¡Hola a todos! ¿Hacéis puente?
Aquí os dejo la segunda parte del relato Interstate 5.
Hace tiempo alguien me sugirió en los comentarios que si publicaba una historia por partes, era mejor añadir el link de las entradas anteriores. La verdad es que tiene sentido, así que aquí dejo el enlace de la primera parte:
https://todoloqueelvientosedejo.blogspot.com.es/2017/10/relato-interstate-5-parte-1.html
La tercera y última, la publicaré el martes.
Hace tiempo alguien me sugirió en los comentarios que si publicaba una historia por partes, era mejor añadir el link de las entradas anteriores. La verdad es que tiene sentido, así que aquí dejo el enlace de la primera parte:
https://todoloqueelvientosedejo.blogspot.com.es/2017/10/relato-interstate-5-parte-1.html
La tercera y última, la publicaré el martes.
Espero que os guste!!
El
interior del local tenía algo de cavernoso, incluso parecía que
allí dentro la
atmósfera se volvía menos tórrida.
Tras
la barra, una señora enjuta
los
observaba un
tanto expectante.
Natalia
diría que no era expectación en el buen sentido. Dani, que sólo
era una anciana como cualquier otra.
Tenía
el pelo negro, con rizos cortos y alborotados que recordaban a las
pelucas cutres de carnaval. El
movimiento de los brazos, mientras secaba un vaso de cristal, marcaba
una delgadez casi
raquítica. Junto
a ella, un
señor mayor había
tomado asiento en el taburete mientras escribía
algo sobre la barra.
Parecía inmerso en su propio pasatiempo. Sin levantar la mirada,
escribía fuerte sobre el papel.
Quizás,
si sigue así, acabe haciendo un agujero,
pensó Natalia.
El
hombre se pasaba la palma de la mano por la cabeza, acariciando
la calva, como si se asegurara de que los pocos pelos que le quedaban
seguían ahí. Sin
embargo, la
señora menuda
no había apartado la mirada en ningún momento, ni que fuera por una
fugaz timidez,
un
sentimiento de invasión, y
tampoco
ofreció signos de amabilidad.
La
sensación de molestar en un restaurante no debe de ser buena,
pensó.
Sin
embargo, Dani
mostró mayor decisión. Cruzó
el
local con menos recelo y
cuando estuvo frente
a la señora, apoyó
el cuerpo en uno de los taburetes tapizados e inició
una conversación en inglés con
la intención de
pedir una mesa para dos. Natalia ni tan solo lo intentó.
Se
limitó a ejercer su papel de espectadora.
Que
siempre deba ser él quien hable, pida
la cuenta,
la comida... ¿es un gesto cortés o machista?
En cualquier caso, está fuera de lugar. Me
hace sentir inútil. No
estamos en los años sesenta, no necesito que nadie hable en mi
lugar. ¿Y cómo podría ser cortés? Ese tipo de cortesía no existe
ya. Quizás
sólo es su modo de mantener
las cosas bajo control y
lo malinterpreto.
No soy una inútil y
quizás no me está tratando como tal.
Sólo
se siente más seguro así.
No
te agobies, no pienses, no merece la pena.
Con
discreción, Natalia echó un vistazo al local que tan malas
vibraciones le provocaba.
Tal
como había predicho, Dani
y
ella
eran los únicos clientes. A
la
derecha
de la barra y
separadas de ésta por un amplio pasillo,
las
mesas de madera formaban
una hilera larga que debía de llegar...¿hasta los lavabos?
Sobre
estás, en la parte donde no había ventanas, divisó
insignias
deportivas que
no supo reconocer. Lo asientos estaban
formados por
pequeños sofás
cuyo
tapizado desconchado
fue anteriormente de
un
azul celeste muy vivo. O
debió de serlo. Tomó
aire y al volverse vio que el señor rellenaba
crucigramas en castellano.
Tenía
la piel demasiado unificada, demasiado brillante, como de porcelana.
Al fin, la señora preguntó:
–Where
are you from?
Natalia
fue consciente de que había perdido el hilo de la conversación pero
enseguida se puso
en situación. Dedujo, por el tono de la señora, que en un acto
desesperado de entenderse con Dani, trataba de buscar palabras en
otro idioma. Cuando él contestó que venían de España, la señora
efectuó un gesto de admiración. A Natalia le pareció una de
esas gallinas
viejas
y negras
de
las granjas.
–¿Por
qué no lo dijisteis antes?–exclamó con acento mexicano–. Aquí
hablamos todos español.
La
mujer salió del mostrador, y al bajar el escalón apoyó la mano
diminuta en
la pared
para obtener soporte. Después echó a andar por el local mientras,
agitando una mano, les indicaba
que la siguieran.
Los
acompañó a la mesa más luminosa, junto a una ventana desde donde
se divisaba
el Starbucks.
–Aquí
estaréis bien– dijo, y encendió la tele que colgaba justo encima.
–Gracias–dijo
Dani ojeando la carta.
–Gracias–
añadió Natalia.
–¿Tú
también hablas español? Vaya, qué sorpresa, no lo diría, tan
rubia que eres, tienes pinta de
gringa.
Natalia
forzó una sonrisa, aunque pensó que no le había quedado del todo
falsa. Pidieron nachos y una hamburguesa, porque
era lo que a Dani le apetecía
y
en su mente, cuando salían a comer, la situación funcionaba de la
siguiente manera: o
los dos somos sanos, o los dos pecamos.
A
Natalia no le importó esta vez, la ensalada tampoco tenía muy buena
pinta.
–Mal
país para una vegetariana, eh–bromeó Dani.
Natalia
sonrió. No es que fuera una vegetariana que cumplía el
régimen de manera estricta,
pero limitaba el consumo de carne a escasas ocasiones.
Se
acomodó en la butaca y dejó la
ropa a
su lado.
–Creo
que va a venir.
–¿Qué?
–El
marido, creo que va a venir.
Natalia
desvió la mirada hacía la barra. Efectivamente, el señor de rostro
brillante
los observaba, muy curioso. Tardó poco en levantarse del taburete y
acercarse.
–Sí–añadió
Dani–, qué
suerte haber entrado aquí.
El
señor permanecía de pie, en una postura muy recta y con las manos
cogidas a la espalda. Parecía más dispuesto a soltar un recital que
a entablar una conversación. Había algo extraño en su expresión,
o tal vez sólo era la piel aporcelanada, demasiado unificada.
No
creo que este señor se haya puesto bótox,
pensó Natalia.
–¿Habéis
visto el tiempo en Texas?
Dani
y Natalia se miraron, agitaron la cabeza en señal de negación, y
soltaron un inseguro no.
–Pues
está inundada. Yo soy de Texas, pero mi papá era mexicano. Mi
esposa nació en méxico, pero al poco su familia se mudó.
Lo
que faltaba,
pensó Natalia, ahora
nos va a contar su
vida.
Dani
atendía al señor, con los dedos entrelazados y la cara apoyada en
las manos. Y
Natalia
lo observa a
él.
Sabía
que
era
menos sociable que ella y que por dentro debía
de estar despotricando por
la necesidad de diálogo del hombre.
Dani
necesitaba
un mínimo de aislamiento con los desconocidos.
Pero las formas le podían,
y fingía
que
la historia del señor de rostro extraño le interesaba.
Porque Dani era
así, muy muy muy agradable. Claro, muy
agradable cuando
no tenías
que aguantar sus desvaríos
maniáticos, entonces sí, era
muy muy muy agradable.
Y
el señor prosiguió.
Ahora, su hijo, que se casó con una profesora de instituto, vivía
en Texas, en una ciudad que ni Natalia ni Dani fueron
capaces de identificar, ni tan sólo estaban seguros de haberlo
entendido
bien. Ella enseñaba literatura y su hijo vendía coches de segunda
mano.
–¿A
dónde
os
dirigís
ahora?
–A
San Francisco.
–Ah,
¿y
vais por la Interstate 5?
–Sí,
es lo más rápido.
–Lo
mejor habría sido que fuerais por la costa. No hace tanto calor y el
paisaje es más bonito. ¿De dónde venís?
–De
Los Angeles, aunque hemos parado en Malibú.
Y
entonces Dani recordó algo. Se volvió hacia
Natalia y le preguntó.
–¿Aún
tienes la ropa mojada?
–Sí,
un poco.
Lo
dijo con fingida paciencia, pero Dani, si notó el sarcasmo, no lo
comentó. A
ella le
sabía mal por el hombre, normalmente era mucho más amable, pero lo
único que quería en
ese momento era
acabar
de comer para poder cambiarse de ropa en el baño. Empezaba a
incomodarle el bikini.
–Ah,
Malibú. Es una playa bonita. ¿A Texas
no vais a
ir?
Qué
manía con Texas. Ni iban a Texas, ni le apetecían ir a Texas. Ni
si quiera les pillaba de camino Texas. De repente, Natalia
temió que aquel hombre se quedara junto
a ellos
mientras comían. Se sentiría muy incómoda si
así ocurría.
Sin
embargo,
cuando la señora menuda
se
acercó con los platos gigantes, el señor aporcelanado se marchó, y
al otro lado del local, tomó
asiento en el taburete y
siguió con sus crucigramas.
–Uf,
pensaba
que se quedaría– expresó Natalia con un tono de alivio.
–Sí,
yo también.
Comieron
comentando que en aquel país todo era a lo grande. En la tele, un
partido de fútbol
americano
creaba discordia en las gradas.
–¿Te
has bebido toda la coca-cola?–
preguntó
él sorprendido.
Ella
se encogió de hombros.
–Coca-cola,
hamburguesa, este país te está cambiando – bromeó.
Ella
reaccionó con una sonrisa.
–Ya
sabes, sólo
bebo coca-cola
cuando me deshidrato o
cuando tengo resaca,
y esto parece el desierto, así
que me siento entre ambas cosas.
Dani
respondió con una risa, y de repente, la tensión del viaje se
suavizó.
–Aún
estás a tiempo de ir a Texas – y con la cabeza señaló al señor.
Como
Dani se había relajado Natalia también. Era la historia de siempre.
Uno
se enfada y el otro más, uno se tranquiliza y el otro más, y aquí
no ha pasado nada. Hasta nueva discusión.
–Qué
malo
eres–le respondió
con una sonrisa mientras se ponía de pie–Seguro que
ese pobre hombre
hace diez años
que no habla castellano con
nadie, diez años mínimo, y
está desesperado. Pobre
hombre.
–Puede
hablar castellano con su mujer.
–Ya...no,
qué va, entre ellos deben de hablar inglés.
–¿Vas
a cambiarte?
–Sí,
voy al lavabo– cogió
la ropa y se aseguró de no
olvidarse
nada–.
Enseguida vuelvo.
–Vale,
voy pagando.
Natalia
se adentró en el pasillo, siguiendo el cartel de Restroom, porque
allí, el toilet no existía, y Dani centró la atención en el
partido.
Un
jugador había efectuado
una falta violenta, y los espectadores
parecían alarmarse.
La que se va a liar, pensó.
Miró
el reloj.
¿Por
qué tarda tanto Natalia? Sólo es un bikini.
Decidió
ir pagando, para agilizar. Se habían entretenido demasiado y a las
22h debían entregar el coche en el aeropuerto de San Francisco. El
partido mantuvo el
toque violento, los
jugadores empezaban a mostrarse nerviosos.
Dani miró el reloj. ¿Qué estaba haciendo Natalia durante tanto
rato? La cuenta estaba pagada hacía casi diez minutos y la señora
empezaba a lanzarle miradas sospechosas que él
trataba de evitar. Al final, la mujer se le acercó con el mismo paso
torpe, y Dani se vio obligado a prestarle su atención.
–¿Vas
a querer algo más?
Una
invitación sutil a abandonar el local.
–No,
gracias, sólo estoy esperando a que mi novia salga del lavabo. Ha ido
a cambiarse de ropa.
–¿Su
novia?
–Sí,
la chica que me acompañaba.
–Usted
ha venido solo.
Dani
pestañeó, sin entender.
–Yo
he venido con una chica, ¿no se acuerda? Le ha dicho que parecía
americana por lo rubia que es.
–Lo
siento, pero no había ninguna chica, ni rubia ni morena. Usted
ha entrado solo.
¡¡OMG!! Menudo final, chiquilla!! Esto...¿hasta el martes?...Jajajaja...me dejas con muchas, muchas ganas de seguir leyendo.
ResponderEliminarUn besito!
Jajaja guapaaaa!! Me alegro de que te guste :)) el domingo creo que mejor reseña 😊😊 un besoteeee
EliminarFantástico María, tu segunda parte del relato se lee en un suspiro por tu narrativa ágil, amena y en este caso, en un entorno muy actual e incluso diría que muy cinematográfico. La verdad es que has cortado en un punto de suspense muy interesante, como en las series :-). habrá que esperar entonces al desenlace. Un abrazo y viva el amor gatuno.
ResponderEliminarJajajaja el amor gatuno...un gato que sabe posar y es fotogénico..lo que hay que ver! Muchas gracias, me alegro de que te guste, es verdad que es un ambiente muy cinematográfico, tanto que es imposible no inspirarse estando allí. Suerte del móvil para apuntar ideas! Un besote Miguel :))
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarHola, Maria
ResponderEliminar!Me he quedado fría y anonadada con este capítulo!
Me has hecho estremecer de pánico con la descripción del establecimiento y esa pareja. Es toda una trama de terror, ella lo intuía, no debió ir sola al baño. El final es impresionante, sorpresivo, y para rematar nos dejas en ascuas hasta el martes? OMG!!
Genial, me ha fascinado tu escritura de thriller.
!Un abrazo!
Muchas gracias guapa! Lo del martes es para dosificar un poco jejeje me alegro de que te haya gustado y que creas que se me da bien el thriller, no he escrito mucho sobre un tema así :))
EliminarUn besote enorme!!
Por lo que veo en otros comentarios, el relato continúa. Estoy intrigadísima. Pensé que acababa así y, aunque no sería un mal final, prefiero que continúe.
ResponderEliminarUn beso.
Siii, el martes publicaré la tercera parte. El domingo haré alguna reseña que tengo guardada! Gracias por el comentario!! Un besito :))
Eliminar¡Menuda faena nos haces dejándonos así, María! Qué interesante se ha quedado la historia, ahora tengo toda clase de teorías locas jajajjaa. Espero impaciente la tercera parte, el martes estoy aquí como un clavo :D
ResponderEliminar¡Un beso grande!
Muchas gracias Julia!! Me alegro de que te guste :))
ResponderEliminarVaya, esperaré a ver cómo continúa. No me agrada que en un relato corto me dejen a la mitad porque pierdo interés, pero nada, he de aguantarme. Es una costumbre que se estila mucho. Lo que haré la próxima vez será esperar a que lo publiques todo, lo leo de un tirón y te comento al final, cuando tenga la idea completa en la cabeza. Si la sugerencia no te molesta, relee porque se te ha escapado alguna errata. Por cierto, fui a recordar la parte anterior, pinché en el enlace pero no me funcionó. Pues bien, a esperar. Un beso, María.
ResponderEliminarHola Ángeles, gracias por pasarte y comentar. Desde mi punto de vista, si el relato es demasiado largo, como es el caso, es mejor dividirlo y publicarlo por partes. Más que nada porque creo que la gente puede llegar a cansarse si es demasiado extenso. Pero bueno, sólo es mi opinión, veo que prefieres leerlo de un tirón.
EliminarHe cambiado el enlace para que se pueda acceder directamente.
Un besito!!
Seguro que estás en lo cierto en que pueda cansar, pero si así le sucede a alguien es que no le gusta la literatura de verdad (es incapaz de leer seguido media hora) ni va al blog con un interés sincero de disfrutar con la lectura, sino en cumplir con un interés bloguero. Si es así, se establece el elogio por el elogio con independencia de la calidad; a mí esa alabanza vana, sin que me lean a gusto (y sin que me critiquen, que es lo que deseo) no me interesa. Observo que, por desgracia, estamos instalados en el elogio fácil, y en la mentira, por tanto, pues son maravillosos todos los relatos que leo, si me dejara llevar por los comentarios. Estamos contribuyendo a que predomine la hipocresía en este medio, cuando podría ser un intercambio sincero y constructivo que nos ayude a escribir mejor.
EliminarUn abrazo, María.
Magnífica segunda parte María. La verdad es que tienes una narrativa muy ágil y el texto se lee en un suspiro, y además con ese tipo de suspense que tanto me gusta, que es ese que parece que constantemente va a pasar algo, pero no sabes por dónde va a salir la historia... y al final toma giro. Bueno ¡nos haces esperar hasta el martes! Ya veremos lo que sucede... esto puede salir por cualquier lado.
ResponderEliminarUn besazo guapísima.
Guapísima!! Muchas gracias por el comentario, me alegro mucho de que te guste, tú que que escribes tan bien :))
ResponderEliminarUn besote y feliz domingo!! Muaaa
Hola Maria, de película de miedo.
ResponderEliminarCasi me veía diciendole a Naralia que no fuera a cambiarse, que no hacía falta y mira por donde, terrorífica su desaparición. Pobre Dani.
Me has dejado imaginando posibilidades y muy intrigada por saber tu propuesta de resolución.
Saludos
Gracia guapa! Me alegro de que te haya guatado! Un besito!!
EliminarHola María, uauhhh menuda escena!! Se palpaba en el ambiente que iba a pasar algo raro, pero no imaginaba que iban por ahí los tiros.. desaparecidaaa!! qué miedo me dan esa gente rara que aparecen en las cafeterías americanas de carretera. ¡Pobre Dani! a partir de aquí cualquier cosa puede pasar. Me tienes intrigada.
ResponderEliminarMuy bueno el relato María, creo que nos tienes enganchad@s a muchos.
Un fuerte abrazo.
Jajaja siiii dan mucho miedo!! Me alegro mucho de que te guste guapa! Un besazo :)
EliminarComo ando retrasada me voy a la tercera parte que ya está escrita. Lo bueno de ir con retraso es que no tengo que esperar para saber qué paso con esa novia "fantasma".
ResponderEliminarPor cierto, se te escapó un México con minúscula (cuando el marido de la camarera les habla de su mujer), espero que no te importe el aviso.
Un beso, me voy para la tercera parte! ¿Qué le habrá pasado a Natalia?
La muerte de mi portátil ha retrasado la lectura de esta parte pero ¡menuda suerte! porque con este final, un glorioso Cliffhanger, me hubiera subido por las paredes toda la semana. Muy buena segunda parte con esa inquietud e incomodidad que, aun no sucediendo nada que la justifique, se mantiene muy presente. Voy pa la tercera!!!
ResponderEliminarMaría, me voy corriendo a leer a tercera parte que esto está que arde. ¡Hasta ahora!
ResponderEliminarBesos