¿Qué mejor manera de empezar un sábado que releyendo un clásico de la literatura? Jane Austen es de esas escritoras adoradas por las mujeres aficionadas a la lectura (tal vez no por todas, pero sí por una gran mayoría). La verdad, es que Orgullo y prejuicio es una novela intemporal, quizás esa crítica social de la época y ese carácter fuerte de Lizzy Bennet la ha convertido en un clásico que perdura en el tiempo.
Hay quien no comprende que una novela se lea por segunda vez, pero a mí me parece que obtengo un segundo punto de vista, creo que con la segunda lectura los detalles se aprecian mejor, y es cuándo puedo llegar a un análisis más detallado. En este caso, durante esta segunda lectura no he dejado de pensar: pobre Darcy. Este sentimiento nunca se me había generado antes, ni cuando la novela cayó en mis manos por primera vez, ni viendo las diversas películas o adaptaciones. Pero sí, ahora he pasado el libro entero pensando: pobre Darcy, qué injusto es todo el mundo con él. Antes me gustaba, pero ahora creo que me he enamorado un poco.
Ya he dejado claro que adoro Orgullo y prejuicio, aunque es cierto que yo soy my fan de todo lo "British", y quizás por eso, cualquier novela que se considere muy inglesa tiene puntos para gustarme. Y es que esta cultura tiene algo que me apasiona: Jane Austen, Downton Abbey, Emma Thompson, Ana Bolena, Monthy python, Suede, Pulp, Covent Garden, el castillo de York, Liverpool y su puerto que me despeina con el viento constante, la serie de Sherlock, Kate Middleton y su look elegante, incluso adoro las pastas de mantequilla.
Hace unos años hice un interrail por Inglaterra y Escocia, y creo que pocos viajes me han causado esa satisfacción cultural. En un chispazo de felicidad, me compré en Oxford una edición en inglés de Los cuentos de Canterbury, la cual todavía no he leído y creo que por la dificultad del vocabulario, jamás seré capaz de leer, pero en mi estantería está, como una reliquia, y me hace feliz.
Siempre digo que no me canso de visitar Londres, de caminar por sus calles y entrar en sus bares. Hace unas semanas realicé una escapada, de viernes a domingo, y entonces supe que visitar una ciudad varias veces es como releer una novela.
Siempre surgen nuevos detalles que te sorprenden.