lunes, 3 de abril de 2017

Mimo II


Tres adolescentes de belleza más que aceptable salen del Kebab que hay junto a la parada de autobuses.
La noche es oscura, pero la farola desprende un matiz anaranjado que enaltece las siluetas atractivas. Aunque ninguna pasa de los dieciséis años, unos vaqueros ajustados y un tono rojo en los labios consiguen una madurez inexistente. El carácter avispado se encarga del resto. Llevan latas de cerveza en la mano, de una marca barata que sabe a todo menos a cerveza decente, pero esto no les importa, y entre alaridos, cruzan la calle sin mirar a los lados. Una moto se detiene en seco, y a la que parece la líder se le derrama un poco de cerveza al saltar asustada. El motorista abre la visera del casco y, preso de un ataque de ira, les suelta un sermón que a ellas divierte. Sin un ápice de vergüenza, la que parece la líder le lanza un besito irónico haciendo morritos.
Claudia contempla la escena desde su balcón de rejas. El día ha declinado hace rato, pero el bochorno consigue que su frente se humedezca. Pero está demasiado ensimismada para pensar que su vestido se le pega al cuerpo. Cree que esas niñas son atrevidas. En realidad, no lo cree, lo sabe, porque ella estaba hecha de la misma pasta trece años atrás. Porque, esas chicas deben de tener quince años, ¿no? Hoy en día es muy difícil acertar y no ofender a nadie. La ropa se ha vuelto de un estándar peculiar, es utilizable en un rango de quince a sesenta años. Contempla a las adolescentes seguir con su juerga escandalosa. Una pareja se las queda mirando. No está bien visto que las adolescentes monten estos espectáculos en la calle. No obstante, sabe que el reproche de la gente no hará más que alimentar la vanidad de las jóvenes, a esa edad el carácter rebelde es muy difícil de gobernar. Y Claudia era así hace trece años, cuando iba al instituto y se encerraba en los baños a fumar o darse el lote con algún capullo de clase.
En fin, echa un ojo a su reloj de pulsera. Santi llega tarde, lo cual ha dejado de sorprenderle. Se levanta del suelo de terrazo y se limpia el vuelo que la falda del vestido produce. No quiere ir sucia a su cita con Santi. Sabe que es una noche importante, al menos para él, y defraudarle no entra en sus planes. Entra en el piso y cierra la puerta del balcón, aunque el bochorno en el comedor se condensa como el humo en una cocina vieja.
Sonia está tumbada en el sofá desvencijado. El pelo lacio se le amontona pegajoso en la cara, podría ser de japonesa si no fuera por el tono caramelo. A pesar del calor, no parece molestarle. Ahora Sonia da una imagen de tranquilidad, muestra una estoicidad admirable, pero esa misma tarde ha sufrido uno de sus ataques de ansiedad. ¿Cómo puede una pediatra ser tan emocionalmente inestable? Bien mirado, no tiene nada que ver una cosa con la otra. A Claudia, lo que le importa es que ha llegado tarde a su clase de patinaje por tratar de consolarla. Las niñas ya esperaban nerviosas y revueltas, y ya no se han concentrado. Ahora no queda rastro de esa nube dramática que había sobre su cabeza. Después de la tormenta siempre llega la calma. Al menos, eso dicen, ¿no? Sonia tiene el mando a distancia bien sujeto en una mano, como si temiera que se lo robasen, y la otra mano tras la cabeza. Prácticamente ocupa todo el sofá, así que Claudia se sienta en una esquina mientras sopesa el estado de su vestido de tirantes. Sonia cambia de canal e inicia una larga sesión de zapping, después le pide veinte euros para la noche. Ha quedado con se chico al que lleva viendo tres meses. Claudia no sabe muy bien si son novios o sólo amigos, pero tampoco le ha preguntado. Lo importante es que a Sonia no le ha dado tiempo de ir a sacar dinero, pero en cuanto pueda, según dice, se lo devolverá.
Claudia toma aire, con un deje de desesperación, pero Sonia no se siente aludida, cree que es una manera sutil de quejarse de Santi. ¿Cómo puede tener la cara tan dura? No la va a echar de menos cuando se mude a vivir con él, aunque a ella se lo ha vendido de otra manera. No le ha confesado que ya no aguanta su desorden, sus altibajos, sus miradas tóxicas. Esos veinte euros que le deja, serán los últimos. Sabe que su ataque de esa tarde se debe a que se siente abandonada. Un sentimiento que ha dado paso al reproche. Ha preferido a un tío que a ella.


- Por cierto- Sonia se levanta de un salto-. Entiendo que debo seguir ocultando a Santi tu paranoia de Las Ramblas.
-¿A qué viene eso?-Claudia frunce el ceño, no entiende el comentario de su amiga-. Ocultar es exagerar, no tiene importancia mi anécdota de Las Ramblas.
-Que le ocultes a tu novio que has sido mimo, como una mendiga, no define muy bien tu relación.
Claudia coge aire, como si fuera a decir algo, pero lo expulsa, cansada. En el fondo es cierto, le ha mentido a Santi, o le ha ocultado una parte de su vida, que no es lo mismo, pero hay maneras y maneras de decirlo.
-Hacer de mimo no es un delito. Me he divertido durante unos meses, pero se ha acabado. Me he deshecho del traje. Se acabó. Fin. Y Santi y yo somos felices. Vamos a vivir juntos por algo.
-Ya pero ¿y si se entera? Con lo elitista que es…
Claudia se pone en pie. Tanta toxiciad la está abrumando. Pero sabe lo que implica contestarle como se merece. Una bronca y un escándalo. Se pondrá a llorar, se pondrá a gritar.
Claudia coge el bolso de bandolera y tras cruzárselo, comprueba que lleva todo lo necesario. Monedero, móvil, llaves, colorete.
-Hoy es el gran día.
-Voy a conocer a su hermano, tampoco es para tanto.
-Un hermano es un hermano. Si no le caes bien, lo vas a tener jodido.
-¿Por qué no voy a caerle bien?
Claudia está llegando al límite de su paciencia. Sabe que el rencor de Sonia tiene su base en el sentimiento de abandono. Ha dejado ese piso cutre de Sant Antoni, de rebote, la ha dejado a ella. ¿Pero qué esperaba?
-¿Ya sabes como se llama el hermano de Santi? ¿Has visto alguna foto?
-No he visto ninguna foto. No sé nada de él, sólo que se llama Marcos, y que trabaja en un cine de no sé dónde.
-¿Santi tiene un hermano que trabaja en un cine? ¿El señor empresario?
Claudia adopta una actitud tajante.
-Sonia, pásalo bien. He de irme.
Sale del piso echa un manojo de nervios. Sonia tiene ese efecto de destruir por dentro mientras se hace la víctima. No sabe cómo será vivir con Santi, pero no puede ser peor que soportar a una bipolar egocéntrica.

Espera en la portería a que Santi aparezca con su Audi color negro. Seguramente vestirá su traje gris que suele combinar con camisas pálidas. Al final de la calle, las adolescentes reaparecen, igual de escandalosas que hace apenas media hora.

14 comentarios:

  1. ala, que chulo, escribes genial guapa

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    1. Muchas gracias, me alegro de que te guste, feliz martes :)

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  2. Uyyyy,así que la historia empiezaa tener secretos... me gusta. Por cierto en una parte por en medio has puesto caludia en vez de claudia. Me he reído un montónporque he pensado que ponía otra cosa. Hasta que no me tome el segundo café, no seré persona cuerda 😂

    Un besazooooo

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    1. jajajajaja lo acabo de cambiar!
      Un besoteeee y feliz martes, yo también estoy con un café, que me pasa igual que a ti jajaj :*

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  3. Uy, vamos a ver por dónde sale el hermano...
    ;)
    Me ha dado mucha alegría ver que continuabas la historia!
    UN besazo!

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    1. Muchas gracias guapa, la iré siguiendo, a ver si no pasa tanto tiempo hasta que pueda escribir otra vez.
      Por ciertoooo!! Hoy ya es día de bailarinas, por fin jajaja
      Un besote :*

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  4. Hola María. Al principio me he despistado, pero luego me he percatado de que la mimo de la primera parte era Claudia. Realmente le estás sabiendo dar un suspense que me tiene en ascuas. A ver que pasa en el siguiente capítulo con el hermano de Santi...
    ¡Estupendo! Un besazo María.

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    1. Hola guapa. Sí, sí, es ella. Muchas gracias por tu comentario, me alegra de que te guste :)
      Un besito

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  5. Escribes de maravilla preciosa!! Me encanta
    Espero tu opinión en mi último post, besitos!

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    1. Muchas gracias por pasar por aquí y leerme.
      Un saludo :)

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  6. Hola María, entiendo que el relato descubriendo quién había detrás de la mimo, ha tomado un camino distinto por donde parecía ir. Me gusta el carácter urbano y de actualidad que les estás dando a la historia. un gusto leerte, te mando un abrazo.

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    1. Hola Miguel, me alegro de que te guste. En realidad, creo que no se ha desviado mucho.
      Un besito:)

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  7. Esto es lo que yo llamo contar una historia, con mayúsculas. Una lee sin darse cuenta, solo disfrutando de los giros del argumento, de la información que nos vas dando, del aprendizaje acerca de los personajes... y cuando se acaba, aún quieres mucho más. No hacen falta moralejas, ni conclusiones, ni trascendencia, solo la capacidad de hacer disfrutar con lo que escribes y de hacerlo muy bien.

    Enhorabuena, María, te está quedando un relato chulísimo. ¡Me encanta!

    Un beso de tarde.

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    1. Muchísimas gracias Julia. Me alegro mucho de que te guste, con lo buena escritora que tú eres!
      Un besazo guapísma :)

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