¡Hola
todos! ¿Cómo ha empezado la semana??
Hace
varios días vi la foto de cabecera en el perfil de Instagram de una chica rusa que
sigo. Se llama Hobopeeba y sus fotos me gustan mucho porque contienen cierto aire
de fantasía romántica. Nieve cayendo, colores dulces y mucha Plaza Roja de
Moscú.
El
caso es que la imagen me gustó tanto que me inspiró para escribir un relato. No
quería utilizar la foto sin su permiso, pero tampoco usar otra diferente,
porque la que me había inspirado era precisamente esa.
¿A
que es bonita?
Así
que le escribí a la chica y le pregunté (en inglés) si podía utilizar la imagen
para la cabecera mi blog. Me respondió un par de días después un escueto Yes, hi. Lo cual me hace pensar que o
bien es una chica muy ocupada, o no se ha enterado de lo que le he dicho. En
fin, voy a aferrarme a ese Yes, hi para
autoconvencerme de que me ha dado permiso. Además, le dije que la nombraría en
el blog y que indicaría que la imagen es suya, y es lo que estoy haciendo.
Por
otro lado, siempre intento participar en El tintero de oro, pero no hay manera
de conseguir un texto que encaje en cuanto a tamaño. Siempre me excedo. Así que
a ver si la próxima vez puedo.
De
momento, aquí dejo el relato que me ha inspirado la imagen de Hobopeeba (Kristina
Makeeva).
Hojas de color salmón
“Un hilo rojo invisible conecta a
aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar tiempo, lugar o
circunstancias. El hilo rojo se puede estirar, contraer o enredar,
pero nunca romper” (Leyenda japonesa sobre el amor y el destino)
Cada
tarde, a las cinco, Marcos aparece puntual en la puerta del instituto. Se ha
comprado un coche nuevo, uno de esos familiares con algo incorporado llamado
control de crucero adaptativo que todavía no sé muy bien qué es. Dice que,
ahora que queremos tener familia, necesitamos un coche grande. Yo no creo en
esa necesidad, al fin y al cabo, ahora vivimos lejos de la ciudad, y desde casa
hasta cualquier punto del pueblo no hay más de veinte minutos caminando. Pero
no seré yo quien le robe la ilusión. Es un detalle por su parte que venga a
buscarme al instituto, y aunque no lo considero necesario, finjo
agradecimiento. En el fondo sé que no es más que un modo amable de pagar su
culpabilidad, después de todo, lo hemos abandonado todo por su trabajo. Pero
ahora no puedo quejarme, nadie me obligó a aceptar la nueva vida. Así que cada
día, a las cinco en punto, salgo por la puerta de profesores, junto a Cati
Cantó, la profesora de mates cuyo nombre me provoca cierta gracia por la
consonancia. Es una señora pequeña y menuda que viste pantalones ajustados y
botas altas. Si no fuera porque se acerca a los sesenta, diría que parece un jockey.
Nos despedimos, y me dirijo al coche nuevo de Marcos. Él me ayuda a guardar el
violín en el maletero, y dice: qué bien
nos va el coche, así puedes guardar tus cositas. Mis cositas son mis
instrumentos de música. Al menos podría utilizar otra palabra. Quizás no ha
notado que tus cositas conlleva un
acusado gesto despectivo, como si fuera un pasatiempo que me entretiene. No le
digo que me ofende, Marcos lo hace con buena intención. No hay persona más
inocente que él en el mundo. Pero la realidad es que empiezo a odiar ser la
profe de música del pueblo. Y a veces le odio a él. Pero ahora no sería justo
quejarme, ya lo he dicho antes, nadie me obligó a aceptar esta nueva vida.
Marcos
y yo vivimos en una calle diminuta y sombría llamada Paseo de los besos. Es
curioso porque allí solo hay viudas mayores y solteros. Yo quería comprar una
casa junto a la Plaza de la Vila, cerca del árbol de las hojas color salmón,
pero Marcos se negó. Él quería vivir en la antigua casa de sus abuelos, aunque
ésta tuviera una proporción desgarbada, más alta que ancha. Así que ahora mi
hogar es una casa de piedra que tiene cinco plantas. En la entrada hay un
lavabo pequeño y antiguo que tuve que limpiar de moho por miedo a coger una
infección. En la segunda, dos dormitorios adolescentes. En la tercera el
comedor con un pequeño balconcito de rejas y una cocina de fogones. En la
cuarta, el dormitorio de matrimonio con un desvencijado armario empotrado que
espero que no me lleve a Narnia un día de estos. En la quinta está el desván,
dónde cuidé hasta que se marchó volando a un gorrión herido que encontré en el
suelo el primer día que llegué a este pueblo. Por las noches, si me despierto
con ganas de ir lavabo, me da miedo bajar hasta la planta baja. Todo es
demasiado agreste y desproporcionado. Marcos dice que no hay lugar más seguro
en el mundo que el pueblo en el que vivimos.
–¿Qué
va a ocurrir en un pueblo? – me dice.
Yo
respondo que todos los lugares son seguros hasta que dejan de serlo. A veces pienso que ojalá ese armario sí me
lleve a Narnia. Lo que sea con tal de salir de este lugar.
Un
inicio fascinante para el resto de mis días.
¿No?
Preferiría que Marcos dejara de lado esa actitud lastimera. No necesito
su compasión, ni que me anime. Pero él es bueno, y lo intenta. Quiere que yo
sea feliz para que nos amoldemos pronto al pueblo y todo encaje a la
perfección. Así nuestra decisión habrá sido acertada. Y todos estaremos
contentos. Como unas castañuelas.
Hoy
es una noche especial, porque algunos chicos del instituto van a representar en
la Plaza de la Vila una obra de vampiros que ellos mismos han escrito. Leí el
guion en el aula de profesores, y me pareció entretenido. Han colocado sillas
plegables alrededor de la tarima, y han repartido pastitas de canela. Marcos y
yo nos hemos sentado a una distancia prudencial de la tarima, en la terraza de
uno de los pocos bares que hay alrededor. Sobre nosotros los flecos de
plásticos adornan la plaza. También hay farolillos verdes y rojos. Reconozco
que el trabajo por parte del instituto ha sido impecable.
Y
entonces miro hacia el otro lado de la plaza, justo donde ésta acaba y las
calles solitarias se pierden en la oscuridad. Ahí está el árbol de las hojas color
salmón. Hay algo brillante a su
alrededor, no sabría decirlo. Es como una luz entre tanta opacidad. Marcos debe
de darse cuenta de que me abstraigo y me llama.
–
Olvídate de ese árbol.
–
¿Por qué? Me gusta.
–
¿Que te gusta el árbol?
–
Sí, es bonito.
–
Tú hazme caso y no te acerques.
–
¿Le ocurre algo?
–
Nada – dice Marcos –. No importa, pronto
lo talarán.
–
¿Por qué?
–
No te preocupes por eso ahora.
–
Es que no entiendo por qué iban a talar lo
más bonito que hay en el pueblo.
–
Porque no es seguro.
No
hace falta ser un genio para percibir que Marcos no quiere hablar del tema,
pero a mí me sorprende tanto misterio. Él se acaba la cerveza de un trago, y
centra la atención en la obra.
Al
día siguiente un aire congelado nos invade. No estoy acostumbrada a tanta
niebla, siempre he vivido muy cerca de la playa. A la hora del descanso le digo
a Cati que he olvidado algo en casa y que volveré enseguida. Ella apenas tiene
tiempo de responder, y se limita a asentir con la cabeza mientras me abrocho el
abrigo amarillo y me coloco el gorro de lana. Después salgo a toda prisa.
Camino
rápido. Sé que tengo que volver antes de levantar sospechas. Me tranquiliza
saber que ese día Marcos ha salido del pueblo y no podrá encontrarme fisgoneando.
No sé qué me ocurre, pero tengo la necesidad de contemplar el árbol de cerca.
Bajo la calle principal y cuando llego a la plaza encuentro los restos de los
farolillos y los flecos de plástico esparcidos por el suelo. Se están tomando
su tiempo en lo que a limpieza se refiere. Y es en ese instante que empieza a
nevar. Son las once de la mañana, pero el cielo se despliega gris y opaco.
Parece que sea de noche, es como si unas nubes tenebrosas se hubieran comido al
sol. Hace años que no veo la nieve. En la ciudad donde vivía nunca nevaba. Una
vez, hace siete años cayó una nevada y parecía que el mundo se acababa. Los
coches se quedaron tirados en la autopista durante horas, y el transporte público
dejó de funcionar. Pero aquí, parece que es lo normal. No es como en la ciudad.
Aquí la gente está preparada. Y lleva calzado adecuado. El mío, sin embargo, se
echará a perder. Pero todo esto ha dejado de importarme. Tuerzo a la izquierda
y cruzó la plaza. La nieve empieza a engancharse en las puntas de mi pelo.
Cuando llego junto al árbol me doy cuenta de que ha perdido las hojas color
salmón. En su lugar, los copos de nieve descansan sobre las ramas desnudas. Voy
a acercarme, quizás no tendré más ocasiones de verlo de cerca.
Acaricio
el troco con los guantes, y aun así puedo notar la robustez. Y entonces, ante
mí aparece un chico de mi edad, no sé qué hace ahí detenido, observándome. No
es del pueblo, si lo fuera lo habría visto antes. Aquí todos se conocen. Tiene
el pelo ensortijado y rubio. Parece uno de esos Vikingos que salen en la serie
que aún no he visto. Solo que viste con chaqueta de pana y lleva barba rasa. Me
parece atractivo, y eso que siempre preferí los hombres morenos. Pero no sé
quién es. Me dice algo que no comprendo. Debe de ser sueco, o ruso. O de Islandia.
A saber. Tras de él se extiende una vasta explanada verde con un lago congelado
a lo lejos. Hay un camión con troncos de árboles junto a una caseta roja que
parece un granero. Creo me estoy mareando, o que he bebido demasiado café para
la poca actividad que hay en este pueblo. No sé dónde estoy.
Doy
unos pasos hacia atrás, muy perdida, y cuando recobro la compostura he vuelto a
la plaza. Los vecinos pasan por mi lado sin darse cuenta de que estoy aturdida.
O quizás me estoy volviendo loca. Ha dejado de nevar, y el árbol luce de nuevo
sus hojas color salmón.
Me
prometo a mí misma olvidarme del tema, y esa noche trato de centrarme en la
lectura de mi ebook sobre alimentos que fomentan la esterilidad. Marcos dice
que no me quedo embarazada porque estoy estresada, cosa que no entiende, porque
no existe un lugar más tranquilo que el sitio donde vivimos ahora. Será una de
esas paradojas de la vida, pienso yo.
Lo
observo caminar por la habitación, hasta que se mete en la cama conmigo. Dejo
el ebook en la mesita y traicionándome a mí misma le digo con fingida
inocencia:
–¿Qué
le ocurre al árbol?
–¿Qué
le ocurre?
–
No lo sé, ayer me advertiste como si fuera peligroso.
Marcos
tarda unos segundos en responder. Se quita las gafas y tuerce el gesto.
–
En algunas ocasiones ha desaparecido gente. Y siempre ha sido justo ahí.
–¿En
el árbol?
–
Sí.
–¿Ha
desparecido gente en el árbol? ¿No decías que éste es el lugar más seguro del
mundo?
–
Si, nadie va a entrar a robarnos. Lo que ocurre es que a lo largo de la
historia han desaparecido tres personas junto al árbol. Y nunca se les ha
vuelto a ver. Es todo muy raro.
–¿Pero
nadie sabe qué les ha ocurrido?
–
No. Quizás hayan huido del pueblo. Sería lo más probable.
–
O quizás los hayan secuestrado.
–
Hay una teoría absurda que circula entre la gente mayor. Hablan de esa
estupidez del hilo rojo.
–¿Qué
dicen?
–
Dicen que el árbol te lleva junto a la persona que tiene atado el otro extremo
de tu hilo rojo. Sabes la leyenda, ¿no? Todas las personas estamos conectadas
con otra mediante un hilo rojo invisible.
–¿Quieres
decir que el árbol te lleva ante el amor de tu vida?
–
Supongo, sí. Pero son estupideces. Y aunque fuera cierto no te preocupes,
porque el amor de tu vida soy yo.
Marcos
bromea al respecto, y me da un beso cariñoso en el cuello. Pero yo no puedo
dejar de pensar en lo que he visto.
–
Además, lo talarán en breve. Así que un problema menos.
Vuelvo
a decirle a Cati que me he olvidado algo en casa. Ella me lanza una mirada
escéptica, pero tampoco realiza un comentario al respecto.
Salgo
corriendo, y bajo por la calle principal. Las manos se me congelan del frío que
hace ese día, y al llegar a la plaza comienza a nevar. Giro a la izquierda y me
acerco al árbol. Ha vuelto a perder las hojas y ahora su aspecto provoca cierta
sensación de escarcha. Como los pescados en el mercado.
Acaricio
el árbol y enseguida la explanada verde vuelve a aparecerse ante mí. Quizás debería
adentrarme. Si esto es producto de mi imaginación alguien me recogerá cuando me
desmaye. Doy un par de pasos y dejo atrás el árbol. Y es en ese momento cuando
el chico rubio aparece de nuevo. Es terrible. Viste una camisa de franela y
lleva los pantalones raídos en los bajos.
–
Who are you?
Eso
sí lo entiendo. Me ha preguntado quién soy. Tiene una voz fuerte, pero está tan
sorprendido como yo.
–I’m
Clara – le digo y me señalo el pecho como si fuera Jane. Qué patética.
Entonces
me ofrece la mano para saludarme.
–Hansel–
dice.
Me
hace gracia que alguien se llame como el niño del cuento, pero trato de no
reírme para no parecer infantil.
Hansel
habla inglés, menos mal. Yo no lo hablo tan bien como él, pero nos entendemos.
Me dice que hace bastante frío en esa época del año. Le doy la razón, mi
gorrito y mi abrigo empiezan a ser insuficientes. Me sorprende que él lo
tolere. Quizás está acostumbrado. O quizás es un vikingo de verdad, con esa
fuerza de pueblo tan folclórica. No tengo ni idea de dónde estoy. Ayer pensé
que podría ser Suecia o Rusia. Sólo sé que hay nieve en la punta de las
montañas, y el verde del campo está marchito. Aun así, me parece un paisaje
precioso. No sé de dónde viene el nombre de Hansel. ¿Es alemán? Pero no estoy
en Alemania, eso lo sé. Quizás en Islandia.
Hansel
me invita a entrar en una taberna que hay junto al lago. No es gran cosa, pero
al menos no me congelaré de frío.
El
antro tiene paredes de madera, y mesas alargadas de tablones húmedos. El
camarero, un señor robusto que tiene la piel rosa como los cerditos de los
dibujos nos sirve dos jarras de cerveza. Yo no tengo cuerpo para esa jarra,
pero no la rechazo. Haré lo de siempre, cuando no pueda más pondré cara de pena
y se la regalaré a otra persona, en este caso a Hansel.
Él
me explica que trabaja en un hotel familiar, a pocos kilómetros de donde nos
encontramos. El hotel es un edifico tradicional a pie de los mismos fiordos. Así que estamos en Noruega. Me
dice que, aunque no lo crea, aunque ahora lo vea todo tan desolado, el turismo
es elevado y el hotel da para mucho. Le digo que le creo, y que me encantaría
visitar los fiordos. Me responde que me los enseñará. Esto es antes de que le
explique mi aburrida vida como profesora de música. Por alguna razón omito a
Marcos. Ni yo entiendo la razón. Tal vez porque si hablo de él tendré que
asumir que detesto mi vida en el pueblo. Sí, debe de ser por eso. Sin embargo,
Hansel no es la persona más céntrica del mundo, pero su vida me encaja más.
Sin
darme cuenta me he acabado la cerveza. Me chispean los ojos y me ha invadido una
risa tonta. Le digo a Hansel que debería irme.
No
sé ni qué hora es, pero empiezo a presentir que me he saltado la clase con los
chicos de cuarto. Acelero el paso en la explanada verde y Hansel camina junto a
mí. Encuentro el árbol a lo lejos, pero algo le ocurre. Está torcido. Entonces
escucho un golpe seco y el árbol se quiebra todavía más. Corro hasta él y
Hansel me sigue. El árbol se está cayendo. Recuerdo que Marcos me dijo que iban
a talarlo, pero no que sería hoy. Creía que estas cosas se planean de un mes
para otro. Empiezo a correr, y Hansel me adelanta. Es como si quiera detener el
taxi que se me escapa. Pero cuando llegamos, el árbol ya ha caído al suelo y
las hojas color salmón se esparcen sobre la hierba.
No
se me ocurre nada que decir, estoy tan confusa que ni siquiera tengo ganas de
llorar. Me he quedado atrapada en otro mundo. O en otro lugar. Me aterra la
idea de no estar ni siquiera en la misma época. Podría coger un avión de vuelta a
casa, aunque ¿con qué dinero?
–Puedo
enseñarte los fiordos – dice Hansel.
Un
rayo de sol cae en vertical sobre su pelo y los ojos se le iluminan. Tienen un
matiz verdoso sin llegar a ser demasiado llamativos.
–
Vale, sí. Quiero verlos – le digo.
Y
echamos a caminar hacia el hotel de su familia, al otro lado del lago. Justo
donde empiezan los fiordos.
Con lo insatisfecha que se la veía de su modo de vida, le vendrá bien el cambio. El relato desprende una agradable sensación de oportunidad, de página en blanco para empezar a escribir en ella una nueva vida, aunque enfrentarse a un mundo tan desconocido causa un poco de angustia. Sentimientos ambos que has transmitido de maravilla.
ResponderEliminarUn beso.
Creo que a veces tenemos demasiado miedo del futuro y no nos damos cuenta de que es infinítamente mejor que el presente o el pasado. Creo que a la protagonista le irá bien este cambio de aires.
EliminarMil gracias por el comentario guapísima!! Me alegro de que te haya gustado :*
Madre mía, aquí hay mucho 'Love' o eso creo yo. Si ella no está contenta con marcos, que se quede con Hansel o que lo conozca un poco más. Madre mía da para una segunda parte. Dime que hay una segunda parte. No me dejes así. jeje!!
ResponderEliminarQuizás creas que es largo pero mientras leía me ha llamado mi marido y casi le he cortado para seguir leyendo jaja! interesante, lo es. Además me he reído con lo del nombre Hansel, a mi también me hubiera entrado la risa. De hecho he reído tan fuerte que creo que los vecinos me han oído.
Chiqueta, aunque sean largos los textos, puedes agotar el numero de palabras hasta el final, así te quedas ancha. (los establecidos digo. jeje!) Yo no sé si participaré ni hasta cuando se puede participar pero me gustó mucho, y además me lo pasé muy bien.
Un relato muy bueno, además de la imagen.
Abrazo!!
Jajaja me alegro de que te haya gustado tanto como para querer una segunda parte :)) y de haberte arrancado una risilla!!
EliminarEn principio Hansel es su hilo rojo, así que creo yo que les va a ir muy bien, y yo me alegro por ellos jajaja Con Marcos no era feliz, y creo que ahora se dará cuenta :))
Un besote guapísima, mil gracias por tu gran comentario!!
Muaaa
Chiquilla, me maravilla tu creatividad con solo una imagen, por preciosa que sea.
ResponderEliminarMe ha encantado tu historia y ese final con giro que tanto me maravilla siempre.
Un besito!
Guapísimaaa!! Me alegro mucho de que te haya gustado. El perfil de esa chica da para imaginar muchas historias jajaja muchas gracias por el comentario!
EliminarUn besote enorme!!! :*
Hola María, yo creo que la chica rusa anda despistada..pero un yes siempre es un yes...
ResponderEliminarY para los que aún sostienen que una imagen vale más que mil palabras....que lean tu bello y profundo relato...
Gracias por la joya, pasa buena tarde, besos entendidos..
Jajaja eso digo yo, un yes me sirve!! Muchas gracias por tus palabras, Vito, me alegro de que te haya gustado, a ti, que escribes tan bien!!
EliminarUn besito y feliz noche :))
Precioso relato. Es bonito creer en lo de que hay un hilo rojo que te conecta con el amor de tu vida...yo lo encontré y desde hace 27 años nuestras vidas están unidas para siempre. Besos
ResponderEliminarMe alegro mucho de que hayas encontrado tu hilo rojo! No todo el mundo puede decirlo :)) y también me alegro de que te haya gustado el relato. Un besote guapa, y muchas gracias :))
EliminarQué maravilla, que a través de una imagen y de un hilo rojo hayas creado una historia. Y es que ese es el sueño de todo escritor supongo; es decir, que a través de una sensación, de una conversación o como en este caso de una imagen, pueda brotar la imaginación y enlazar una serie de hechos, que en este caso, entre lo romántico y lo fantástico puedan conformar una historia que ya tiene vida propia. Además cuentas con el factor nieve que ha llegado en febrero a nuestro país a la vez que tu relato, con la cual consigues una ambientación ideal.
ResponderEliminarFelicitaciones María y un gran abrazo.
Muchas gracias Miguel. La nieve me ha ido bien, la verdad. Pero la imagen era tan bonita que la imaginación vuela! Supongo que cada escritor tiene su propia manera de inspirarse. Yo tengo un cajón lleno de ideas que voy guardando y creo que nunca podré escribirlo todo jajaja Además de ir sumando las ideas repentinas como en este caso con Hobopeeba.
EliminarMuchas gracias por el comentario! Un besito y feliz noche!! :))
Muy buenas descripciones en un relato encantador de fantasía. Engancha el ritmo y la historia.
ResponderEliminarUn beso, María.
Muchas gracias Ángeles! Me alegro de que te haya gustado :)
EliminarUn besito.
Desde luego, si esa artista rusa llega a leer tu relato, debería sentirse muy feliz por que una de sus ilustraciones haya hecho nacer en la otra parte del mundo un cuento tan hermoso como este, María. Esas referencias a Narnia son excelentes para ir apuntando hacia dónde vamos. Una historia que mezcla fantasía y realidad para mostrarnos esa dicotomía entre lo que nos toca vivir y lo que queremos vivir. La rutina, lo trillado, nos puede agobiar; pero el cambio a una nueva vida, a lo que queremos realmente, nos asusta. Como ese fantástico final en el que ella observa aterrada como ya no hay vuelta atrás, aun cuando lo que perdía no era lo que deseaba.
ResponderEliminarUna metáfora muy bien elaborada, María. Un fuerte abrazo!!!
Muchas gracias por tu comentario, David! Lo que tenemos siempre da miedo perderlo, aunque sepamos que lo que nos espera es mejor. De todos modos, sea cual sea la situación debe dar miedo quedarse atrapado jajaj
EliminarMe alegro de que te haya gustado :))
Un besito!
Dame ubicación del árbol que voy a tirar de mi hilo, jajaja.
ResponderEliminarMe ha encantado el relato!! Muy cierto, a veces hay que dar una patada a un presente que no nos hace feliz para conseguir un futuro que si nos haga; no hay que conformarse con lo que tienes sinó luchar por lo que puedes conseguir. Tus sueños no deben tener límites!!
Jennifer
Jajaja tú hilo vendrá cuando menos lo esperes, ya verás!!
EliminarMil gracias por el comentario, hay que luchar por el futuro siempre!! ;))
Un besote enorme!!!! :*
¡¡¡¡¡Hola!!!!!
ResponderEliminarQué maravilla de relato, me has atrapado.
Yo no conocía la leyenda del hilo rojo hasta que hace un par de años vi una peli titulada así.
Me ha encantado la descripción de la casa que es más alta que ancha, creo que con esa descripción dices tanto de la personalidad de Marcos, de la vida en el pueblo...un relato de diez.
Besos.
Gema!! Mil gracias guapísima! Me alegro de que te haya gustado. Yo creo que la historia del hilo rojo es muy bonita, la descubrí hace unos añitos y siempre había querido aprovecharla en algún relato :))
EliminarLa casa da miedo, yo no vivo ahí jajajaj
Un besote reina!!!
Un relato-cuento maravilloso y narrado con un estilo de lo más natural, como la vida misma, qeu es como deben ser los buenos relatos.
ResponderEliminarUna especie de Alicia en el país de las maravillas pero en época actual y en lugar de tragársela una madriguera persiguiendo a un conejo, se cruza con un árbol mágico siguiendo a un joven rubio que le llama la atención.
Si supiéramos con certeza que un hilo nos une a nuestra "media naranja" y que traspasando el umbral hacia lo desconocido podríamos ser felices, ¿lo dejaríamos todo (amigos, familia, pareja) para vivir esa nueva y prometedora aventura?
Un magnífico ejercicio de imaginación y de fantasía que me ha encantado.
Una bella imagen da para muchas palabras, aunque en este caso lo bueno si largo dos veces bueno, jeje.
Un abrazo.
Buena pregunta!! Me encanta tu capacidad de sacar temas de debate que dan para mucho jajajaja yo no sé qué haría, dejarlo absolutamente todo sería muy duro. Lo bueno es que todo en esta vida es reversible, si Clara y Hansel no se llevan bien siempre puede volver a casa. Y hoy en día, con las tecnologías se puede mantener el contacto con los de casa jajaja pero tendría que verme yéndome al otro lado del mundo. No lo sé :))
EliminarMuchas gracias por el comentario Josep!! Un besote :))
Me encanta esa inspiración ¡con una imagen poder construir un relato!!! Felicidades
ResponderEliminarUn besazo
Muchísimas gracias Reme!!! Un besote guapa!! :*
EliminarEse árbol talado creo que fue la tabla de salvación para huir de una vida no deseada junto al hombre equivocado, por muy lleno de buenas intenciones que esté.
ResponderEliminarGenial relato y bonita imagen de la que partir. Menos mal que Hansel tenía un nivel de inglés mejor que Hobopeeba, de lo contrario veo a tu protagonista aprendiendo nórdico malamente, ja, ja, ja.
Yes, hi. Digoooo, hasta luego, guapa.
Jajajajajaja Paloma!! He leído tu comentario antes, en el trabajo y no podía parar de reir!! Siii menos mal que en el norte dominan el inglés, sino PROBLEM!! Jajajaj los rusos no sé yo...
EliminarMe alegro de que te haya gustado!! Un besazo guapa!
Parece que la historia acerca del poder del árbol es algo más que una fantasía. Creo que me alegro por Clara, realmente no era feliz con Marcos, pero da un poco de miedo "mudarse" de vida en unos segundos. Espero que le vaya bien y que Hansel sea el amor de su vida :))
ResponderEliminarUn relato muy imaginativo, María. ¡Es precioso!
Un beso grande.
Sí da miedo, porque por mucho que quieras emprender algo con esa persona, el cambio ha sido un poco brusco. De hecho no sé ni si lleva el DNI encima jajajaj
EliminarMuchísimas gracias por el comentario Julia! Un besazo enorme :))
Qué bonita historia has creado a partir de esa leyenda del hilo rojo. Con frecuencia y a pesar de la insatisfacción no se arriesga, se prefiere malo conocido que bueno por conocer y a tu protagonista la tala del árbol la ha ayudado a cambiar de vida. Espero que lo pase bien y por fin su vida sea plena.
ResponderEliminarUn beso
Muchas gracias Contxita, me alegro de que te haya gustado. Es verdad que muchas veces se prefiere lo malo conocido, pero es porque no se sabe que lo mejor está por llegar y tendemos a conformarmos. Quizás es que las prersonas están hechas para la rutina y a veces el cambio da miedo.
EliminarUn besito guapísima! :))
La leyenda del hilo rojo es muy, pero que muy especial (te hago la pelota porque yo también la he usado en la tercera parte de mi trilogía, jajaja, pero ssshhhh, guárdame el secreto ;)) En serio, María, me ha encantado tu versión, es muy divertida, además, porque la pobre Clara como que no acaba de creérselo, aunque con tal de salir del dichoso pueblo... ¡como si acaba en Marte, vamos! No obstante, creo que le sentará mejor irse a Noruega que a Narnia, al menos en cuanto a su vida sentimental se refiere... Lo dicho, muy entretenido, y mucho amor flotando en el aire. Bonita manera de regresar en el mes de San Valentín :) Un besazo, guapísima :*
ResponderEliminarJajaja vale yo te guardo el secreto! Por cierto me tengo que leer tus libros antes de Sant Jordi :) que si vienes a Barcelona te iré a ver!! Y ahora ya sé una cosita más de ellos :)
EliminarCreo que a Clara le han dado el empujón que necesitaba y que ella no había advertido. A veces nos quejamos mucho sin saber que la solución la tenemos nosotros. Al final, todo cae por su propio peso, aunque este sea un árbol!
Un besote guapísima, gracias por el comentario :*
Pues has sacado un relato muy original a partir de esa preciosa imagen, María.
ResponderEliminarYo creo que no hay mal que por bien no venga. Aunque ahora la protagonista esté al otro lado, en otro mundo escondido tras el árbol con hojas de color salmón, es posible que encuentre una felicidad que no iba a tener en el pueblo con su chico.
Además que estoy segura de que los fiordos noruegos quitan las penas -y la respiración- a cualquiera.
Un besazo!
Sí, yo también creo que deben de ser una maravilla!! A la protagonista le va a ir muy bien este cambio!! Mil gracias por el comentario guapa! Un besitoooo grande :))
EliminarConocía la leyenda porque tengo un amigo que sólo hace que decirme que "nos une el hilo rojo" ;-)
ResponderEliminarPero esto es lo de menos. Lo de más es que me resulta increíble que de una imagen (tan bonita, por cierto) te haya salido una historia tan bien construida y contada, en la que el dilema sobre si salir o no de la "zona de confort" (aunque no acabe de gustar) está ahí.
It's wonderful! Kissesss, Maria
Muchas gracias guapísima! Me alegro de que te haya gustado! La zona de confort no siempre es lo mejor, pero no siempre lo sabemos! Un besote guapa!
EliminarComo se puede sacar un bonito relato de esta imagen preciosa. La verdad que es un cuento para quitarse el sombrero. Viajar a través del árbol y el hijo rojo a un lugar mágico como Noruega al lado de los Fiordos y encontrar el amor verdadero. Un abrazo.
ResponderEliminarOhh muchísimas gracias por el comentario y las palabras! Me alegro de que te haya gustado, la leyenda del hilo rojo es muy bonita y siempre me ha gustado mucho! Un besito guapa! :))
EliminarYo diría que la vida le ha regalado una seunda oportunidad,... solo le queda tirar del hilo con decisión. Hermosa historia cargada de simbolismo y magnificamente entrelazada con la leyenda. Me ha encantado!
ResponderEliminarSí, a veces la vida es la que da el empujón que nos falta. Muchas gracias por el comentario Norte! Un besito :)
EliminarMe ha encantado tu relato, tiene magia, fantasia.
ResponderEliminarMuy bien elaborado!
Abrazo!