sábado, 19 de noviembre de 2016

Sex and the City

Para ser sincera, la primera escena que vi de Sexo en Nueva York no me gustó. De eso debe de hacer ocho o nueve años, o quizás más. Era ese capítulo en el que Miranda se atraganta mientras come, y tras recuperarse del susto de ahogarse con su take away,  bombardea a Carrie con su miedo a morir sola. Y con sola se refería a soltera. Carrie, como buena amiga que es, la escucha estoica, aunque sin mostrar mayor preocupación. A mí me quedó claro: la trataba como a una loca. El caso es que me pareció una escena ridícula y Miranda una alarmista acomplejada. Pero como suele decirse, las grandes amistades comienzan con un "tú me caías mal" y algo parecido me ocurrió con las chicas de Sexo en Nueva York. Poco podía imaginar que aquel personaje, ambicioso y cínico, llamado Miranda Hobbes acabaría siendo una de mis heroínas televisivas, que capítulo tras capítulo la vería como una Wonder Woman terrenal capaz de compaginar su brillantez profesional en un mundo de hombres con la familia que (de forma surrealista y muy lejos de ser un cuento de hadas) acaba formando. 
Aún así, empecé a ver la serie desde el principio, eso sí, un poco reticente. A los pocos capítulos, mucho antes de que Bon Jovi (mi amor platónico durante la adolescencia) hiciera su cameo, ya me había tragado mis palabras. No solo estaba enganchada sino que soñaba con viajar a Nueva York, beber Cosmopolitan y enfundarme unos Manolo Blahnik . Viví las seis temporadas como si ellas fueran mis amigas, porque a decir verdad, ver Sexo en Nueva York es como mirarse en un espejo. Yo tengo una amiga Samantha Jones, sexy y liberal, una Charlotte York, que vivió su boda de princesa y aunque su matrimonio naufragó, sigue creyendo firmemente en el amor más puro, y algunas Miranda Hobbes, esforzándose cada día en dar la mejor versión de sí misma. 
Carrie no es más que el reflejo de las relaciones habidas y por haber. A veces los hombres te putean, y otras, eres tú quien sin darte cuenta, te portas mal. Y cada vez que Carrie volvía con Mr Big yo me indignaba, y la rabia provocaba que ardiera por dentro, ¿por qué lo aguantas? Hay más tíos, te mereces algo mejor. Tienes a Aidan, que es un buen chico. Esas mismas palabras que en alguna ocasión había recibido yo misma.
A medida que avanza la serie, ésta va tomando un carácter más dramático: la infertilidad de Charlotte, el cáncer de Samantha, la valentía de Miranda al convertirse en madre soltera, y una Carrie que todo lo perdona, siendo proclive a las relaciones tóxicas. Sin embargo, lo mejor, no es contemplar a cuatro amigas saliendo de copas con vestidos y zapatos de temporada, sino ser testigo de esa capacidad de enfrentarse al mundo y sus problemas sin perder la autoestima ni la pasión. Ni siquiera la sonrisa. Ésa manera divertida de convertirse en adultas a marchas forzadas.
Podría profundizar tanto que estaría horas y horas enumerando anécdotas que me marcaron y me hicieron exclamar: ¡yo pienso igual! O simplemente, me enternecieron.
Y como  dijo Carrie Bradshaw: No deberíamos esperar que un hombre nos lo diera todo, sino aprender que cada persona nos ofrece algo distinto.

2 comentarios:

  1. Olé! Nunca mejor dicho. Sexo en Nueva york es una serie muy especial y como tú has comentado, va mucho más allá de la primera imagen que toma todo el mundo cuando la ve por encima. Nunca me cansaré de verla, y cada poco me la veo entera, pero como dices, son unos personajes a los que coges mucho cariño, con los que te llegas a identificar. Yo no dejo de recomendarla. ^^ Un besazo

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    1. Estoy de acuerdo con lo que dices, Alice. Para mí también es un gran referente. Yo, que no soy muy sensiblera con las películas ni las series, me emocioné mucho con algunas escenas, especialmente durante la última temporada!
      Un besito! :)

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