¡¡Hola
a tod@s!!
¿Cómo
van las fiestas? Desde hace bastantes días no he podido casi publicar. Mi propósito de año nuevo va a ser una mejor organización,
espero poder cumplirlo.
He
escrito un relato navideño. Navideño a mí manera, claro :))
¡¡espero que os guste!!!
Ya
no volveré a publicar nada hasta enero, me despido de todos y os
deseo una muy Feliz Navidad y un feliz año nuevo.
¡¡¡Un
besoteeeeee a todos lo que me leéis!!!
Tu
lugar en la mesa.
Quien
inventó la navidad en diciembre debía de vivir en un lugar cálido,
un
lugar como
El Caribe o Dubái.
Un
lugar de palmeras y cocos dónde
jamás te invade
la pereza si son
más
de
las
ocho de la tarde y el vidrio
de la ventana lleva
largo rato escarchado
por los bordes. Y cada año es la misma historia ¿dónde voy yo en
noche buena con este vestidito? ¡Con el frío que hace! Además es
un frío mediterráneo, de esos húmedos, de los que aunque te
abrigues con toda la ropa que encuentras en el
armario, se te sigue introduciendo
en el
cuerpo. El caso es que sé que después se me pasará. Durante la
cena entraré en calor. No es de extrañar, con tanta gente
apretujada y los niños correteando de un sitio a otro. Eso sí, el
camino a casa de mis padres es un suplicio.
Llego
al coche en bambas (claro, los tacones son para ponérmelos en la
puerta) y el volante está helado. No es que mis
padres vivan
especialmente
lejos, pero la comodidad es la comodidad. Lo difícil será
tratar de aparcar. Pero como decía Scarlett O’Hara, ya lo pensaré
después. En realidad, ella decía ya
lo pensaré mañana.
Mi
madre no lleva bien el ser anfitriona, pero este año no ha podido
escabullirse
y ha recaído sobre ella el tema de la organización. Y aunque me
sorprenda, se ha esmerado. Ha comprado un árbol blanco y lo ha
adornado con tiras
doradas
y bolas brillantes.
También
hay algún corazón con purpurina plateada. Ha quedado muy clásico y
bonito. Bajo
el
árbol,
se acumulan los regalos. El Belén tampoco
es
el mismo Belén cutre de cada año. Antes,
el
establo
tenía
las marcas de nuestro perro labrador, un río
construido a base de papel de plata y una estrella torcida que
daba la impresión de estar apunto de
estrellarse sobre los pastores. Y
aunque todo esto suene a chapuza, el
tamaño de las figuras era
lo más escandaloso. Mi
madre sólo
tenía que
prestar atención en
ir agrandándolo de forma armónica. Pero ahora los personajes están
formados por figuras uniformes. Hace
años, mi
hermano y yo solíamos reírnos del
desastre, y
colocábamos al conejo junto al pastor, que eran del
mismo
tamaño. Era como un pesebre mutante de animales genéticamente
alterados.
Hasta que mi madre se ofendió y ya no volvimos a sacar el tema nunca
más.
Pero
este año se ha esforzado. Ha comprado un Belén nuevo de figuras
uniformes. Ya
no parece que el conejo vaya a comerse vivo a un pastorcillo, ni que
la lavandera pueda matar a uno
de los
camellos
de una patada. Incluso hay un molino cuya
fuerza del agua empuja las aspas.
Y
es agua auténtica.
Cuando
aparezco en
el salón algunas
miradas se vuelven hacia mí. Besos,
saludos, ¿cómo estás? Hace meses que no te veo...se
me empieza a pasar el frío. Los minutos que siguen son una
sucesión de momentos
triviales y corrientes.
Primos pequeños que corretean, alguien sale a fumar al balcón por
respeto a la gente no fumadora y a
alguna
embarazada, cervezas
que circulan por la mesa. De fondo, en
la tele
están dando
Love Actually. La habré visto diez o quince veces, pero nunca me
canso de ver a Rick Grimes diciéndole a Keira
Knightley para
mí, tú eres perfecta.
Y sé que Rick Grimes es la manera en la que lo he encasillado, pero
¿qué le vamos a hacer? Y entonces llega el momento en el
que
alguien realiza
la gran pregunta: ¿Has
venido sola?
Algunas personas
callan de inmediato, y esto,
me genera un poco de rabia.
Ellos
saben que he venido sola, la
pregunta sobra, o quizás se debería formular de otra manera.
Pero,
¿no
hay posibilidad
de que os reconciliéis?, dice
mi tía Carmen.
Se
ha teñido el pelo de rojo cobrizo, y los rizos parecen más pequeños
y a la vez voluminosos en lo alto de la cabeza. Se le ven mejor los
pendientes diminutos.
A decir verdad, no es el nuevo tono de pelo lo que me sorprende.
Tengo
la impresión de que nunca
me acostumbraré a verla sin su
bata de frutera. Mucho menos maquillada. No sé que lápiz de
ojos ha
utilizado, pero el
negro se
le ha
corrido
ligeramente en el párpado superior.
No,
digo, y suena una negativa rotunda.
A
lo lejos, mi
madre finge
que no atiende a mi respuesta. Y entonces mi tío me propina
una palmadita
en el hombro.
Tienes
que vivir la vida, comenta.
Liam
Nesson pretende ayudar a su hijastro a conseguir a la niña de la que
está enamorado. Respondo
a
mi tío con
una sonrisa forzada, aunque él no advierte
que lo es. Lo hago para salir del paso y sorprendentemente,
surte
efecto.
Llega
el momento de sentarnos a la mesa. Yo siempre
ocupo
el sitio a la izquierda de mi tío Samu. Me saca quince años, aunque
parece que nos llevemos cinco. También tenemos el pelo de una
tonalidad parecida, lo cual provoca que parezcamos hermanos. Aunque
no lo reconozca, mi tío se cuida, y sus cremas son más caras que
las mías. Cuando bebe vino la nariz se le pone roja y empieza
a soltar refranes mal dichos, como Al
mal tiempo pocas palabras bastan.
Le rectificamos,
le decimos
que no se
dice
así. Además,
su refrán no tiene sentido alguno. Pero él es cabezón, y se
defiende basándose en su derecho de expresarse como quiera.
A
veces, hablar con él es
como discutir si
el agua moja.
Pero
esta vez, cuando estoy a punto de sentarme, mi tía Carmen me dice:
Tú
no vas ahí, tú
vas en la mesa de los niños.
La
miro, sin entender.
Siempre
me he sentado al lado de Samu, respondo.
Sí,
pero está vez no cabemos, y
si
te sientas al lado de Samu, alguna
pareja quedará desequilibrada. Mejor
que te sientes tú con los niños. No te importa, ¿verdad?
No
veo el inconveniente a que una pareja se
separase durante
un
par de horas. Pero mi primo Ramón se me
acerca
con su reciente mujer Sonia, y me gastan una broma banal en la que me
piden
que me vaya. Medio en broma medio verdad, pero me han echado del lado
de mi tío Samu.
Ay
pequeño pony, que nos separan, dice Samu.
Deja
de llamarla así, interviene
Ramón, que ya tiene más de
treinta
años.
Como
todos opinan que, por temas de organización, yo no quepo en
la mesa, no rechisto demasiado.
Te puede gustar más o menos una democracia pero si es lo que todos
quieren...
El año pasado mi primo Ramón estaba sentado en
la mesa de los niños.
Aún no conocíamos a Sonia. Cómo cambian las cosas en un año.
Me
siento en una silla plegable. Muy incómoda, pero qué le vamos a
hacer.
¿Dónde
está tu novio?, me
pregunta
Martina con
una voz que parece que me esté reprochando algo grave.
Tiene
nueve años y la repelencia le sale por las orejas. Tampoco es que
sea repelente
a lo repipi, más bien a lo entrometida. Tiene la mente dura y suelta
las palabras de una manera demasiado directa. Sólo caben dos
opciones con
Martina.
O no existe
un
filtro entre su cerebro y la lengua capaz
de medir las estupideces que dice,
o como se dice vulgarmente, se
la suda todo.
Sólo tiene nueve años, sí,
pero no se le escapa una.
Cuando nació pensé que mi prima Susana me había robado el nombre.
Si algún día tenía una hija ya no le podría poner Martina, porque
no me gusta repetir nombre
dentro de una misma familia. Ahora la niña me ha condicionado. Odio
el nombre de Martina.
No
tengo novio, digo.
¿Os
habéis enfadado?, utiliza ese tonillo de indiscreción.
Sí,
nos hemos enfadado.
Pues
muy mal, porque era muy guapo.
Puf,
resolo, tampoco era para tanto, pienso. Y así me consuelo.
Mi
primo Oscar le lanza un ganchito a Martina.
Cállate,
y come, le
regaña.
Me
fijo en los platos. La parte buena de tratarse de la mesa de los
niños, es que tenemos más croquetas.
¿A
ti te gusta el Nestie? le pregunta Naia a Martina.
No,
el Nestie es malo, le responde.
Pues
Carol lo bebe.
Pues
Carol hace mal.
Y,
¿tú que bebes?, me pregunta Naia.
Yo
bebo vino, digo.
Y
¿eso es malo?
Las
observo. Naia es guapa, tiene el pelo bonito pero obedece demasiado
a
Martina. La manipuladora y la manipulada,
y
aún no tienen ni diez años.
Con
el tiempo
la situación será perjudicial para
una y beneficiosa para la otra.
Lo
que se conoce como relación tóxica, y además entre primas.
Déjamelo
probar, me exige Martina.
No.
¿Por
qué? A tú novio le dejabas beber vino, ¿por eso ya no es tu novio?
Me
estoy irritando con una niña de nueve años. Debería tratar de ser
más madura.
No
lo digo yo, respondo,
lo
dice tu madre. ¿Le
preguntamos si puedes
beber? No tengo claro que no te vaya a castigar.
De
un trago me bebo más de la mitad de la copa de vino. Al menos
Martina se ha callado y yo podré descansar. Pero mi primo Oscar, que
se sienta delante de mí, me tira un ganchito.
Despacio,
que te veo con mucha sed.
Dejo
la copa sobre la mesa, y el contacto produce un golpe seco. Justo al
lado está el vaso de Nestea de Carol.
Mi
prima no come, se limita a tontear con la comida. Se me había
olvidado que ella hace poco que se ha separado de su marido. No
tienen hijos y ni siquiera han cumplido un año de casados. Es uno de
esos casos en los que, después de diez años de noviazgo, se casan
para divorciarse a los pocos meses. La generación de los adultos no
lo entiende. Nosotras pertenecemos a los jóvenes, y después están
los niños. El caso es que mis tíos y mis tías se sorprenden, y mis
padres no difieren en pensamiento.
¿Cómo
puede ser? ¿No os distéis cuenta antes de casaros?
Yo
entiendo a Carol. Seguramente, ya
tenía dudas antes de la boda, pero los años y la vida compartida
desequilibra la balanza. Hacia el lado equivocado, sí,
pero
es desequilibrio
igual. Resumiendo,
se casó porque tocaba. Y ahora los conflictos conyugales
son
demasiado tensos. El caso es que él ha conocido a otra chica, pero
eso sólo lo sé yo. Y ahora
Carol
únicamente
está de cuerpo presente, pero no de alma. Parece un fantasma que no
sabe ni a quién asustar.
Ei
Carol, mira.
Con
dos ganchitos simulo
que tengo
colmillos. Pero mi
gesto no
le hace gracia. Enseguida me
arrepiento
y pienso que me merezco
la mesa de
los
niños. Desde la otra mesa, mi hermano me mira con expresión a
medio
camino entre la censura y la
vergüenza.
¿Qué
haces?, leo
en sus labios.
Me
encojo de hombros para evadir su comentario, e
intento consolar a Carol de nuevo.
Va,
Carol, anímate, trata de pasártelo bien.
Sí,
claro.
¿No
quieres un poco de vino?
No,
no. Gracias.
Carol
ha caído en el lamento de la persona abandonada: ¿por que
yo? ¿Qué he hecho? Si ese día
que fuimos a...hubiera actuado como... ¿Qué
tengo de malo?
Yo
estoy más acostumbrada, he vivido varias rupturas y sé que estos
días de duelo son una inversión a futuro, sé que si estoy triste
después estaré mejor. Así que mi afectación exhibida es
prácticamente nula.
¿Como
puedes estar tan contenta? Seguro que él esta de bajón y tu aquí
bebiendo tu vino, me reprocha Carol.
Sus
palabras me duelen, todos somos libres de canalizar nuestros
sentimientos según nuestras preferencias.
No
sé él si esta mal, quizás se ha ido de fiesta, eso no lo se.
Quizás hoy estará de bajón, pero mañana será feliz. Nadie se
muere por nadie.
En
la mirada de Carol hay un deje de rencor. Seguramente piensa que soy
una insensible por no estar lamentándome como ella. La perdono y lo
atribuyo a que todavía se aferra a idea novelesca de un hombre, un
príncipe, un amor.
¿Cuántas
personas hay en el mundo? ¿Con cuantas podría compartir Carol esa
afinidad que se siente en la etapa del enamoramiento? ¿Qué
posibilidades hay de que Carlos, que vivió en el mismo barrio, de la
misma ciudad, del mismo país, sea el amor de su vida? Quizás el
amor de su vida está en Sudáfrica, o en Canadá. Carol solo tiene
que entender que debe dejar transcurrir el tiempo.
Y
entonces se escucha:
Míralas,
este año las dos solteras.
Las
palabras de mi tía Carmen
perforan
en Carol como un puñal. Y los ojos se le ponen vidriosos. Los
comentarios se extienden, parece que incluso les haga gracia. Estoy a
punto de gritarles a todos que no
tienen corazón. Es
evidente que no
lo hacen
a propósito, no saben lo frustrante que resulta romper una relación
en la que tenias puesta todas tus esperanza. Ellos se casaron a los
veinte y siguen con la misma persona, porque ya se sabe, antes todo
era diferente. Pero
son incapaces de advertir
que Carol está sufriendo. Yo estoy mas acostumbrada, ya
lo he dicho, pero
ella esta sufriendo de verdad.
Ei
carol, que estas muy seria, y
Oscar
le lanza un ganchito, que mi prima no se molesta ni en esquivar. Le
da en toda la cara y cuando cae en su falda plisada, que recuerda a
las animadoras si no fuera negra, yo se la expulso con las manos. Ya
barreremos después.
No
te preocupes por mí, me dice. En ese momento suena su móvil. De
reojo veo que es Carlos. Carol tarda poco en levantarse y en
encerrarse en una de las habitaciones. Permanece allí unos cinco
minutos. Nadie se da cuenta de que falta. Pero para mí es como el
gato de Cheshire, que está pero no está. Y yo me siento al respecto
como Alicia después de ver al gato, entre confusa y acobardada.
Cuando vuelve, su rostro está iluminado, creo que mis terribles
sospechas se han hecho realidad. Carol parece otra persona.
Era
Carlos, me dice, vamos a volver juntos.
¿Pero
qué dices?, me escandalizo, te ha dejado por otra persona, ¿no le
ha ido bien y ahora vuelve a ti?
No
es eso. Es que se ha dado cuenta de que me quiere.
Qué
va. No seas tonta, no lo perdones.
Pero
Carol no me oye, se levanta y se acerca a la mesa de los adultos y
algunos jóvenes. Martina y Naia están gritando mucho y casi no
escucho a Carol darles la noticia. Se extienden unas risas que me
llegan diferidas. Y entonces, mi tía Carmen le dice:
Ay
Carol, me alegro mucho, coge la silla y siéntate aquí.
Carol
obedece de inmediato. Le hacen un hueco como pueden, y empieza el
interrogatorio. ¿Cuándo habéis hablado? ¿Cuándo os veréis?
Entonces ¿vuelves al piso con él?
Que
Carol haya obtenido el privilegio de volver a la mesa de los adultos
me conmueve, pero no en el buen sentido. Es como un sentimiento de
injusticia que me arde por dentro.
Y
me doy cuenta. Todo es una gran mentira. La mesa de los niños, en
realidad es la mesa de los solteros.
Nos
están marginando, le grito a Oscar.
Pero
él está jugado con Samuelet, que es el hijo de mi primo Samu. Oscar
me presta una atención nula. Esas cosas ni le importan ni le
afectan.
¡Qué buen relato de Navidad! Rompedor y casi irreverente, jajaja. Pero, por otra parte, es un fiel reflejo de los que ¿muchos?, ¿algunos? piensan de esas macro reuniones familiares en las que, entre plato y plato, hay lanzamiento de puyas a diestro y siniestro; ese encuentro, o reencuentro, con familiares a los que hemos echado en falta y a los que preferiríamos no volver a ver, jeje
ResponderEliminarEn todo caso, siempre hay algo positivo, aunque solo sea el poder sentarse con los niños o adolescentes, son más divertidos.
Has terminado el año con una buena dosis de crítica y humor. Me ha encantado.
Que pases unas felices fiestas y hasta el próximo año.
Un abrazo.
En todas las familias hay de todo, especialmente si son grandes!! Jajaj es imposible que todos congenien con todos y siempre existen la afinidades :)) me alegro de que te haya gustado!! Un besito :))
EliminarMuy buen relato María, me ha encantado el tono irónico y la reflexión que hay detrás de esa aparente despreocupación de la protagonista.
ResponderEliminarY es que hay comidas de Navidad que se convierten en auténticas torturas.
Besos guapa y muy felices fiestas.
Mil gracias Conxita!! Me alegro de que te guste, en estos momentos familiares puede pasar de todo :))
EliminarBesitos!!!
¡Hola, María! Veo que no soy el único que necesita unos días para reorganizarse... Un relato costumbrista en el que el lector ha sido invitado a una de esas maravillosas cenas de familia a las que arrastramos nuestras preocupaciones y complejos. Todo eso para lo que tenemos la piel fina y continuamente nos sentimos aludidos por los comentarios inocentes... o no tan inocentes. Aprovecho para desearte una muy feliz navidad y un año maravilloso. Un abrazo!!
ResponderEliminarYo necesito tiempo sí! Jaja hago plannings pero nunca los cumplo, así que necesito un poco de organización. Me alegro de que te haya gustado David!! Mil gracias por el comentario, y feliz Año!! Un besoteee
EliminarPerfecto, María. Llega hondo. Me ha encantado esta historia porque en realidad es compartida. Ya te lo he dicho alguna vez, verdad? Me encanta cómo escribes.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo. querida amiga.
Muchísimas gracias por ser tan amable siempre!! Me alegro mucho de que te guste!! Un besito y feliz año :))
EliminarMuy feliz año para ti también, querida María. Besos muchos.
EliminarMe ha encantado tu relato, María. Engancha y entretiene de principio a fin, está muy bien escrito, tiene humor, crítica e ironía y reproduce los ambientes familiares en esta época de maravilla.
ResponderEliminarMuy bueno.
Un beso.
En las familias grandes siempre hay de todo, es imposible un ambiente perfecto jajaj mil gracias por el comentario Rosa!! Un besote :*
EliminarQué bueno María, yo siempre pienso que Keira fue una tonta la no quedarse con Rick Grimes(para mí Andrew Lincon es Rick forever), a mí me viene con esos papelitos y ni me lo pienso...
ResponderEliminarRespecto al relato, me ha encantado, hay comidas de Navidad que como dice Conxita se convierten en torturas.
Besos.
Por cierto, con mi habitual despiste no sabía que tenías una novela(bueno, dos) y ahora de casualidad las he visto en el lateral y he comprado el kindle de La tragedia de Pompeya. Lo único es que tardaré en leerla, mi lista de pendientes es enorme y mi tiempo escaso pero sé que me va a gustar porque el género me encanta y tú escribes genial, así que ya te diré, y por supuesto la reseñaré.
EliminarBesos y felices fiestas.
Guapaaaa!!! Mil gracias!! Una cosa, la escribí con 24 años y ahora tengo 35 así que piensa que he madurado un poco jajajajaj quiero decir que era bastante novata cuando la escribí :)) la otra la estoy traduciendo, y en breve la publicaré también!! Un besote guapa y mil gracias :*
EliminarAhh yo también creo que Keira hizo mal...rechazar a Rick!!! Aunque yo soy más de Daryl jajajajaj
EliminarJajaja, lo tendré en cuenta pero seguro que me encanta y en mi casa somos todos Daryl total, a mi hija la llamo Miss Dixon así que imagina, jejeje.
EliminarBesos y felices fiestas.
Me gustó mucho la frescura del texto, su fondo filosófico, que se percibe detrás de lo que pueden parecer actos banales, que se dan habitualmente en este tipo de reuniones de fin de año.
ResponderEliminarTe deseo un excelente 2018 y que nos sigas brindando tus estupendos relatos.
Un gran abrazo, María.
Me ha encantado: es una retrato que podría reflejar a cualquier familia, anoche, con muy buenas reflexiones sobre los prejuicios que tenemos a menudo.
ResponderEliminarEse SAMU se merece un relato spin off;)
Feliz dia, bonita!
Me gusta ese lado crítico que deja entrever que a veces la Navidad es pura hipocresía. Sí, me encanta porque es una época chula, de alegría y de reencuentro, pero también de falsedades y de puyas que se lanzan entre plato y plato, como dijeron por ahí arriba.
ResponderEliminarEspero que pases unas fiestas estupendas, María, y a la vuelta nos leemos.
Un abrazo.
Genial María, has creado una cena navideña familiar de lo más entretenida, irónica y divertida para tus lectores. Y lo mejor la mesa de los niños, ja,ja,ja, que peligro con Martina y su lengua demasiado suelta. En fin, sería divertido ver la evolución en nochevieja de los comparecientes :-) y ya de paso que pusieran todos los móviles sobre la mesa sin filtros de ningún tipo.
ResponderEliminarUn gran abrazo, y felicidades por los estupendos relatos y reseñas que nos has regalado en este 2017. Feliz cierre de año y mis mejores deseos para que la felicidad te acompañe en el próximo año 2018!!!
Me encanta el tono irónico que se despliega a lo largo del relato María. Todos tenemos de cuando en cuando una comida familiar de ese tipo y, con sus peculiaridades, creo que el fondo se parecen; ahí se destilan las rencillas personales, las pequeñas envidias o mismo nuestros propios miedos... Felices Fiestas y enhorabuena por el texto.
ResponderEliminarhermoso, satirico , muy bello, gracias y te compartimos dejandote un abrazobuho inmenso y que el año nuevo llegue repleto de luz y magia!!!!!!!!!
ResponderEliminarNo te agobies, en la mesa de los niños siempre se está mejor, por muchos ganchitos que te caigan encima, jajaja, mejor eso que aguantar que en la de los mayores te digan que se te está pasando el arroz... Buena radiografía de lo lamentable que es reunirse en familia cuando las relaciones se limitan a lo superficial. Un beso, pequeño pony ;)
ResponderEliminarHola Maria,
ResponderEliminarEn mi familia cuando estaba soltera igual. Pero bueno, el sentarse con los peques a veces te hace poder soltar lo que quieras en plan broma. Debe de ser como algo que llevan integrado todas las familias, ¿y el novio? Y ¿cuando te casas? Y ¿los hijos? Es una coctelera que ni se de donde sale en serio. Yo desde que estoy en el sur no puedo subir a Barcelona pero lo que te dejará con la risueña es que los echo de menos. Al menos por el buen rato. Porque siempre ocurre algo divertido. Me ha gustado tu relato, tan familiar como estos días de fiestas. Feliz Navidad y próspero año nuevo 🎄 abrazo
ResponderEliminar!Hola, Maria
Organizacion, tambien es algo con lo que vengo batallando. Deseo que el tuyo se cumpla. Que divertido relato familiar. Me encanto ese estilo fresco, ameno, haciendo gala de una finísima ironía. Me sacastes una sonrisa al decir: que la mesita de los nenes tambien la usan los solteros. =0)
Que disfrutes la llegada del nuevo año. !Felicidades!
¡FELIZ 2018!
ResponderEliminarSiento las tardanzas, pero ya sabes, con un peque... Es casi imposible hacer todo lo que me gustaría.
El relato refleja muy bien a las familias. Me ha gustado mucho.
uN BESO!
Pues yo he hecho lo mismo que piensas hacer tú, María, ¡volver en enero! Por eso aquí estoy, poniéndome al día. El relato es delicioso.
ResponderEliminar¡Feliz 2018, guapa!
Un beso