la narrativa de Conrad, Lovecraft y Stevenson, La piel fría es una novela circular de ritmo trepidante y ambiente claustrofóbico sobre los confines entre los seres humanos y su entorno, la crueldad, el deseo y la incapacidad para comunicarse con el otro.



Opinión personal

Empecé a leer la novela por recomendación de varias personas que la estaban leyendo en ese momento. Me hablaban de ella como una historia de las que te atrapa, no sólo su trama sino la psicología que hay implícita.
Así que sin saber muy bien de qué trataba me la compré y la empecé a leer. La leí sin conocer la parte fantástica ni de terror que contiene. Sólo sabía que trataba de un faro. A veces me gusta leer las novelas sin conocer el argumento con exactitud.
Pues bien, la primera impresión fue la de una buena historia sin ningún tipo de giro argumental ni grandes emociones. Comienza con un ex soldado de la independencia de Irlanda que tras caer en un estado de melancolía o leve depresión, decide alejarse del mundo y aceptar el trabajo de oficial atmosférico en una isla solitaria. Al llegar allí, se da cuenta de que se ha alejado del mundo más de lo que pensaba al toparse con un paraje desolador y a un único hombre: Batís Caffó. Este hombre, de carácter peculiar en el sentido rudo de la palabra, vive solo en una cabaña, como un ermitaño.
El momento está explicado de un modo muy intenso, me gustó como el escritor describió la perplejidad del protagonista al llegar a la isla y descubrir un mundo inhóspito y a ese hombre extraño viviendo como dueño de la isla. Los dos hombres no acaban de caerse bien, Batís tiene una personalidad muy ruda y la convivencia con él es sumamente difícil.
Estas páginas donde narra el inicio de la convivencia de los dos hombres no tiene nada de peculiar comparado con lo que está por llegar. Sólo una buena narración sobre la convivencia entre ambos y esa dificultad creada a la hora de conocerse. Que pensándolo bien, ya es mérito.


Pero una noche, la cabaña donde viven es atacada por unos seres que el protagonista no es capaz de describir. Al ser negra noche no logra discernir con claridad, y aunque no le parecen humanos, tampoco animales conocidos. Sólo distingue unos seres a medio camino entre lo humano y lo anfibio. Y entonces la situación queda clara: en el mar viven unos animales que de tanto en tanto los atacan.
Después de esto, el protagonista cae en un estado de incredulidad, no entiende qué está ocurriendo, y para acabar de rematarlo, descubre que Batís tiene prisionera a una hembra de esta especie: Aneris (que si lo leemos al revés, es sirena). Conociendo el secreto de Batís, Aneris convive con los dos hombres, y aunque al principio el protagonista siente repulsión por la relación entre especies que Batís mantiene con Aneris, pronto comenzará a mirarla con otros ojos. Aneris, por su parte, vive en la cabaña como cualquier prisionera de guerra que ha generado un leve síndrome de estocolmo.



El resto de la novela es una lucha constante entre los dos hombres contra la especie del mar y sus ataques.
Aunque no todo es lo que parece, y a veces, los que consideramos los buenos no lo son tanto, o las personas caen en la degeneración mental y acaban haciendo cosas que jamás pensarían que harían.

Esta novela tiene uno de los mejores finales que he leído. Pese a la trama y la guerra que se genera entre ambas especies, no es una novela de acción en la línea de Alien o Terminator (y que conste que ambas me gustan), es más bien una historia íntima y psicológica con ese toque siniestro y claustrofóbico que logra hacerte dudar de cada personaje y no fiarte de ninguno.
En resumen, es una novela que cautiva desde el principio y que recomiendo totalmente.

jueves, 11 de mayo de 2017

Relato: Reto con frases de Mia Lozano: Desnúdate, desnúdame.


En respuesta al reto con un título de Mia Lozano que ha publicado en su blog http://sweetcoffeelatte.blogspot.com.es/  he escrito un relato con el título: Desnúdate, desnúdame.

Espero que os guste:

Mis compañeros del trabajo piensan que me gusta ir a comer al italiano por la lasaña de verduras que cocinan los miércoles. Y aunque se llama La bella venezia, nosotros lo conocemos así: el italiano. Cada día, cuando llegan las dos de la tarde y nos encontramos en las escaleras de la entrada, nos hacemos la gran pregunta ¿dónde comemos hoy? Nos gusta variar, ir cada día a un lugar diferente, sobre todo a Edgar, que es inglés y se encuentra en pleno proceso de inspeccionar la ciudad. Cuando nos reunimos y citamos el abanico de posibilidades, a veces me encojo de hombros, adaptándome, y a veces respondo: al italiano. Otras veces es Carlos quien lo propone. Vamos al italiano, que a Mireia le gusta. Yo soy Mireia, claro.
El caso es que los tengo engañados. La lasaña de verduras es uno de los mejores platos que he probado, y el restaurante, a pesar de su aspecto alargado, un poco de cueva, resulta agradable a la vista por las fotos de góndolas que cuelgan de las paredes. De acuerdo, tampoco es que sea la panacea de la gastronomía, de hecho preparan comida para llevar y reparten a domicilio. Así que más bien es un restaurante normalito. Pero como he dicho, no es en la lasaña de verduras donde radica mi interés, sino en Toni, el camarero de pómulos altos y nariz recta. Es el hijo del jefe, Roberto, un señor corpulento y ojeroso que cree que habla bien el castellano. Todo esto lo sé porque he realizado mi estudio. Es sorprendente la de cantidad de información que uno obtiene en Internet. El caso es que cuando Toni nos sirve la comida, empiezo observando sus manos grandes agarrando el plato de pasta, o en mi caso la lasaña de verduras, y entonces recorro con la mirada sus brazos, que son tersos y varoniles. Llego hasta su cuello donde la barba mal afeitada amenaza con salir. Me gustan los hombres con barba a medio asomar.
Pero creo que Edgar y Carlos no se han dado cuenta de que Toni me gusta. O eso quiero pensar. De hecho, no les he comentado que el sábado pasado me acerqué al medio día y me compré una pizza vegetariana para llevar. Toni se encontraba tras el mostrador, con su uniforme blanco y negro que le hacía parecer más moreno de lo que es. Intercambiamos unas cuántas palabras superfluas, me preguntó dónde trabajaba exactamente y me explicó que su familia es de un pueblo cercano a Florencia, pero que no se considera La Toscana. Y entonces, mientras me explicaba sus inicios de camarero en aquel restaurante basura, mi mente comenzó a idear la situación idónea. Dejaría pasar una semana, y el siguiente sábado llamaría para encargar comida a domicilio. Seguramente me la traería Toni. Se colocaría el casco, y su moto subiría la calle de Sants hasta llegar a mi portaría. No satisfecha con esto, mi imaginación voló un poco más allá ¿Y si le abría la puerta con ropa de estar por casa un tanto sugerente? No me refiero a un camisón, eso quedaría raro, y yo no quiero asustar a Toni. No hay tarea más difícil en esta vida que reconquistar a un hombre. No, no, debía de ser algo más informal pero que llamara su atención. Le ofrecería una cerveza, por el esfuerzo de venir a casa y subir cinco pisos. Es lo que tiene vivir en un piso viejo de Barcelona, que los ascensores no responden siempre a las necesidades humanas. Y entonces, cuando bebiera la cerveza bien fría, yo le diría: desnúdate, desnúdame.
Y entones Roberto le hizo una señal a su hijo, que se entretenía cuando había tantísimos clientes por atender. Cogí mi pizza y me volví andando a casa. El sábado siguiente sería otro día, y aún quedaba un miércoles de lasaña de verduras por vivir.

Pero esta historia sobre mi interés por Toni ni Edgar ni Carlos la conocen. A ellos sólo sería capaz de explicársela con muchas cervezas de por medio. Así que viven engañados, porque soy muy discreta ¿no?

miércoles, 10 de mayo de 2017

Mi little diary: Las fiestas de mi ciudad


Cada 11 de mayo en Badalona se celebra Sant Anastasi. Siempre he pensado que las fiestas de mi ciudad son un poco pobres, en el sentido que duran un día, con su respectiva verbena. Algo es algo, pero las comparo con algunos pueblos donde las fiestas duran una semana y claro, las de Badalona me parecen cortas, insuficientes, pobres en cuanto a intensidad. El caso es que por muy cortas que sean, me gustan.
La tradición consiste en celebrar La quemada del demonio. Y esto es en sentido literal: quemamos un demonio.
Se coloca un demonio gigante hecho de cartón en la playa, de manera que las personas puedan visitarlo y hacerse fotos con él. El demonio permanece allí diez días, y en la verbena de Sant Anastasi (10 de mayo) se se prende fuego en un espectáculo que contiene fuegos artificiales. Cuando lo explico, la gente suele preguntarme: ¿algo así como las fallas? La respuesta es SÍ. Es como las fallas (otra fiesta que dura más días), pero con un sólo muñeco: un demonio.
El diseño del demonio nunca es igual, de manera que cada año la temática es diferente. Este año no me apasiona la figura que han diseñado, pero hace unos tres años el muñeco me pareció espectacular: un romano muy logrado. Tengo que aclarar que Badalona contiene mucha historia romana, al ser una ciudad fundada por estos (Baetulo), e incluso existe un museo dedicado exclusivamente a la Badalona romana. (No sólo tenemos a Jorge Javier Vázquez y a Sonia Monroy, por ser un poco irónica).


El origen de las fiestas tampoco es muy profundo ni remonta en los siglos de los siglos. En 1940 los administradores de la cofradía de Sant Anastasi encontraron un documento donde explicaba que en 1785 un grupo de pescadores había quemado en la playa Una Figura (lo llamaron así, sin especificar). Seguramente, era un bastión inservible de un barco, pero el caso es que esto sirvió para organizar una noche diferente. Se encargaron de diseñar al demonio (un tanto siniestro, como se aprecia en la imagen de abajo), y después, de su quemada. La fiesta tuvo tanto éxito que se repitió al siguiente año. Y así hasta ahora.



Como he dicho, no es la fiesta más folclórica del mundo, ni la más espectacular, pero los fuegos artificiales siempre son bonitos de ver, y los badaloneses celebramos La quemada con mucha ilusión.
Así que esta noche a las 22:00h, se iniciarán los fuegos artificiales y nuestro demonio se quemará. Mañana será fiesta en la ciudad, aunque yo, como trabajo en Barcelona ciudad, no tendré la suerte del día libre.

lunes, 8 de mayo de 2017

Relatos: Ciruela



Este relato lo escribí expresamente para la comunidad de Google+ a la que pertenezco Escribiendo que es gerundio. 
Los creadores de la idea son Julia C. (Blog: palabrasylatidos.blogspot.com ) y Francisco Moroz (Blog:abrazodelibro.blogspt.com.es)
El primer reto consistía en escribir un relato a partir de una serie de refranes que nos dieron a elegir. Yo me decanté por La maestra ciruela, que no sabía leer y puso una escuela.
He de aclarar que en el relato que vais a leer he añadido algunas frases, ya que el máximo de palabras que el reto permitía eran 400, y yo, en la primera versión, me excedí y recorté la historia hasta quedarme con las 400 que debían ser.  
Aunque ésta es la versión extendida, por llamarlo de alguna manera, no cambia la tónica de la historia, ni varía la esencia de ésta.  
Añadiré que para inspirarme en el patio pensé en la familia malagueña de mi madre, que vive en un pequeño recinto de casitas blancas en Marbella y comparten un patio de vecinos que siempre me ha parecido acogedor. 
Espero que os guste!



Se había convertido en una rutina adquirida. Los días de sol, la señora Guillermina se colocaba su delantal verde con manchas de lejía, llenaba de agua la regadera de plástico y, tras proteger sus manos con guantes gruesos salía al patio de vecinos con la intención de cuidar de sus flores. En realidad, no eran suyas, pertenecían a las cuatro familias que compartían el recinto, pero como nadie más se preocupaba porque daba mucho trabajo, ella las sentía como suyas. Margaritas, geranios y rosas blancas.
Guillermina bajó el escalón, despacio. Primero un pie, después el otro, con cuidado, y salió al patio de vecinos con su andar torpe de mujer gruesa. El sol de media mañana golpeaba fuerte el suelo de losetas, y rebotaba en las paredes de las casas que lo rodeaban, provocado un blanco que cegaba. Regó las rosas, comprobó que no tuvieran bichos, y las roció con un espray para que lucieran lustrosas. Sugus, evitando el calor, la observaba desde la puerta con las orejas levantadas. Todo el mundo sabe que los perros prefieren el suelo fresco, y el chiguagua de Guillermina no era ninguna excepción.
Aquel día Guillermina se mostraba más exigente de lo normal.
Las paredes no están lo suficientemente blancas, una capa de pintura no vendría mal. Pulir un poco más el patio no haría daño a nadie.
-¿Qué haces, Guillermina?
A elevar la mirada, encontró a Carmen, la viuda que vivía enfrente, asomada al balcón. Vestía su bata de mercadillo y los rizos color cobre se le arremolinaban despeinados.
-Esta tarde viene mi hermana, y quiero que se sienta cómoda - respondió.
-¿Tu hermana Ciruela?
-Sí, sólo tengo una hermana.
-Pues vaya.
Guillermina volvió a lo suyo con una mueca de reticencia. No sabía por qué Carmen llamaba Ciruela a su hermana, pero se había cansado de preguntar y recibir como única respuesta risas sarcásticas.
Eran las cinco cuando el Mercedes verde aparcó bajo los pinos. Guillermina los esperaba impaciente, en la puerta principal por la que se accedía al patio de vecinos. Primero bajó Rita, con su camisa blanca muy bien planchada y el nuevo corte de pelo desenfadado. Cada vez que la veía estaba más joven. Al ver a Quim tras ella, descubrió que la juventud que le sobraba a su hermana le faltaba a su cuñado. Estaba...cómo decirlo de una forma amable...un poco cascado.
Cuando el matrimonio de jubilados llegó a la entrada del patio se abrazaron, se besaron, y compartieron unas cuantas palabras fútiles, y justo cuando accedían al interior, Rita dijo llevándose la mano al pecho:
-¡Ay dios mío! ¿y el caniche? ¿Lo habrás escondido, no?
-Sí, tranquila. Lo he encerrado en la habitación de planchar, y no es un caniche, sino un chiguagua.
-Es lo mismo, reina.
Aunque a Guillermina le molestaba el tono con el que Rita pronunciaba reina, arrastrando las palabras, no dijo nada al respecto.
-No es lo mismo, un caniche es blanco y peludo.
-Es un bicho de la calle y todos tienen enfermedades, ¿no lo sabes?
-Sugus no tiene ninguna enfermedad.
-Tu bichito es un vagabundo, y tú no eres María Teresa de Calcuta.
Accedieron al interior. Antes de cerrar la puerta de casa, Guillermina alzó la vista, presintiendo que Carmen todavía la observaba desde el balcón. No se equivocó. Allí estaba la mujer, siendo espectadora de la situación como quien va al cine. Sólo le faltaba el bol de palomitas. Guillermina no tuvo más remedio que evitarla.


Se sentaron a la mesa. Guillermina se sentía orgullosa del modo elegante en que había dispuesto la mesa. Había comprado un mantel blanco, y había colocado correctamente las tacitas con sus platitos y los terrones de azúcar. Se había basado en esas imágenes inglesas donde las señoras de moño cano que visten con traje chaqueta adornan sus casas con antigüedades bonitas. Pero lo único que recibió de Rita fue otra queja:
-Ay Guillermina, quítate ese delantal. Tiene manchas de lejía.
Guillermina obedeció.
-Me lo he puesto esta mañana para regar las plantas y me he olvidado de quitármelo.
-Si llevas ropa sucia puedes coger enfermedades. ¿No lo sabes?
Guillermina hizo caso omiso, porque pensó que Rita, pese a su tono repelente, llevaba algo de razón.
-¿Quieres té? -dijo echando mano a la tetera.
-Yo sí, gracias- respondió Quim.
Normalmente no hablaba mucho porque su mujer acaparaba todas las palabras y él apenas encontraba una oportunidad de pronunciar palabra.
-¿Dónde has comprado estas pastas? -dijo Rita - Las pastas de mantequilla pueden disparar el colesterol ¿no lo sabes?
-Unas pastitas no hacen daño a nadie. ¿no lo sabes?- y enseguida se arrepintió de haber pronunciado la coletilla de su hermana. El retintín es para los orgullosos.
-Ay Guillermina, tú tienes sobrepeso. Cualquier día nos das un susto. Yo te puedo aconsejar sobre cómo llevar una vida sana. Lo que deberías hacer es salir más de esta casucha, ir de compras, tomar café en una cafetería, donde puedas tener amigas.
-Ya tengo amigas.
-No me digas. ¿La cotilla del balcón?
Guillermina se sintió ofendida por la ofensa a Carmen, pero de todos modos calló.
Rita y Quim se marcharon a las siete. Para entonces, Sugus rascaba la puerta de la habitación donde la habían encerrado. Cuando Guillermina cerró la puerta del patio, Carmen la esperaba sentada en el poyete.
-¿Y tú de dónde sales?
-He venido a verte.
Guillermina se sentó junto a Carmen. Corría un soplo agradable que provocó que las mujeres callaran unos segundos.
-Así que ya se ha marchado Ciruela?
-¿Se puede saber por qué la llamas así?
-Ya sabes...la maestra Ciruela..
-¿Qué?
-...Que no sabía leer y puso una escuela.
Y Guillermina soltó una carcajada.







domingo, 7 de mayo de 2017

La magia de ser nosotros



DATOS DEL LIBRO

Título: La magia de ser nosotros
Editorial: SUMA
Autor: Elisabet Benavent
Nº de páginas: 520
Género: Romántica
ISBN: 9788491291183

Sinopsis.

Sofía intenta seguir adelante... pero nada es lo mismo sin Héctor.
Sofía siente que se traiciona cuando un nuevo futuro se cuela en su vida.
Sofía enmudece al ver a Héctor en el Alejandría tras siete meses de silencio.
Héctor ha vuelto con un perdón en los labios y un hilo rojo como aliado.
Sofía y Héctor lucharán para volver a ser magia, pero ¿se puede mantener el amor sin renunciar a los sueños?
Sugerente, intrépida, tierna y pícara, Elísabet Benavent, @BetaCoqueta, pone el broche de oro a una bilogía en la que la magia se convierte en la razón que mueve el mundo. La magia de ser nosotros habla de las contradicciones de dos individuos cargados de culpas que se necesitan y que harán lo posible por encontrar un lugar en el que poder sentirse en casa.

Opinión personal.

Siempre me ha gustado la manera de escribir de Elisabet Benavent, porque es fresca, directa, y en pocas palabras bien elegidas, logra expresar muchos sentimientos. Consigue que te sientas identificada con alguna situación o personaje. Yo me enganché a la saga Valeria precisamente por eso, porque lo que sentía con ciertos sucesos de mi vida era lo que justamente describían los personajes. Me gustan que las novelas románticas tengan trasfondo, y siempre he considerado que las de Beta Coqueta, las tienen.
Me compré las dos novelas con las expectativas muy altas, y la verdad es que han sido las que menos me han gustado de esta escritora.
Y no porque estas novelas no contengan ese trasfondo del que hablo, sino porque quizás contiene demasiado, y muy DURO. No sé si decir duro o triste.
Cuando acabé el primer libro no sabía si quería seguir con el segundo, pero pensé que se merecía una oportunidad. Además me gusta el ambiente acogedor descrito en la novela. Así que a pesar de estar muy enfadada con los personajes, se la di. La segunda oportunidad que todo el mundo (o libro) debería merecer.
Empecé a leer, y la historia no mejoró. Considero que está bien escrita, por eso seguí, pero los personajes se hunden demasiado en sus miserias y me cansaban. Sofía para mí es neutra, al final es una de las víctimas amorosas, pero con Héctor no puedo, lo siento. Es un penas, un tristón, un deprimido porque sí, es CALIMERO. No me ha gustado que Héctor se deprima tanto. Un poco lo entiendo, ha hecho las cosas muy mal y se ha arrepentido, pero BASTA YA.




Lo que sí me ha gustado es la historia de Oliver con la dependienta pelirroja. Es divertida y curiosa. Y ambos personajes me gustan.
Quizás el problema es que no me ha parecido una historia bonita en el sentido que se puede entender por bonita una novela romántica. No esperaba leer sobre flores y amor Disney, porque las novelas de Elisabet no son así. Pero tampoco esperaba leer sobre un hombre inmaduro. Porque Héctor me ha parecido eso. Lo comparo con Hugo, Víctor, Pablo o Alejandro (personajes de novelas anteriores) y hay una diferencia abismal.
Definitivamente, creo que el problema está en el personaje masculino, que me he pasado las dos novelas enfadada con él, y ya no he conseguido remontar. Porque insisto, lo demás me ha parecido correcto. Sofía, sus amigos, la cafetería, todo esto sí me ha gustado. Pero Héctor es demasiado triste.

De todos modos creo que cualquier seguidora de Beta Coqueta (hablo en femenino porque creo que la inmensa mayoría de lectores son mujeres) debería leer los libros, para juzgar por sí mismas.