martes, 15 de mayo de 2018

Relato: El problema de besar




¡¡Hola a todos!!
He escrito mi relato más cinéfilo. Me he tomado la libertad de elegir como protagonista a uno de mis actores preferidos durante mi adolescencia. Ya no lo es, evidentemente, y hasta me avergüenza un poco admitir que me gustaba. Pero yo tenía unos diez u once años cuando él ocupaba las portadas de la revista Súper Pop, así que se me puede perdonar.
Un día, hace ya tiempo, alguien me comentó que a veces mis historias tenían un toque de películas de sobremesa. Pues bien, en este relato he unido el cine de serie B y a mi amor de infancia (creo que ni siquiera era adolescente).
¡¡¡¡Espero que os guste!!!

El problema de besar

Ian siempre ha creído que los besos más amargos son los que provocan cierta sensación de inseguridad. Se pregunta si, con cada gesto, es capaz de demostrar un mínimo de afecto. Piensa que sí, pero no está seguro. ¿Cómo se demuestra el amor? Y él qué va a saber de todo eso. La ternura es algo que o te sale o no te sale. Y no hay más. Pero su duda no radica en su modo de desenvolverse, sino en la frialdad que Ella expresa con cada beso, con cada mirada distante. No sabría definir el amor, pero sí lo que no es amor. Y aquello le parece estar lejos de la idea romántica Hollywoodiense. A veces cree que a Ella le han extirpado el corazón y le han colocado una roca. Trata de concentrarse en el beso. Quizás el equivocado es él y Ella actúa de la forma más correcta.  Al fin y al cabo, es la experta. Él, solo un rubio guapo por quien las adolescentes se volvieron locas hace veinte años. Empieza a unir todas sus ideas con el propósito de ordenarlas. Todo le parece ahora más claro.
Él es un personaje que vive una fantasía, una mentira, en verdad…no es más que el pasatiempo de esa odiosa mujer. Es odiosa, sí. Hoy se han reunido en su casa, a escondidas, porque el suyo es un amor que se debe ocultar. Las cortinas cerradas separan la realidad que él vive de la que existe en el exterior. Como si fueran dos mundos diferentes y sin nada en común. Al besarse, Ella coloca la mano ensortijada en su espalda, cierra los ojos y ladea la cabeza. Tiene el rostro anguloso, un tanto felino. Las cejas perfiladas forman un arco perfecto e inexpresivo. Pero Ian no lo advierte, porque también ha cerrado los ojos.
–¡Corten! –se oye al director.
Ian suspira aliviado. ¿Por qué aceptaría el papel de amante? Le pareció una buena idea, pero empieza a arrepentirse. Es evidente que lo malo del rodaje es esa actriz tan fría que parece un robot. Eso sí sería un buen final para la película. El descubrimiento de que Ella es un robot. De las que matan y disparan a bocajarro. Y él, podría ser el héroe, el amante que mata al robot. Con mucho dolor, eso sí. Porque estaba enamorado.
–Eh, ¿quieres agua?
Cuando Ian vuelve a la realidad se encuentra con el rostro enfurruñado de Ella, que le ofrece una botella de agua con Aloe vera. Dicen que es sano para las arterias y que la piel se rejuvenece desde el interior. Es un gesto amable, ¿no?, piensa Ian, pero entonces, ¿por qué sigue enfadada? Hasta siendo amable se comporta como un bicho.
–Gracias– dice Ian, y un tanto confuso, acepta la botella.
–Creo que la toma es buena.
–Sí, esperemos.
Ella ahoga una risa y tras dar media vuelta, desaparece entre las habitaciones del decorado. A Ian le cuesta no sentirte insultado. Estará muy buena, pero por dentro es un demonio. Lo que pasa es que tiene aspecto virginal, y parece tan inocente que podría vender estufas en el Sahara. Pero si la prensa supiera…
Se sienta y da un trago de la botella. Es verano, y en Los Ángeles hace un calor de esos que te aplastan hacia el suelo. Suerte que ruedan en el interior de un decorado y hay aire acondicionado. Y es en ese instante que siente la decepción crecer en su interior. Sin quererlo, le invade un profundo pesimismo. La película va a ser una basura. Y no puede sumar otra basura a su carrera. Sharknado ya dio pena, fue la reina de las películas de serie B. Aún no se explica cómo rodaron cinco partes. ¿Quién quiere ver una película cutre de tiburones voladores? Recapacita. ¿Qué pena, ni qué pena? Sharknado fue la hostia de divertida. Los tiburones volaban y él podía correr por las calles de Los Ángeles mientras la rodaba, correr como un héroe y salvar a Tara Reid, cuando ésta aún no se le había ido la mano con las operaciones y el alcohol. Eso sí que fue un gran rodaje, y no Sensación de vivir. ¿Quién quiere ser el rubio pijo de un instituto cuando puedes matar tiburones con la actriz más sexi del momento?
–Ian – exclama el director.
Vuelve a la realidad como quien despierta bruscamente de un sueño, y obediente, se acerca al director. Tiene que agacharse ligeramente. Entre que él es muy alto y que el director lleva gorra no consigue verle los ojos.
–La toma es mala. Hay que repetir la escena, la del beso, digo.
Vaya mierd…seguro que es por culpa de esa actriz que le han colocado. Es tan inexpresiva como un palo. La respuesta del director es rápida:
–No te ofendas Ian, pero creo que sobreactúas.



Ian Ziering


Para quien no lo conozca: Actor de Bervely Hills, 90210 (Sensación de vivir), Sharknado, Sharknado 2, Sharknado 3, Sharknado 4 y Sharknado 5. Películas que no hace falta ver...




martes, 8 de mayo de 2018

Reseña: La flor púrpura


DATOS DEL LIBRO

Título: La flor púrpura
Editorial: Literatura Random House
Autor: Chimamanda Ngozi Adichie
Nº de páginas: 301
ISBN: 978-84-397-3294-5

Sinopsis.

La joven Kambili, de quince años, y su hermano mayor Jaja llevan una vida privilegiada en la ciudad de Enugu. Viven en una hermosa casa y frecuentan un elitista colegio religioso, pero su vida familiar dista mucho de ser armoniosa. Su padre, un poderoso y respetado hombre de negocios, es un fanático católico que alienta expectativas de cariño imposibles de cumplir. Cuando los jóvenes visitan durante unos días a la cariñosa y atrevida tía Ifeoma en su humilde apartamento, descubren un mundo totalmente nuevo: el rico olor a curry que inunda el lugar, las continuas risas de sus primos, las flores exuberantes, la calidez, el respeto a las ideas, la libertad, el amor y la ausencia de castigos. Al regresar a su hogar, transformados por la libertad conquistada, la tensión familiar crece de forma alarmante.
En La flor púrpura oímos la voz de una juventud que rechaza las prohibiciones que se ciernen sobre su vida y que ahogan a su pueblo. Un relato tierno, sereno y conmovedor sobre los lazos familiares, la pasión de la adolescencia y la represión, y que trasciende el paisaje de una Nigeria convulsa para cobrar un cariz universal.




Opinión personal.

Este libro figuraba en mis lecturas pendientes desde hacía algún tiempo. En realidad, lo que tenía pendiente eran las novelas de la autora, porque antes ya había leído sus dos ensayos Todos deberíamos ser feministas y Querida Ijeawele. Cómo educar en el feminismo. Ambos son libros muy breves, de muy pocas páginas, que se leen en una tarde. En ellos, la escritora, cansada de que se juzgue a las feministas como solteronas amargadas incapaces de encontrar marido y que siempre están a la defensiva, se definió a sí misma como “feminista feliz africana que no odia a los hombres y a quien le gusta llevar pintalabios y tacones altos para sí misma y no para los hombres”. Ya hice reseña de ambos libros hace varias semanas, y como me gustaron, sentí interés por sus novelas.

He empezado por La flor púrpura, porque su argumento llamó más mi atención. Tenía las expectativas altísimas en esta historia, y no sólo se han cumplido, sino que las ha superado. Es una historia conmovedora, sobre la pérdida de la inocencia y el encuentro con la dura realidad. Si existe un libro donde se describan los sentimientos humanos, es éste.  

La protagonista de la historia es Kambili, una adolescente nigeriana que pertenece a una familia acomodada. Su padre es un importante empresario en la ciudad de Enugu, que sufre amenazas por su carácter librepensador y por las valientes críticas que realiza en su periódico del dictador que ha tomado el poder. Leyendo esto, parece que Eugene (el padre de Kambili) sea un héroe, uno de esos hombres que luchan por los derechos humanos. Sin embargo, es un ferviente católico obsesionado con el pecado, maltratador, patriarcal, que cría a sus hijos bajo una educación exageradamente estricta. Kambili y su hermano mayor Jaja (¡lo difícil que me ha resultado otorgarle seriedad al nombre!) viven acostumbrados a este tipo de vida, sabiendo que deben respetar la figura paterna porque, de lo contrario, se merecerán castigos que no son precisamente flexibles.
Como Kambili no tiene mucho con lo que compararse, ha normalizado su día a día. Pero entonces, durante unas vacaciones en casa de su tía Ifeoma, ambos hermanos toman consciencia de que la crueldad de su padre se halla lejos de la sensatez, y de que existe un modo familiar basado en el amor y sin normas estrictas.

La historia se divide en tres partes, aunque la significativa es la central, ese momento en el que Kambili averigua que no existe una única vida, que hay mundo más allá de los castigos crueles, que su madre no merece las palizas de su padre. Y es en ese momento en el que su personaje evoluciona.

La tercera parte de la historia se vuelve más dura. Es cuando Kambili y Jaja han tomado consciencia de que su padre, en realidad, es un maltratador y poco a poco la rebeldía va creciendo en el interior de ambos.
No es una historia de acción, más bien trata del día a día. Kambili es un personaje físicamente pasivo durante casi todo el libro, y observador, es prudente y su actividad consiste en ir advirtiendo la situación y la realidad que envuelve su mundo. Prácticamente, la historia abarca un cambio de mentalidad.

La sorpresa final

Si el libro merece la pena de leer por el modo en el que la protagonista va dando el paso de niña a mujer, el final se vuelve impactante en apenas un par de páginas. Cuando creía que todo quedaría en un conjunto de situaciones dramáticas en un contexto complicado, la historia cambia de repente.

El peligro de contar una sola historia

Hace un tiempo, la autora habló sobre El peligro de contar una sola historia. Hizo referencia a la imagen mundial que se obtiene de África, un continente imaginado como un único país, homogeneizado en costumbres, donde las personas son iguales en todos los lugares, y viven de la misma manera. Ella misma se dio cuenta en un viaje a México de que también había idealizado este país según los clichés que nos llegan mediante la televisión y los libros. Al visitarlo, vio que la realidad era otra. Lo mismo que pasa con África.
Creo que este discurso está muy en línea con la novela, ya que la protagonista no es consciente de que existe otro tipo de vida muy diferente al que le han inculcado. A ella solo le han contado una historia.

Os dejo el vídeo de la charla que dio Chimamanda Adichie en TED: El peligro de contar una sola historia. Dura 18 minutos, pero realmente merece la pena verlo.




Moralejas y suposiciones

Además de la idea sobre no quedarte únicamente con una historia porque entonces te engañarán como quieran, también me llevo del libro el dilema: ¿La violencia se anula con violencia? Supuestamente no, pero ¿y si es la única manera de salvar a tu familia?
Siempre se dice que una madre haría por sus hijos cualquier cosa, pero… ¿qué harían los hijos por su madre?

La autora

Chimamanda Adichie (1977, Abba, Enugu, Nigeria)
  


Publicaciones

·        For Love of Biafra, 1998
·        Decisions, 1998
·        You in America, 2001
·        La flor púrpura, 2003
·        Medio sol amarillo, 2006
·        Algo alrededor de tu cuello, 2009
·        Americanah, 2013
·        Todos deberíamos ser feministas, 2015
·        Querida Ijeawele. Cómo educar en el feminismo, 2017