¡¡Hola
a todos!!
He
escrito mi relato más cinéfilo. Me he tomado la libertad de elegir como
protagonista a uno de mis actores preferidos durante mi adolescencia. Ya no lo
es, evidentemente, y hasta me avergüenza un poco admitir que me gustaba. Pero
yo tenía unos diez u once años cuando él ocupaba las portadas de la revista Súper
Pop, así que se me puede perdonar.
Un
día, hace ya tiempo, alguien me comentó que a veces mis historias tenían un
toque de películas de sobremesa. Pues bien, en este relato he unido el cine de
serie B y a mi amor de infancia (creo que ni siquiera era adolescente).
¡¡¡¡Espero
que os guste!!!
El problema de besar
Ian
siempre ha creído que los besos más amargos son los que provocan cierta
sensación de inseguridad. Se pregunta si, con cada gesto, es capaz de demostrar
un mínimo de afecto. Piensa que sí, pero no está seguro. ¿Cómo se demuestra el
amor? Y él qué va a saber de todo eso. La ternura es algo que o te sale o no te
sale. Y no hay más. Pero su duda no radica en su modo de desenvolverse, sino en
la frialdad que Ella expresa con cada beso, con cada mirada distante. No sabría
definir el amor, pero sí lo que no es amor. Y aquello le parece estar lejos de
la idea romántica Hollywoodiense. A veces cree que a Ella le han extirpado el
corazón y le han colocado una roca. Trata de concentrarse en el beso. Quizás el
equivocado es él y Ella actúa de la forma más correcta. Al fin y al cabo, es la experta. Él, solo un
rubio guapo por quien las adolescentes se volvieron locas hace veinte años. Empieza
a unir todas sus ideas con el propósito de ordenarlas. Todo le parece ahora más
claro.
Él
es un personaje que vive una fantasía, una mentira, en verdad…no es más que el
pasatiempo de esa odiosa mujer. Es odiosa, sí. Hoy se han reunido en su casa, a
escondidas, porque el suyo es un amor que se debe ocultar. Las cortinas
cerradas separan la realidad que él vive de la que existe en el exterior. Como
si fueran dos mundos diferentes y sin nada en común. Al besarse, Ella coloca la
mano ensortijada en su espalda, cierra los ojos y ladea la cabeza. Tiene el
rostro anguloso, un tanto felino. Las cejas perfiladas forman un arco perfecto
e inexpresivo. Pero Ian no lo advierte, porque también ha cerrado los ojos.
–¡Corten!
–se oye al director.
Ian
suspira aliviado. ¿Por qué aceptaría el papel de amante? Le pareció una buena idea,
pero empieza a arrepentirse. Es evidente que lo malo del rodaje es esa actriz
tan fría que parece un robot. Eso sí sería un buen final para la película. El
descubrimiento de que Ella es un robot. De las que matan y disparan a
bocajarro. Y él, podría ser el héroe, el amante que mata al robot. Con mucho
dolor, eso sí. Porque estaba enamorado.
–Eh,
¿quieres agua?
Cuando
Ian vuelve a la realidad se encuentra con el rostro enfurruñado de Ella, que le
ofrece una botella de agua con Aloe vera. Dicen que es sano para las arterias y
que la piel se rejuvenece desde el interior. Es un gesto amable, ¿no?, piensa
Ian, pero entonces, ¿por qué sigue enfadada? Hasta siendo amable se comporta
como un bicho.
–Gracias–
dice Ian, y un tanto confuso, acepta la botella.
–Creo
que la toma es buena.
–Sí,
esperemos.
Ella
ahoga una risa y tras dar media vuelta, desaparece entre las habitaciones del
decorado. A Ian le cuesta no sentirte insultado. Estará muy buena, pero por
dentro es un demonio. Lo que pasa es que tiene aspecto virginal, y parece tan
inocente que podría vender estufas en el Sahara. Pero si la prensa supiera…
Se
sienta y da un trago de la botella. Es verano, y en Los Ángeles hace un calor
de esos que te aplastan hacia el suelo. Suerte que ruedan en el interior de un
decorado y hay aire acondicionado. Y es en ese instante que siente la decepción
crecer en su interior. Sin quererlo, le invade un profundo pesimismo. La
película va a ser una basura. Y no puede sumar otra basura a su carrera.
Sharknado ya dio pena, fue la reina de las películas de serie B. Aún no se
explica cómo rodaron cinco partes. ¿Quién quiere ver una película cutre de
tiburones voladores? Recapacita. ¿Qué pena, ni qué pena? Sharknado fue la
hostia de divertida. Los tiburones volaban y él podía correr por las calles de
Los Ángeles mientras la rodaba, correr como un héroe y salvar a Tara Reid,
cuando ésta aún no se le había ido la mano con las operaciones y el alcohol. Eso
sí que fue un gran rodaje, y no Sensación de vivir. ¿Quién quiere ser el rubio
pijo de un instituto cuando puedes matar tiburones con la actriz más sexi del
momento?
–Ian
– exclama el director.
Vuelve
a la realidad como quien despierta bruscamente de un sueño, y obediente, se
acerca al director. Tiene que agacharse ligeramente. Entre que él es muy alto y
que el director lleva gorra no consigue verle los ojos.
–La
toma es mala. Hay que repetir la escena, la del beso, digo.
Vaya
mierd…seguro que es por culpa de esa actriz que le han colocado. Es tan
inexpresiva como un palo. La respuesta del director es rápida:
–No
te ofendas Ian, pero creo que sobreactúas.
Ian Ziering
Para quien no lo conozca: Actor
de Bervely Hills, 90210 (Sensación de vivir), Sharknado, Sharknado 2, Sharknado
3, Sharknado 4 y Sharknado 5. Películas que no hace falta ver...