viernes, 13 de octubre de 2017

Relato: Interstate 5 (Parte 2)





¡Hola a todos! ¿Hacéis puente? 
Aquí os dejo la segunda parte del relato Interstate 5. 

Hace tiempo alguien me sugirió en los comentarios que si publicaba una historia por partes, era mejor añadir el link de las entradas anteriores. La verdad es que tiene sentido, así que aquí dejo el enlace de la primera parte:

https://todoloqueelvientosedejo.blogspot.com.es/2017/10/relato-interstate-5-parte-1.html

La tercera y última, la publicaré el martes.  
Espero que os guste!!




El interior del local tenía algo de cavernoso, incluso parecía que allí dentro la atmósfera se volvía menos tórrida.
Tras la barra, una señora enjuta los observaba un tanto expectante. Natalia diría que no era expectación en el buen sentido. Dani, que sólo era una anciana como cualquier otra.
Tenía el pelo negro, con rizos cortos y alborotados que recordaban a las pelucas cutres de carnaval. El movimiento de los brazos, mientras secaba un vaso de cristal, marcaba una delgadez casi raquítica. Junto a ella, un señor mayor había tomado asiento en el taburete mientras escribía algo sobre la barra. Parecía inmerso en su propio pasatiempo. Sin levantar la mirada, escribía fuerte sobre el papel.

Quizás, si sigue así, acabe haciendo un agujero, pensó Natalia.

El hombre se pasaba la palma de la mano por la cabeza, acariciando la calva, como si se asegurara de que los pocos pelos que le quedaban seguían ahí. Sin embargo, la señora menuda no había apartado la mirada en ningún momento, ni que fuera por una fugaz timidez, un sentimiento de invasión, y tampoco ofreció signos de amabilidad.

La sensación de molestar en un restaurante no debe de ser buena, pensó.

Sin embargo, Dani mostró mayor decisión. Cruzó el local con menos recelo y cuando estuvo frente a la señora, apoyó el cuerpo en uno de los taburetes tapizados e inició una conversación en inglés con la intención de pedir una mesa para dos. Natalia ni tan solo lo intentó. Se limitó a ejercer su papel de espectadora.

Que siempre deba ser él quien hable, pida la cuenta, la comida... ¿es un gesto cortés o machista? En cualquier caso, está fuera de lugar. Me hace sentir inútil. No estamos en los años sesenta, no necesito que nadie hable en mi lugar. ¿Y cómo podría ser cortés? Ese tipo de cortesía no existe ya. Quizás sólo es su modo de mantener las cosas bajo control y lo malinterpreto. No soy una inútil y quizás no me está tratando como tal. Sólo se siente más seguro así. No te agobies, no pienses, no merece la pena.

Con discreción, Natalia echó un vistazo al local que tan malas vibraciones le provocaba. Tal como había predicho, Dani y ella eran los únicos clientes. A la derecha de la barra y separadas de ésta por un amplio pasillo, las mesas de madera formaban una hilera larga que debía de llegar...¿hasta los lavabos? Sobre estás, en la parte donde no había ventanas, divisó insignias deportivas que no supo reconocer. Lo asientos estaban formados por pequeños sofás cuyo tapizado desconchado fue anteriormente de un azul celeste muy vivo. O debió de serlo. Tomó aire y al volverse vio que el señor rellenaba crucigramas en castellano. Tenía la piel demasiado unificada, demasiado brillante, como de porcelana.
Al fin, la señora preguntó:
Where are you from?
Natalia fue consciente de que había perdido el hilo de la conversación pero enseguida se puso en situación. Dedujo, por el tono de la señora, que en un acto desesperado de entenderse con Dani, trataba de buscar palabras en otro idioma. Cuando él contestó que venían de España, la señora efectuó un gesto de admiración. A Natalia le pareció una de esas gallinas viejas y negras de las granjas.
–¿Por qué no lo dijisteis antes?–exclamó con acento mexicano–. Aquí hablamos todos español.
La mujer salió del mostrador, y al bajar el escalón apoyó la mano diminuta en la pared para obtener soporte. Después echó a andar por el local mientras, agitando una mano, les indicaba que la siguieran.
Los acompañó a la mesa más luminosa, junto a una ventana desde donde se divisaba el Starbucks.
–Aquí estaréis bien– dijo, y encendió la tele que colgaba justo encima.
–Gracias–dijo Dani ojeando la carta.
–Gracias– añadió Natalia.
–¿Tú también hablas español? Vaya, qué sorpresa, no lo diría, tan rubia que eres, tienes pinta de gringa.
Natalia forzó una sonrisa, aunque pensó que no le había quedado del todo falsa. Pidieron nachos y una hamburguesa, porque era lo que a Dani le apetecía y en su mente, cuando salían a comer, la situación funcionaba de la siguiente manera: o los dos somos sanos, o los dos pecamos. A Natalia no le importó esta vez, la ensalada tampoco tenía muy buena pinta.
–Mal país para una vegetariana, eh–bromeó Dani.
Natalia sonrió. No es que fuera una vegetariana que cumplía el régimen de manera estricta, pero limitaba el consumo de carne a escasas ocasiones.
Se acomodó en la butaca y dejó la ropa a su lado.
–Creo que va a venir.
–¿Qué?
–El marido, creo que va a venir.
Natalia desvió la mirada hacía la barra. Efectivamente, el señor de rostro brillante los observaba, muy curioso. Tardó poco en levantarse del taburete y acercarse.
–Dice mi señora que hablan ustedes español–dijo cuando estuvo junto a ellos.
–Sí–añadió Dani–, qué suerte haber entrado aquí.
El señor permanecía de pie, en una postura muy recta y con las manos cogidas a la espalda. Parecía más dispuesto a soltar un recital que a entablar una conversación. Había algo extraño en su expresión, o tal vez sólo era la piel aporcelanada, demasiado unificada.

No creo que este señor se haya puesto bótox, pensó Natalia.

–¿Habéis visto el tiempo en Texas?
Dani y Natalia se miraron, agitaron la cabeza en señal de negación, y soltaron un inseguro no.
–Pues está inundada. Yo soy de Texas, pero mi papá era mexicano. Mi esposa nació en méxico, pero al poco su familia se mudó.

Lo que faltaba, pensó Natalia, ahora nos va a contar su vida.

Dani atendía al señor, con los dedos entrelazados y la cara apoyada en las manos. Y Natalia lo observa a él. Sabía que era menos sociable que ella y que por dentro debía de estar despotricando por la necesidad de diálogo del hombre. Dani necesitaba un mínimo de aislamiento con los desconocidos. Pero las formas le podían, y fingía que la historia del señor de rostro extraño le interesaba. Porque Dani era así, muy muy muy agradable. Claro, muy agradable cuando no tenías que aguantar sus desvaríos maniáticos, entonces sí, era muy muy muy agradable.
Y el señor prosiguió. Ahora, su hijo, que se casó con una profesora de instituto, vivía en Texas, en una ciudad que ni Natalia ni Dani fueron capaces de identificar, ni tan sólo estaban seguros de haberlo entendido bien. Ella enseñaba literatura y su hijo vendía coches de segunda mano.
–¿A dónde os dirigís ahora?
–A San Francisco.
–Ah, ¿y vais por la Interstate 5?
–Sí, es lo más rápido.
–Lo mejor habría sido que fuerais por la costa. No hace tanto calor y el paisaje es más bonito. ¿De dónde venís?
–De Los Angeles, aunque hemos parado en Malibú.
Y entonces Dani recordó algo. Se volvió hacia Natalia y le preguntó.
–¿Aún tienes la ropa mojada?
–Sí, un poco.
Lo dijo con fingida paciencia, pero Dani, si notó el sarcasmo, no lo comentó. A ella le sabía mal por el hombre, normalmente era mucho más amable, pero lo único que quería en ese momento era acabar de comer para poder cambiarse de ropa en el baño. Empezaba a incomodarle el bikini.
–Ah, Malibú. Es una playa bonita. ¿A Texas no vais a ir?
Qué manía con Texas. Ni iban a Texas, ni le apetecían ir a Texas. Ni si quiera les pillaba de camino Texas. De repente, Natalia temió que aquel hombre se quedara junto a ellos mientras comían. Se sentiría muy incómoda si así ocurría.
Sin embargo, cuando la señora menuda se acercó con los platos gigantes, el señor aporcelanado se marchó, y al otro lado del local, tomó asiento en el taburete y siguió con sus crucigramas.
–Uf, pensaba que se quedaría– expresó Natalia con un tono de alivio.
–Sí, yo también.
Comieron comentando que en aquel país todo era a lo grande. En la tele, un partido de fútbol americano creaba discordia en las gradas.
–¿Te has bebido toda la coca-cola?– preguntó él sorprendido.
Ella se encogió de hombros.
–Coca-cola, hamburguesa, este país te está cambiando – bromeó.
Ella reaccionó con una sonrisa.
–Ya sabes, sólo bebo coca-cola cuando me deshidrato o cuando tengo resaca, y esto parece el desierto, así que me siento entre ambas cosas.
Dani respondió con una risa, y de repente, la tensión del viaje se suavizó.
–Aún estás a tiempo de ir a Texas – y con la cabeza señaló al señor.
Como Dani se había relajado Natalia también. Era la historia de siempre. Uno se enfada y el otro más, uno se tranquiliza y el otro más, y aquí no ha pasado nada. Hasta nueva discusión.
–Qué malo eres–le respondió con una sonrisa mientras se ponía de pie–Seguro que ese pobre hombre hace diez años que no habla castellano con nadie, diez años mínimo, y está desesperado. Pobre hombre.
–Puede hablar castellano con su mujer.
–Ya...no, qué va, entre ellos deben de hablar inglés.
–¿Vas a cambiarte?
–Sí, voy al lavabo– cogió la ropa y se aseguró de no olvidarse nada–. Enseguida vuelvo.
–Vale, voy pagando.
Natalia se adentró en el pasillo, siguiendo el cartel de Restroom, porque allí, el toilet no existía, y Dani centró la atención en el partido.
Un jugador había efectuado una falta violenta, y los espectadores parecían alarmarse.

La que se va a liar, pensó.

Miró el reloj.

¿Por qué tarda tanto Natalia? Sólo es un bikini.

Decidió ir pagando, para agilizar. Se habían entretenido demasiado y a las 22h debían entregar el coche en el aeropuerto de San Francisco. El partido mantuvo el toque violento, los jugadores empezaban a mostrarse nerviosos. Dani miró el reloj. ¿Qué estaba haciendo Natalia durante tanto rato? La cuenta estaba pagada hacía casi diez minutos y la señora empezaba a lanzarle miradas sospechosas que él trataba de evitar. Al final, la mujer se le acercó con el mismo paso torpe, y Dani se vio obligado a prestarle su atención.
–¿Vas a querer algo más?
Una invitación sutil a abandonar el local.
–No, gracias, sólo estoy esperando a que mi novia salga del lavabo. Ha ido a cambiarse de ropa.
–¿Su novia?
–Sí, la chica que me acompañaba.
–Usted ha venido solo.
Dani pestañeó, sin entender.
–Yo he venido con una chica, ¿no se acuerda? Le ha dicho que parecía americana por lo rubia que es.
–Lo siento, pero no había ninguna chica, ni rubia ni morena. Usted ha entrado solo.




23 comentarios:

  1. ¡¡OMG!! Menudo final, chiquilla!! Esto...¿hasta el martes?...Jajajaja...me dejas con muchas, muchas ganas de seguir leyendo.
    Un besito!

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    1. Jajaja guapaaaa!! Me alegro de que te guste :)) el domingo creo que mejor reseña 😊😊 un besoteeee

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  2. Fantástico María, tu segunda parte del relato se lee en un suspiro por tu narrativa ágil, amena y en este caso, en un entorno muy actual e incluso diría que muy cinematográfico. La verdad es que has cortado en un punto de suspense muy interesante, como en las series :-). habrá que esperar entonces al desenlace. Un abrazo y viva el amor gatuno.

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    1. Jajajaja el amor gatuno...un gato que sabe posar y es fotogénico..lo que hay que ver! Muchas gracias, me alegro de que te guste, es verdad que es un ambiente muy cinematográfico, tanto que es imposible no inspirarse estando allí. Suerte del móvil para apuntar ideas! Un besote Miguel :))

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  4. Hola, Maria
    !Me he quedado fría y anonadada con este capítulo!
    Me has hecho estremecer de pánico con la descripción del establecimiento y esa pareja. Es toda una trama de terror, ella lo intuía, no debió ir sola al baño. El final es impresionante, sorpresivo, y para rematar nos dejas en ascuas hasta el martes? OMG!!
    Genial, me ha fascinado tu escritura de thriller.
    !Un abrazo!

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    1. Muchas gracias guapa! Lo del martes es para dosificar un poco jejeje me alegro de que te haya gustado y que creas que se me da bien el thriller, no he escrito mucho sobre un tema así :))
      Un besote enorme!!

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  5. Por lo que veo en otros comentarios, el relato continúa. Estoy intrigadísima. Pensé que acababa así y, aunque no sería un mal final, prefiero que continúe.
    Un beso.

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    1. Siii, el martes publicaré la tercera parte. El domingo haré alguna reseña que tengo guardada! Gracias por el comentario!! Un besito :))

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  6. ¡Menuda faena nos haces dejándonos así, María! Qué interesante se ha quedado la historia, ahora tengo toda clase de teorías locas jajajjaa. Espero impaciente la tercera parte, el martes estoy aquí como un clavo :D

    ¡Un beso grande!

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  7. Muchas gracias Julia!! Me alegro de que te guste :))

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  8. Vaya, esperaré a ver cómo continúa. No me agrada que en un relato corto me dejen a la mitad porque pierdo interés, pero nada, he de aguantarme. Es una costumbre que se estila mucho. Lo que haré la próxima vez será esperar a que lo publiques todo, lo leo de un tirón y te comento al final, cuando tenga la idea completa en la cabeza. Si la sugerencia no te molesta, relee porque se te ha escapado alguna errata. Por cierto, fui a recordar la parte anterior, pinché en el enlace pero no me funcionó. Pues bien, a esperar. Un beso, María.

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    1. Hola Ángeles, gracias por pasarte y comentar. Desde mi punto de vista, si el relato es demasiado largo, como es el caso, es mejor dividirlo y publicarlo por partes. Más que nada porque creo que la gente puede llegar a cansarse si es demasiado extenso. Pero bueno, sólo es mi opinión, veo que prefieres leerlo de un tirón.
      He cambiado el enlace para que se pueda acceder directamente.
      Un besito!!

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    2. Seguro que estás en lo cierto en que pueda cansar, pero si así le sucede a alguien es que no le gusta la literatura de verdad (es incapaz de leer seguido media hora) ni va al blog con un interés sincero de disfrutar con la lectura, sino en cumplir con un interés bloguero. Si es así, se establece el elogio por el elogio con independencia de la calidad; a mí esa alabanza vana, sin que me lean a gusto (y sin que me critiquen, que es lo que deseo) no me interesa. Observo que, por desgracia, estamos instalados en el elogio fácil, y en la mentira, por tanto, pues son maravillosos todos los relatos que leo, si me dejara llevar por los comentarios. Estamos contribuyendo a que predomine la hipocresía en este medio, cuando podría ser un intercambio sincero y constructivo que nos ayude a escribir mejor.
      Un abrazo, María.

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  9. Magnífica segunda parte María. La verdad es que tienes una narrativa muy ágil y el texto se lee en un suspiro, y además con ese tipo de suspense que tanto me gusta, que es ese que parece que constantemente va a pasar algo, pero no sabes por dónde va a salir la historia... y al final toma giro. Bueno ¡nos haces esperar hasta el martes! Ya veremos lo que sucede... esto puede salir por cualquier lado.
    Un besazo guapísima.

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  10. Guapísima!! Muchas gracias por el comentario, me alegro mucho de que te guste, tú que que escribes tan bien :))
    Un besote y feliz domingo!! Muaaa

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  11. Hola Maria, de película de miedo.
    Casi me veía diciendole a Naralia que no fuera a cambiarse, que no hacía falta y mira por donde, terrorífica su desaparición. Pobre Dani.

    Me has dejado imaginando posibilidades y muy intrigada por saber tu propuesta de resolución.

    Saludos

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    1. Gracia guapa! Me alegro de que te haya guatado! Un besito!!

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  12. Hola María, uauhhh menuda escena!! Se palpaba en el ambiente que iba a pasar algo raro, pero no imaginaba que iban por ahí los tiros.. desaparecidaaa!! qué miedo me dan esa gente rara que aparecen en las cafeterías americanas de carretera. ¡Pobre Dani! a partir de aquí cualquier cosa puede pasar. Me tienes intrigada.
    Muy bueno el relato María, creo que nos tienes enganchad@s a muchos.
    Un fuerte abrazo.

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    1. Jajaja siiii dan mucho miedo!! Me alegro mucho de que te guste guapa! Un besazo :)

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  13. Como ando retrasada me voy a la tercera parte que ya está escrita. Lo bueno de ir con retraso es que no tengo que esperar para saber qué paso con esa novia "fantasma".
    Por cierto, se te escapó un México con minúscula (cuando el marido de la camarera les habla de su mujer), espero que no te importe el aviso.
    Un beso, me voy para la tercera parte! ¿Qué le habrá pasado a Natalia?

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  14. La muerte de mi portátil ha retrasado la lectura de esta parte pero ¡menuda suerte! porque con este final, un glorioso Cliffhanger, me hubiera subido por las paredes toda la semana. Muy buena segunda parte con esa inquietud e incomodidad que, aun no sucediendo nada que la justifique, se mantiene muy presente. Voy pa la tercera!!!

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  15. María, me voy corriendo a leer a tercera parte que esto está que arde. ¡Hasta ahora!
    Besos

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