Tres adolescentes de
belleza más que aceptable salen del Kebab que hay junto a la parada de autobuses.
La noche es oscura,
pero la farola desprende un matiz anaranjado que enaltece las
siluetas atractivas. Aunque ninguna pasa de los dieciséis años,
unos vaqueros ajustados y un tono rojo en los labios consiguen una
madurez inexistente. El carácter avispado se encarga del resto.
Llevan latas de cerveza en la mano, de una marca barata que sabe a
todo menos a cerveza decente, pero esto no les importa, y entre
alaridos, cruzan la calle sin mirar a los lados. Una moto se detiene
en seco, y a la que parece la líder se le derrama un poco de cerveza
al saltar asustada. El motorista abre la visera del casco y, preso de
un ataque de ira, les suelta un sermón que a ellas divierte. Sin un
ápice de vergüenza, la que parece la líder le lanza un besito
irónico haciendo morritos.
Claudia contempla la
escena desde su balcón de rejas. El día ha declinado hace rato,
pero el bochorno consigue que su frente se humedezca. Pero está
demasiado ensimismada para pensar que su vestido se le pega al
cuerpo. Cree que esas niñas son atrevidas. En realidad, no lo cree,
lo sabe, porque ella estaba hecha de la misma pasta trece años
atrás. Porque, esas chicas deben de tener quince años, ¿no? Hoy en
día es muy difícil acertar y no ofender a nadie. La ropa se ha
vuelto de un estándar peculiar, es utilizable en un rango de quince
a sesenta años. Contempla a las adolescentes seguir con su juerga
escandalosa. Una pareja se las queda mirando. No está bien visto que
las adolescentes monten estos espectáculos en la calle. No obstante,
sabe que el reproche de la gente no hará más que alimentar la
vanidad de las jóvenes, a esa edad el carácter rebelde es muy
difícil de gobernar. Y Claudia era así hace trece años, cuando iba
al instituto y se encerraba en los baños a fumar o darse el lote con
algún capullo de clase.
En fin, echa un ojo a
su reloj de pulsera. Santi llega tarde, lo cual ha dejado de
sorprenderle. Se levanta del suelo de terrazo y se limpia el vuelo
que la falda del vestido produce. No quiere ir sucia a su cita con
Santi. Sabe que es una noche importante, al menos para él, y
defraudarle no entra en sus planes. Entra en el piso y cierra la
puerta del balcón, aunque el bochorno en el comedor se condensa como
el humo en una cocina vieja.
Sonia está tumbada en
el sofá desvencijado. El pelo lacio se le amontona pegajoso en la
cara, podría ser de japonesa si no fuera por el tono caramelo. A
pesar del calor, no parece molestarle. Ahora Sonia da una imagen de
tranquilidad, muestra una estoicidad admirable, pero esa misma tarde
ha sufrido uno de sus ataques de ansiedad. ¿Cómo puede una pediatra
ser tan emocionalmente inestable? Bien mirado, no tiene nada que ver
una cosa con la otra. A Claudia, lo que le importa es que ha llegado
tarde a su clase de patinaje por tratar de consolarla. Las niñas ya
esperaban nerviosas y revueltas, y ya no se han concentrado. Ahora no
queda rastro de esa nube dramática que había sobre su cabeza.
Después de la tormenta siempre llega la calma. Al menos, eso dicen,
¿no? Sonia tiene el mando a distancia bien sujeto en una mano, como
si temiera que se lo robasen, y la otra mano tras la cabeza.
Prácticamente ocupa todo el sofá, así que Claudia se sienta en una
esquina mientras sopesa el estado de su vestido de tirantes. Sonia
cambia de canal e inicia una larga sesión de zapping, después le
pide veinte euros para la noche. Ha quedado con se chico al que lleva
viendo tres meses. Claudia no sabe muy bien si son novios o sólo
amigos, pero tampoco le ha preguntado. Lo importante es que a Sonia
no le ha dado tiempo de ir a sacar dinero, pero en cuanto pueda,
según dice, se lo devolverá.
Claudia toma aire, con
un deje de desesperación, pero Sonia no se siente aludida, cree que
es una manera sutil de quejarse de Santi. ¿Cómo puede tener la cara
tan dura? No la va a echar de menos cuando se mude a vivir con él,
aunque a ella se lo ha vendido de otra manera. No le ha confesado que
ya no aguanta su desorden, sus altibajos, sus miradas tóxicas. Esos
veinte euros que le deja, serán los últimos. Sabe que su ataque de
esa tarde se debe a que se siente abandonada. Un sentimiento que ha
dado paso al reproche. Ha preferido a un tío que a ella.
- Por cierto- Sonia se
levanta de un salto-. Entiendo que debo seguir ocultando a Santi tu
paranoia de Las Ramblas.
-¿A qué viene
eso?-Claudia frunce el ceño, no entiende el comentario de su amiga-.
Ocultar es exagerar, no tiene importancia mi anécdota de Las
Ramblas.
-Que le ocultes a tu
novio que has sido mimo, como una mendiga, no define muy bien tu
relación.
Claudia coge aire, como
si fuera a decir algo, pero lo expulsa, cansada. En el fondo es
cierto, le ha mentido a Santi, o le ha ocultado una parte de su vida,
que no es lo mismo, pero hay maneras y maneras de decirlo.
-Hacer de mimo no es un
delito. Me he divertido durante unos meses, pero se ha acabado. Me he
deshecho del traje. Se acabó. Fin. Y Santi y yo somos felices. Vamos
a vivir juntos por algo.
-Ya pero ¿y si se
entera? Con lo elitista que es…
Claudia se pone en pie.
Tanta toxiciad la está abrumando. Pero sabe lo que implica
contestarle como se merece. Una bronca y un escándalo. Se pondrá a
llorar, se pondrá a gritar.
Claudia coge el bolso
de bandolera y tras cruzárselo, comprueba que lleva todo lo
necesario. Monedero, móvil, llaves, colorete.
-Hoy es el gran día.
-Voy a conocer a su
hermano, tampoco es para tanto.
-Un hermano es un
hermano. Si no le caes bien, lo vas a tener jodido.
-¿Por qué no voy a
caerle bien?
Claudia está llegando
al límite de su paciencia. Sabe que el rencor de Sonia tiene su base
en el sentimiento de abandono. Ha dejado ese piso cutre de Sant
Antoni, de rebote, la ha dejado a ella. ¿Pero qué esperaba?
-¿Ya sabes como se
llama el hermano de Santi? ¿Has visto alguna foto?
-No he visto ninguna
foto. No sé nada de él, sólo que se llama Marcos, y que trabaja en
un cine de no sé dónde.
-¿Santi tiene un
hermano que trabaja en un cine? ¿El señor empresario?
Claudia adopta una
actitud tajante.
-Sonia, pásalo bien.
He de irme.
Sale del piso echa un
manojo de nervios. Sonia tiene ese efecto de destruir por dentro
mientras se hace la víctima. No sabe cómo será vivir con Santi,
pero no puede ser peor que soportar a una bipolar egocéntrica.
Espera en la portería
a que Santi aparezca con su Audi color negro. Seguramente vestirá su
traje gris que suele combinar con camisas pálidas. Al final de la
calle, las adolescentes reaparecen, igual de escandalosas que hace
apenas media hora.
ala, que chulo, escribes genial guapa
ResponderEliminarMuchas gracias, me alegro de que te guste, feliz martes :)
EliminarUyyyy,así que la historia empiezaa tener secretos... me gusta. Por cierto en una parte por en medio has puesto caludia en vez de claudia. Me he reído un montónporque he pensado que ponía otra cosa. Hasta que no me tome el segundo café, no seré persona cuerda 😂
ResponderEliminarUn besazooooo
jajajajaja lo acabo de cambiar!
EliminarUn besoteeee y feliz martes, yo también estoy con un café, que me pasa igual que a ti jajaj :*
Uy, vamos a ver por dónde sale el hermano...
ResponderEliminar;)
Me ha dado mucha alegría ver que continuabas la historia!
UN besazo!
Muchas gracias guapa, la iré siguiendo, a ver si no pasa tanto tiempo hasta que pueda escribir otra vez.
EliminarPor ciertoooo!! Hoy ya es día de bailarinas, por fin jajaja
Un besote :*
Hola María. Al principio me he despistado, pero luego me he percatado de que la mimo de la primera parte era Claudia. Realmente le estás sabiendo dar un suspense que me tiene en ascuas. A ver que pasa en el siguiente capítulo con el hermano de Santi...
ResponderEliminar¡Estupendo! Un besazo María.
Hola guapa. Sí, sí, es ella. Muchas gracias por tu comentario, me alegra de que te guste :)
EliminarUn besito
Escribes de maravilla preciosa!! Me encanta
ResponderEliminarEspero tu opinión en mi último post, besitos!
Muchas gracias por pasar por aquí y leerme.
EliminarUn saludo :)
Hola María, entiendo que el relato descubriendo quién había detrás de la mimo, ha tomado un camino distinto por donde parecía ir. Me gusta el carácter urbano y de actualidad que les estás dando a la historia. un gusto leerte, te mando un abrazo.
ResponderEliminarHola Miguel, me alegro de que te guste. En realidad, creo que no se ha desviado mucho.
EliminarUn besito:)
Esto es lo que yo llamo contar una historia, con mayúsculas. Una lee sin darse cuenta, solo disfrutando de los giros del argumento, de la información que nos vas dando, del aprendizaje acerca de los personajes... y cuando se acaba, aún quieres mucho más. No hacen falta moralejas, ni conclusiones, ni trascendencia, solo la capacidad de hacer disfrutar con lo que escribes y de hacerlo muy bien.
ResponderEliminarEnhorabuena, María, te está quedando un relato chulísimo. ¡Me encanta!
Un beso de tarde.
Muchísimas gracias Julia. Me alegro mucho de que te guste, con lo buena escritora que tú eres!
EliminarUn besazo guapísma :)