Las cosas podrían haber ido peor de cómo
han resultado. Pero eso nadie lo ve. Todos se limitan a mirarme con lástima, o
con odio, ahora mismo no sabría diferenciar una cosa de la otra.
Por el hueco de la puerta distingo la
silueta de mi madre, derecha en el pasillo. Va vestida con su camisa de Ralph Lauren
preferida, la blanca y rosa que se compró en Madrid hace medio año, pero no le
queda como siempre. Es como si de repente la elegancia que todos entendíamos
innata en ella la hubiera abandonado y se hubiera ido volando. ¿Puede la
elegancia salir volando de un cuerpo? Quizás es su expresión lo que la hace
parecer desgastada. Siempre fue emocional y sufridora.
Estoy sentada en mi cama, perdiendo el
tiempo mientras espero, y me siento como el preso de las películas, al que van
a ejecutar en breve. Al menos alguien podría preguntarme por un último deseo. Muevo
la cabeza para contemplar mejor a mi madre. No lleva ni rastro de maquillaje.
De hecho diría que el anti ojeras tampoco podría ocultar su disgusto. Se lleva
la mano a la boca y repasa visualmente la bolsa con mis cosas que hay a sus
pies. Un chándal, zapatillas, ropa interior, un libro de Sophie Kinsella que
aun no he leído. Yo me negué a hacer mi propia maleta, porque creo que todo va
bien. Pero ella, claro, no opina igual. Lo tuvo claro cuando el médico dijo:
ahora que se le ha ido la regla es cuando debemos preocuparnos de verdad.
Yo creo que todos exageran, Lucy, Mark y mi madre. Mi padre no
opina mucho, pero es evidente que no está contento.
Mi madre da un par de vueltas a su
planificación. Abre la bolsa y la cierra. La vuelve a abrir y recoloca el
interior como si antes estuviera desordenado. Me molesta que sea tan compulsiva.
Me alegro de parecerme a la familia de mi padre.
Miro el móvil, pero no hay señales de
Mark. Ayer nos vimos, un rato, sólo un rato, porque tenía entreno de futbol. Su
equipo está remontando, y si ganan el partido del sábado se colocarán entre los
cuatro primeros de la liga. Eso si ganan. Sé que se preocupa por mí,
aunque a veces no lo demuestre o no me parezca suficiente. Tal vez nunca me
haya sentido su prioridad, pero ayer me garantizó que todo saldría bien. Que
vendría a verme después de los partidos y me traería algún regalo. Sin embargo,
existe un deje de prisa en su tono. Siempre lo ha habido. El suyo, es un apoyo atropellado,
un sí sí, venga va para concluir con
la conversación y pasar a otro tema. Vive en su propio mundo y no le gusta
demasiado pensar en las cosas. Mucho menos los dramas.
Oigo el móvil de mi madre, es esa melodía que odio de la serie de
la tarde. Lo coge y enseguida sé que habla con Lucy. Comentan algo del doctor
Hernando, y después mi madre le da las gracias. Dice que mi padre nos llevará a
la clínica. Lucy es mi mejor amiga, pero desde hace unas semanas apenas
hablamos. Un buenas noches y un buenos días por WhatsApp, vacíos de sentimientos. Al menos por mi parte. A ratos
la odio por ponerse en mi contra. A ratos la echo de menos y la necesito. Pero esto último no puedo
decírselo porque pensaría que claudico y le estoy dando la razón. Un poco sí
estoy empezando a claudicar. Me estoy rindiendo. Entiendo a los náufragos que
se dejan hundir en alta mar. Es evidente que Lucy está de acuerdo con mi madre.
Son cómplices, y desearía saber cuánto llevan planeando mi desgracia.
Lucy y yo tocamos fondo cuando le dije que
dejase de meterse en mi vida. Adopté un gesto un tanto extremista, y le retiré
la palabra. Puede que no se mereciera mi actitud, pero no tenía ganas de verla.
Lo último que me dijo fue: pesas 35 kilos y mides 1.65.
No es para tanto, las cosas podrían haber ido peor. Mi madre se presiona
con un dedo el rabillo del ojo. Es delicada hasta cuando llora. Tengo la
sensación de que la elegancia le ha vuelto.
Las paredes de mi cuarto no me dicen nada.
Voy a pasar varios meses fuera de ellas, y no sé cómo me sentiré a la vuelta.
Quizás como una extraña. Porque yo ya no soy yo.
Un relato estupendo sobre una realidad muy dura, María. Ponerse en la piel de estas chicas enfermas y de las personas que las quieren es un ejercicico de empatía pura. He leído algunos libros sobre el tema y siempre me resulta apasionante el plano psicológico, pero claro, solo cobre el papel. Como realidad es un auténtico drama.
ResponderEliminarMuy bueno y muy bien escrito, me ha gustado mucho :))
¡Un saludito y feliz viernes!
Muchas gracias Julia. Me alegra que te haya gustado. Es un tema que hace unos años fue bastante preocupante por el alto de nivel de chicas que caían en este problema. Hoy en día parece más controlado, pero sigue siendo preocupante.
EliminarUn besito! :))
Hola, María. Ayer solo tuve tiempo de darle a seguir para que no se me pasara tu blog (sigo muchos, y si no tengo alguna estrategia, me pierdo algunos y me da rabia) y hoy he vuelto a leerte y me das una grata sorpresa con esta entrada tan bien escrita, sensible y - no te negaré - que me deja con ganas de más.
ResponderEliminarEncantada de haberte conocido, por aquí me tendrás sin duda.
Un beso fuerte!
Hola Noelia, tranquila por lo del descontrol, yo también lo tengo. De hecho acabo de leer tu comentario.Soy nueva en esto de los blogs y aún no domino.
EliminarMuchas gracias por pasarte y leerlo, y muchas gracias por tu buena crítica.
Un saludo :)
Hola María, me ha encantado tu relato, es muy emotivo y es de admirar como expresas el drama de esa adolescente desde su punto de vista y su amargura. No sobra ni falta nada, estupendo.
ResponderEliminar¡Un abrazo!
Muchísimas gracias Ziorta, me halaga tu comentario.
EliminarUn saludo :)
Hola María, muy bien narrado hasta que hemos sabido lo que estaba pasando en ese hogar. Es un tema muy delicado y multifactorial en mi opinión. Lo he vivido en mi familia y el ver a esas niñas ingresadas en el hospital es escalofriante.
ResponderEliminarHace aproximadamente un año, o tal vez más trate este tema, pero eso no viene al caso. Lo que sucedió fue a raíz de la película Zootopia (Zootropolis de Disney) y fue que la cantante Shakira pidió al estudio de cine, que al personaje que ella iba a doblar, la demasiado estilizada Gazelle, le dieran unas formas femeninas más acordes a la realidad para dar buen ejemplo a las niñas. La compañía del ratón Mickey acepto encantada la propuesta y la artista colombiana se salió con la suya.
Quiero decir que desde todos los ámbitos, incluido este relato, todos podemos hacer algo para evitar este drama social.
Un abrazo María!
Un relato emocionante, real, sincero. La verdad, debo decir que me ha encantado. La forma de expresarlo, simplemente genial.
ResponderEliminarUn besazo guapa
Estupendo relato, no creo que resulte sencillo meterse en la piel de una adolescente y sin embargo, mientras te leía, he tenido esa sensación de lo real, esa que te atrapa y te invita a seguir leyendo. Feliz domingo!
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