En respuesta al reto con un título de Mia Lozano que ha publicado en su blog http://sweetcoffeelatte.blogspot.com.es/ he escrito un relato con el título: Desnúdate, desnúdame.
Espero que os guste:
Mis
compañeros del trabajo piensan que me gusta ir a comer al italiano
por la lasaña de verduras que cocinan los miércoles. Y aunque se
llama La
bella venezia,
nosotros lo conocemos así: el
italiano.
Cada día, cuando llegan las dos de la tarde y nos encontramos en las
escaleras de la entrada, nos hacemos la gran pregunta ¿dónde
comemos hoy? Nos gusta variar, ir cada día a un lugar diferente,
sobre todo a Edgar, que es inglés y se encuentra en pleno proceso de
inspeccionar la ciudad. Cuando nos reunimos y citamos el abanico de
posibilidades, a veces me encojo de hombros, adaptándome, y a veces
respondo: al
italiano.
Otras veces es Carlos quien lo propone. Vamos
al italiano, que a Mireia le gusta.
Yo soy Mireia, claro.
El
caso es que los tengo engañados. La lasaña de verduras es uno de
los mejores platos que he probado, y el restaurante, a pesar de su
aspecto alargado, un poco de cueva, resulta agradable a la vista por
las fotos de góndolas que cuelgan de las paredes. De acuerdo,
tampoco es que sea la panacea de la gastronomía, de hecho preparan
comida para llevar y reparten a domicilio. Así que más bien es un
restaurante normalito. Pero como he dicho, no es en la lasaña de
verduras donde radica mi interés, sino en Toni, el camarero de
pómulos altos y nariz recta. Es el hijo del jefe, Roberto, un señor
corpulento y ojeroso que cree que habla bien el castellano. Todo esto
lo sé porque he realizado mi estudio. Es sorprendente la de cantidad
de información que uno obtiene en Internet. El caso es que cuando
Toni nos sirve la comida, empiezo observando sus manos grandes
agarrando el plato de pasta, o en mi caso la lasaña de verduras, y
entonces recorro con la mirada sus brazos, que son tersos y
varoniles. Llego hasta su cuello donde la barba mal afeitada amenaza
con salir. Me gustan los hombres con barba a medio asomar.
Pero
creo que Edgar y Carlos no se han dado cuenta de que Toni me gusta. O
eso quiero pensar. De hecho, no les he comentado que el sábado
pasado me acerqué al medio día y me compré una pizza vegetariana
para llevar. Toni se encontraba tras el mostrador, con su uniforme
blanco y negro que le hacía parecer más moreno de lo que es.
Intercambiamos unas cuántas palabras superfluas, me preguntó dónde
trabajaba exactamente y me explicó que su familia es de un pueblo
cercano a Florencia, pero que no se considera La Toscana. Y entonces,
mientras me explicaba sus inicios de camarero en aquel restaurante
basura, mi mente comenzó a idear la situación idónea. Dejaría
pasar una semana, y el siguiente sábado llamaría para encargar
comida a domicilio. Seguramente me la traería Toni. Se colocaría el
casco, y su moto subiría la calle de Sants hasta llegar a mi
portaría. No satisfecha con esto, mi imaginación voló un poco más
allá ¿Y si le abría la puerta con ropa de estar por casa un tanto
sugerente? No me refiero a un camisón, eso quedaría raro, y yo no
quiero asustar a Toni. No hay tarea más difícil en esta vida que
reconquistar a un hombre. No, no, debía de ser algo más informal
pero que llamara su atención. Le ofrecería una cerveza, por el
esfuerzo de venir a casa y subir cinco pisos. Es lo que tiene vivir
en un piso viejo de Barcelona, que los ascensores no responden
siempre a las necesidades humanas. Y entonces, cuando bebiera la
cerveza bien fría, yo le diría: desnúdate,
desnúdame.
Y
entones Roberto le hizo una señal a su hijo, que se entretenía
cuando había tantísimos clientes por atender. Cogí mi pizza y me
volví andando a casa. El sábado siguiente sería otro día, y aún
quedaba un miércoles de lasaña de verduras por vivir.
Pero
esta historia sobre mi interés por Toni ni Edgar ni Carlos la
conocen. A ellos sólo sería capaz de explicársela con muchas
cervezas de por medio. Así que viven engañados, porque soy muy
discreta ¿no?
¡¡¡Hola!!!
ResponderEliminarMe encanta el relato, y qué despistados Edgar y Carlos, seguro que esas miradas que Mireia echa a sus brazos se ven a kilómetros. A ver si por fin se anima a pedir esa pizza y todo lo que conlleva.
Besos y me lo he leído de un tirón, engancha.
Besos.
Muchas gracias guapa! Me alegro de que te guste! Un besito
EliminarMe encantan tus descripciones y los giros que sabes dar incluso en tramas cortas.
ResponderEliminarUn besazo!
Muchas gracias!!! Muaaaa! Feliz finde!! :)
EliminarHola María, estos relatos urbanos que haces son una joya que se leen en un suspiro y entiendo que además parten de dos palabras, inspiradas en este caso por Mia Lozano y que han dado bastante juego para componer una pequeña historia divertida e inspirada. Saludos y felicidades por tu arte!
ResponderEliminarMuchas gracias por tus palabras Miguel!! Me alegro de que te guste!! Un besazo :))
EliminarAinsssss qué difícil dar el paso cuando nos gusta alguien de nuestro entorno cotidiano pero nosotros le vemos "de otra manera". De todas formas creo que tu prota triunfará en su empeño porque tiene el menú bien organizado y una depurada estrategia de aproximación :))
ResponderEliminarUn relato muy pícaro y divertido, María. ¡Me ha encantado! Espero que si llega la escena de la pizza en casa también nos la cuentes ;)
¡Un beso grande!
Hajaja es verdad Julia, pero como dices, la prota parece muy segura de lo que haca jaja
EliminarUn besito y feliz finde! :))
¡Qué buena! ¿La vas a continuar? Porque a mi me has dejado con ganas de saber si Mireia se va a atrever o si va a haber un giro y él se va a dar cuenta jejeje
ResponderEliminarReto conseguido! Te añado mañana, que te estoy leyendo con el móvil jejeeje
Jajaja muchas gracias guapísima!! Un besazo :)
EliminarBuen relato, a mí modo de ver, terminado antes de tiempo.
ResponderEliminarBueno, yo soy muy de finales abiertos. Gracias por comentar! Un saludo :)
EliminarMe encanta tu relato, María, es fresco, divertido y tiene una narrativa excelente. Creo que el relato está bien así, como una pizca de vida que cogemos y la plasmamos con nuestras letras. Si se atreverá o, no solo ella lo sabe..., así es la vida. Me ha gustado mucho María, haces que nos sintamos pegados a la pantalla.
ResponderEliminar¡Un besazo de viernes!
Muchas gracias guapa!! Sí, sí, lo dejo aquí, como he comentado en alguna respuesta anterior, lo mío son los finales abiertos :)
EliminarUn besazo guapa!
Hola María, me ha encantado tu relato, todo el rato he estado con la sonrisa en la boca, me he imaginado toda la escena cuando describes a Toni y he podido visualizarlo jajaja.. La imaginación es lo que tiene. ¿Se atreverá..? creo que tendrías que continuar.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo y feliz fin de semana.
Jajaja muchas gracias Xus! Me alegro de que te haya gustado! Un besito y feliz fin de semana :)
EliminarCuántas cosas nos induce a hacer el enamoramiento. Si además, la persona objeto de nuestra atención, no pertenece directamente a nuestro círculo la cosa se complica pero no hay nada que la imaginación y la buena disposición del conquistador (conquistadora en tu caso) no pueda vencer, por ejemplo hincharse a comer lasaña de verdura.
ResponderEliminarEntrañable relato, me ha hecho sonreír, ojalá Mireia consiga que Toni se fije en ella.
Un abrazo.
Me alegro de que te guste, muchas gracias por tu comentario :)
ResponderEliminarUn besito!!
Me encanto la ambientación, e disfrutado de esa lasagna de verduras y más aún la descripción que nos das del camarero Toni. Qué decir del final? podría decir muy suculento! ojala que esa imaginación pase a ser pronto una realidad, al ella llamar y hacer la orden para delivery. Creo que Edgar y Carlos lo saben, pero sufren en silencio. Lol. =0)
ResponderEliminarMuy bien logrado el reto.
Saluditos
P.S por una razón no me actualiza tu blog.