domingo, 23 de noviembre de 2025

CEFEO - Relato

 

                                                                    Imagen vía Wikipedia


He escrito este relato para el microrreto: constelaciones en el blog El tintero de oro:


He escogido la constelación Cefeo. El máximo eran 250 palabras y como me había quedado demasiado largo lo he recortado hasta conseguir la extensión adecuada. Quizás en un tiempo, suba el relato completo.

CEFEO

El barco avanzaba por el fiordo y la compañía de Marcos me resultaba más lejana que el propio horizonte. En ese preciso instante, supe que nos divorciaríamos.

Él estaba entusiasmado, aquella noche el cielo era un espectáculo. No habíamos visto la aurora boreal, pero sobre nosotros las estrellas formaban una cúpula perfecta. Me dio miedo quedarme allí encerrada, bajo ese techo salpicado e inmóvil.

—Allí está Cefeo —dijo.

—¿Dónde?

—Es la que parece una casa.

Luego prosiguió:

—Voy a pedir un café, este frío es terrible.

Cuando se fue, seguí mirando a Cefeo. Parecía una casa dibujada por un niño, sin puertas ni ventanas, con un tejado puntiagudo como el gorro de un gnomo. Y entonces parpadeó. Esto fue antes de desaparecer del cielo. Luego, transcurridos tres o cuatro segundos, volvió. Se reconstruyó estrella por estrella hasta quedar completa nuevamente.

Mi móvil vibró. Me sorprendió tener cobertura porque hacía horas que estábamos incomunicados. Era un mensaje nuevo, de un número desconocido. En la foto de perfil, la hermana de Marcos posaba en una playa, con un bikini verde.

                            Perdona que te moleste. Sé que no hablamos desde hace cinco años, 

                            desde que te divorciaste de mi hermano al volver de Noruega. 

                            Pero Marcos ha tenido un accidente de moto esta mañana 

                                                                        y ha muerto.

Leí la fecha: 23 de diciembre de 2030. 

A pocos pasos, Marcos regresaba con dos cafés en la mano. Cuando miré de nuevo el móvil, el mensaje había desaparecido. En el cielo, Cefeo seguía brillando, completa.


miércoles, 12 de noviembre de 2025

Imposible decir adiós - Han Kang (Reseña)

 


Cuando Han Kang ganó el Premio Nobel de Literatura en 2024 la Academia Sueca lo atribuyó a “su intensa prosa poética que afronta traumas históricos y expone la fragilidad de la vida humana".

Desde que empecé a leer a Han Kang no he dejado de hacerlo. Normalmente me adentro en sus libros a ciegas, porque, aunque te formes una idea de qué quiere decirte la autora, no sirve de mucho porque ella te llevará por el camino que escoja. Esto sucedía con La vegetariana, donde el consumo o no de proteína animal era lo más irrelevante de la novela.

Yo no sabía que Imposible decir adiós ponía el foco en la masacre de Jeju. Ni siquiera conocía este trágico episodio en la historia de Corea de Sur, el cual se produjo durante todo un año, desde 1948 hasta 1949.

En la novela, la historia nos presenta a Gyeongha, quien un día recibe la llamada de su mejor amiga, Inseon. Ésta última se encuentra ingresada en el hospital de Seúl tras haber sufrido un accidente en su carpintería en Jeju. Enseguida, Inseon le pide que vuele hasta la isla, ya que su cotorra ha quedado sola y teme que muera de hambre si nadie se encarga de cuidarla. Gyeongha accede, y es al llegar a Jeju que se topa con la historia familiar y la estela de la violencia sucedida décadas atrás.


                                                                                                                  Jeju, vía Pangea The Travel Store

Como ocurre en la novela Actos humanos, en la que Han Kang nos hablaba de otra masacre, la de Gwangju en 1980, podemos hablar de memoria colectiva, aunque si en Actos humanos ésta se reconstruye a partir de las voces de los protagonistas, en Imposible decir adiós se acepta el vacío y el olvido como parte del duelo. Una vez más, la autora escribe sobre el cuerpo y éste toma relevancia cuando se convierte en un lugar vulnerable y que castigar. Utiliza la naturaleza como simbología y la nieve como metáfora en la que vemos el tiempo y los ciclos y se acaba entrelazando con el duelo.

Pero también hay luz. La amistad entre las dos mujeres está presente durante la narración y aporta la tibieza que necesita la lectura sin llegar a ser la relación entre ellas ostentosa, porque si algo es la prosa de Han Kang, es directa y concisa.

Sí soy sincera, no tengo claro que los libros de Han Kang pudiera recomendarlos a cualquiera. Y esto es algo que, por mucho que me gusten, suelo pensar cuando leo tanto literatura japonesa como coreana. De hecho, el propio Murakami (en realidad, esta afirmación valdría para cualquiera de los dos Murakami) tiene una cantidad enorme de detractores que detesta sus escritos. Y es que, tanto en las novelas japonesas como en las coreanas, es fácil encontrar personajes incomprendidos que viven prácticamente alejados de la sociedad. 

Respecto a Han Kang, solo puedo decir que forma parte de mis autoras favoritas y se ha convertido en todo un referente.

Otros libros de la autora que recomiendo:





miércoles, 5 de noviembre de 2025

Amigo imaginario - Relato

 


Le gustan las películas de vaqueros. Existe algo relajante en los tiros y en los enfrentamientos donde, a menudo, es el caballo el más perjudicado. Bueno, no le gusta que mueran los caballos. En realidad, no le gusta que los animales mueran en las películas. Esa tarde, al acabar Grupo Salvaje permanece en sillón, entrecierra los ojos calculando que tiene veinte minutos para dormir antes de que llegue Delia. A ella no le gustan las películas del oeste, y además las llama Western. Pero desde que la cuida, desde que sus hijos le pagan por pasar las noches con ella, ha conseguido que la chica vea dos películas enteras. No va a mentir, se siente más segura con Delia caminando por la casa. Es ruidosa y descarada, y viste camisetas color flúor que sus hijos le piden cubrir con una bata. 

De repente, es incapaz de calcular cuánto tiempo ha pasado. Abre los ojos, desorientada y es cuando Él aparece a pocos metros. Ahora los muebles del salón parecen haberse encogido. Teme que, si se mueve, si camina hacia ella, lo arrastre todo a su paso y derribe la repisa de las figuras de porcelana. ¿Siempre fue tan grande? Sus pezuñas la asustan si las mira fijamente. No sabe distinguir si Él ha cambiado en tantos años que hace que no se ven. La última vez que la visitó ella tenía seis años y la tarde no acabó bien. Ahora tiene noventa y cinco. ¿Cuánto viven los caballos?

Ochenta y nueve años dan para muchas experiencias, Él se las ha perdido y de repente siente la necesidad de explicárselas. Y así lo hace.

Mientras narra se da cuenta de que su vida tampoco ha transcurrido demasiado emocionante. Trabajó en un laboratorio de maquillaje tres años, era aburrido, pero le regalaban pintalabios. Hizo amigas, eran seis y salían por ahí, no hacían locuras, era 1950, pero desayunaban, iban al cine, y visitaban mercerías. Luego se casó y dejó el laboratorio. Si iba al cine, era con su marido. Al poco llegaron los hijos. Tuvo tres en seis años. Se sorprende de lo geométrica que le parece su vida, los años encajan y se ordenan como una partida de Rummikub.

Concluye diciéndole que enviudó. Pero también hace mucho de eso y ya ha olvidado lo que es llorar por el marido muerto. No recuerda las rutinas del matrimonio, pero sí la autoridad de él, a veces se pregunta si ya se conocieron en un estado de practicidad. Le explica que al principio de la viudedad lloraba, y cuando el duelo la sorprendía, el llanto venía como las contracciones en el parto de sus hijos, una vez cada diez minutos. Pero ese tiempo ya quedó atrás, hace treinta años que no llora, y ahora lo que le gustaría es reencontrarse con sus amigas del laboratorio. 

El caballo parece fascinado. Ni siquiera se ha movido del sitio. Es entonces cuando le dice:

—No hay espacio para mí. Muévelo todo.

—No voy a hacerte caso. ¿No te acuerdas de lo que pasó la última vez que nos vimos? Era mi fiesta de cumpleaños y lo celebramos en casa de mis tíos. Me dijiste que llevase a mi primo al campo y lo abandonase allí, querías comprobar si un niño de dos años era capaz de volver solo. Llegó la noche y aún no había aparecido, al final tuvieron que ir a buscarlo mis padres y mis tíos, hasta la policía se involucró. Como castigo me pegaron en la mano con un cinturón.

Cierra los ojos de nuevo, Delia estará a punto de llegar.

—Ahora tira ese jarrón, no lo necesitas.

—Es un regalo de mi hijo. Lo trajo de Tailandia.

—Es feo. Lo odias.

Minutos después la puerta se abre. Delia entra cargada con bolsas, las cuales deja caer en medio de la confusión.  El salón parece otro, tiene la impresión de que una manada de animales salvajes ha arrasado el piso.

—Pero ¿qué ha hecho, señora? 

No contesta. Se deja acompañar a la cama mientras Delia recita una serie de frases inconexas. Sigue confusa, y es normal. Ya en la cama, Él asoma la cabeza en el hueco de la puerta a medio cerrar, la crin negra parece áspera.

—Mañana rompemos más cosas— le dice.


lunes, 3 de noviembre de 2025

Tradiciones - pequeño diario

 



Mi personaje favorito de This Is Us no es uno individual, sino una mezcla de dos. Mejor dicho, mi personaje favorito son dos cuando están juntos, así que en realidad estoy hablando de una relación. Rebeca y Randall representan todo a lo que aspiro ahora mismo. Esa conexión tan íntima entre madre e hijo, capaz de sobrevivir a cualquier obstáculo.




En el capítulo Pilgrim Rick, la familia Pearson se queda tirada en la carretera en Acción de Gracias, lo que los obliga a improvisar y crear su propia tradición a partir de ese caos.

Yo también he creado una tradición con mis hijos. La empecé con mi hija cuando empezó el cole, en I3. Los días de libre disposición del colegio, yo me cojo fiesta en el trabajo y nos vamos juntas a desayunar a la cafetería Mistral, en Barcelona. Pedimos croissants minis, escalivada, ensaimada, yo café... y a veces repetimos de todo un poco. Es el "día de comida chatarra", como dice ella.

Después caminamos hasta la tienda Lego, y nos quedamos allí hasta que nos cansamos de jugar con las piezas y ella decide qué caja quiere que le compre y cuál pedirá a los Reyes (los Reyes nunca se van de su cabeza, aunque sea mayo o febrero).

Ahora ella tiene seis años y mi hijo cuatro. También tiene fiesta esos días. No le entusiasman los Lego tanto como a su hermana, pero se ha unido al plan. Tampoco le queda otra: su padre trabaja y su abuela reparte las mañanas entre yoga y pintura desde que se jubiló. No tiene a nadie que lo cuide. Pero se lo pasa bien, le gusta coger el metro y las palomas de Plaza Catalunya. Y hay algo en las tradiciones que enciende una ilusión un par de días antes, y que convierte ese momento, repetido cada cierto tiempo, en algo especial.




Las tradiciones serán algo que recordarán. O eso espero. Intento que las dinámicas tengan un sello propio. Quizás me equivoque y no lo recuerden cuando sean adultos. Quizás tampoco recuerden las cenas de Halloween ni la comida temática que cocino cada 31 de octubre desde hace tres años.

Pero pienso en Kate Pearson, la hija de la familia en This Is Us, y en lo profundamente marcada que está, ya de adulta, por esa tradición de Acción de Gracias que su padre creó para ella y sus hermanos.  No puedo evitar que esto me lleve a otra relación generada en la serie y esta es la que mantiene la propia Kate con su hermano mellizo Kevin. Este vínculo también lo quiero para mis hijos. Hay muchas cosas en This is Us de las que me gustaría apropiarme, otras no tanto.

No sé si mis hijos recordarán las tradiciones. Pero, de momento, se sienten parte de una. Aunque no sepan todavía qué significa la palabra "tradición".