Un día mi amiga Chloe me confesó que
detestaba volar. Después, esperó que yo formulara algún
comentario, pero al ver que me limitaba a contemplarla con expresión extrañada
y un tanto escéptica, continuó:
“El avión es, para mí, el peor medio de transporte que existe”.
“El avión es, para mí, el peor medio de transporte que existe”.
Su confidencia me sorprendió, no
sólo porque sabía que ya había viajado antes y jamás, en
ese tiempo, me había confesado el menor indicio de incomodidad, sino porque al día
siguiente nos marchábamos a Venecia a pasar el fin de semana. Le pregunté qué
quería decir, y por qué no me lo había explicado antes. Ella se encogió de
hombros y expuso:
“Es que no tiene importancia. Volar es rápido y me adapto, pero las horas en el aeropuerto son largas y pesadas, se hacen tediosas. Y luego, en el aire, las turbulencias me asustan”.
Yo le contesté que a mí, sin embargo, me relajaba observar el vaivén de los pasajeros y leer los destinos en las pantallas, visitar las tiendas de recuerdos, los Duty Free y comprar alguna revista. Ella sonrió:
“Ya te he dicho que no tiene importancia”.
“Es que no tiene importancia. Volar es rápido y me adapto, pero las horas en el aeropuerto son largas y pesadas, se hacen tediosas. Y luego, en el aire, las turbulencias me asustan”.
Yo le contesté que a mí, sin embargo, me relajaba observar el vaivén de los pasajeros y leer los destinos en las pantallas, visitar las tiendas de recuerdos, los Duty Free y comprar alguna revista. Ella sonrió:
“Ya te he dicho que no tiene importancia”.
A la mañana siguiente, nos
encontramos, puntuales, en el aeropuerto. Nos pusimos a la cola del control de
pasajeros. Como sólo pasaríamos en Venecia un par de días, no necesitábamos
facturar equipaje, de manera que una pequeña maleta nos bastaba.
Fue allí donde, conociendo las
aprensiones de Chloe, comprendí que se mostrase callada y taciturna. Para animarla, una vez dentro de la zona de
embarque, le dije que tenía hambre y le propuse desayunar. A ella le
pareció una buena idea, lo cual me hizo creer que sus temores se habían
mitigado; pero mientras caminábamos, buscando una cafetería, me preguntó si
estaba nerviosa. Contesté con un ”no” rotundo, y centré mis pensamientos en
otra cosa.
Me sentí atracada al pagar un desayuno que nada tenía de especial, pero estas cosas son típicas de los aeropuertos. Así que pagamos y nos sentamos al fondo de la cafetería, muy cerca de una tienda de libros y revistas. Mientras Chloe miraba el móvil me dediqué a observar el ambiente.
"Qué aburrimiento, eh" dijo Chloe.
"Estamos esperando para embarcar, no en la discoteca".
"Y queda lo peor".
"Hija qué negativa, en breve estaremos en Venecia".
"Después de las turbulencias"
"¿Qué turbulencias?"
"Las que nos encontraremos"
Resoplé. Me tendría que haber ido sola a Venecia.
"Lo que quiero decir es que en coche eres tú quien controlas, y sin embargo, en un avión no te queda otra que fiarte del piloto".
"Confío en el piloto porque entiendo que hizo sus prácticas".
"Pero no conoces a esa persona, y tú no puedes controlar".
"Eso es una tontería" dije."En el coche puedes controlar tus movimientos pero no al coche que viene en contra dirección, por ejemplo".
"Ya te dije ayer que lo que pienso es una tontería sin importancia" dijo resignada, un poco víctima.
Me acabé el café, que era amargo y aguado. Ella hacía rato que había terminado.
"¿Has traído el paraguas?" me preguntó cuando nos levantábamos.
"No, ¿por qué?"
"Porque va a llover. Han dicho que va a llover".
Cogí aire profundamente, necesitaba paciencia para las horas que me quedaban por compartir con ella.
"¿Estás nerviosa?"
"No" contesté un poco enfadada.
¿Por qué estaba enfadada?
Algo había ocurrido. No sé si al declararme sus miedos e inquietudes, consiguió transmitírmelos, o quizás es que el pesimismo se contagia. El caso es que a partir de ese instante el viaje se volvió complicado. Desde el momento en el que el desayuno me pareció extremadamente caro, y después me aburrí esperando en la puerta de embarque, fue un agobio total. Y, mientras sobrevolábamos el mediterráneo, las turbulencias me estremecieron. Finalmente advertí lo que había sucedido: Chloe me había envenenado con su pesimismo. Jamás volví a viajar con ella.
"Qué aburrimiento, eh" dijo Chloe.
"Estamos esperando para embarcar, no en la discoteca".
"Y queda lo peor".
"Hija qué negativa, en breve estaremos en Venecia".
"Después de las turbulencias"
"¿Qué turbulencias?"
"Las que nos encontraremos"
Resoplé. Me tendría que haber ido sola a Venecia.
"Lo que quiero decir es que en coche eres tú quien controlas, y sin embargo, en un avión no te queda otra que fiarte del piloto".
"Confío en el piloto porque entiendo que hizo sus prácticas".
"Pero no conoces a esa persona, y tú no puedes controlar".
"Eso es una tontería" dije."En el coche puedes controlar tus movimientos pero no al coche que viene en contra dirección, por ejemplo".
"Ya te dije ayer que lo que pienso es una tontería sin importancia" dijo resignada, un poco víctima.
Me acabé el café, que era amargo y aguado. Ella hacía rato que había terminado.
"¿Has traído el paraguas?" me preguntó cuando nos levantábamos.
"No, ¿por qué?"
"Porque va a llover. Han dicho que va a llover".
Cogí aire profundamente, necesitaba paciencia para las horas que me quedaban por compartir con ella.
"¿Estás nerviosa?"
"No" contesté un poco enfadada.
¿Por qué estaba enfadada?
Algo había ocurrido. No sé si al declararme sus miedos e inquietudes, consiguió transmitírmelos, o quizás es que el pesimismo se contagia. El caso es que a partir de ese instante el viaje se volvió complicado. Desde el momento en el que el desayuno me pareció extremadamente caro, y después me aburrí esperando en la puerta de embarque, fue un agobio total. Y, mientras sobrevolábamos el mediterráneo, las turbulencias me estremecieron. Finalmente advertí lo que había sucedido: Chloe me había envenenado con su pesimismo. Jamás volví a viajar con ella.
Desde luego que no es el tipo de compañía que una persona espera para un viaje que suele hacer ilusión.
ResponderEliminarUn besazo!
Jajaj nooo ni para viajar ni para nada! Desgraciadamente, hay más gente así de la que debería!
EliminarUn besito guapa! :))
No sé si el pesimismo es literalmente contagioso, pero está claro que el mal humor y los presagios negativos enturbian el ánimo de todos los que están alrededor. Tengo la sensación de que con esa actitud Chloe no va a tener muchas amistades...
ResponderEliminarBuen relato, María. Revisaré mi comportamiento, que me parece que a veces yo también me pongo un poco gruñona jajajaja.
¡Un beso y buen finde!
Es que si viajas con gente negativa no se puede disfrutar de ningún viaje. Un abrazo
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