Hola a todos! Sé que he escrito un cuento que no va con la tónica de este blog. No es urbano, ni está protagonizado por personajes de nuestra sociedad, pero no por eso se aleja de mi estilo. De hecho, siempre he creído que no tengo género, porque durante un tiempo sólo leía novela histórica (también biografías), e incluso llegué a escribir una novela sobre Pompeya que la editorial Éride me publicó a los 26 añitos. Después, acabé agotada de tato estudio sobre la sociedad romana (yo no soy historiadora) y me dediqué a escribir historias un poco más cotidianas. Esto no sería raro si no fuera muy fan de Blade Runner, 1984, Un mundo feliz, y todos los futuros distópicos o apocalípticos que existen. La primera novela que escribí (que no está publicada) es de ciencia ficción y está ambientada en un futuro no muy lejano, donde el gobierno implanta una serie de androides dentro del cuerpo de policías con el propósito de incrementar la seguridad y el control de la ciudadanía. Esto lo escribí con 20 años. El caso es que he acabado leyendo a Elisabet Benavent y su chicklit un tanto erótico y, a Llucia Ramis y Enric Pardo con sus novelas sobre treintañeros en crisis. Además, me considero una fiel lectora de Murakami, Alice Munro e Isabel Allende. Me apasiona todo, y por eso digo no tengo género. La verdad es que no sé si es bueno o malo. A veces creo que es más perjudicial que beneficioso. Sobre todo a la hora de escribir. Debería definirme.
Pero, de tanto en tanto tengo el gusanillo de la novela histórica, especialmente de esa época romana de togas y sandalias, de soldados de capa roja y el emblema SPQR.
Aquí va la primera parte de mi cuento:
Había
una vez un soldado que no lograba conciliar el sueño. Cada noche,
sentía
que
el ambiente se volvía espeso y
le
oprimía el pecho como
una fuerza sobrehumana. Apenas conseguía
cerrar los párpados. No hay peor sensación
que la de estar cansado y notar
que el sueño se escapa.
No
era el miedo a morir en la batalla lo que provocaba
sus noches largas. La
muerte era parte de la vida, un paso más, y en
el hipotético caso de que sus días acabaran, su
mujer y sus hijos vivirían sin penurias muchos años más. Con
las monedas que la legión le había otorgado,
su
familia sobreviviría hasta
que ella volviera a casarse con algún viudo rico, de los que
llevaban toga púrpura
y se paseaban por el Monte Palatino como si fuera suyo. Un
viejo asqueroso y rico, pero rico al fin y al cabo. No, no era el
miedo a la muerte lo que le robaba el sueño. Lo
que de verdad lo
consumía
desde dentro era la incertidumbre de
alcanzar un éxito que lo catapultase a la fama.
No conocer su futuro, haber rezado a los Lares
de la Casa
sin recibir como respuesta más que una armadura y una espada
forjada.
Sabía
que dentro de la cohorte comenzaba a ganarse la
fama de
hombre
estricto.
Poco
divertido, quizás,
fiel
a sus principios, y un poco tímido. Corrían
rumores, porque los hombres cuando lo
desean,
cotillean como cualquiera que esté en el mercado vendiendo carne y
verduras, o como Pomponiana, la carnicera de
Roma que
tenía sangre de cerdo seca la ropa y se frotaba las manos en la
fuente del Aventino. Los criados de la Caledonia hablaban de ella.
Pero
El
Soldado sabía que tenía mucho que perder, se odiaba a sí mismo
cuando su tozudez
emergía,
como un estado patológico,
y él sabía que no era más
que pánico al fracaso. Era la
desgracia de
vivir a la sombra de un hermano muerto en las guerras germanas, que
para su padre fuera
un héroe, su hijo predilecto, su primogénito, y él, nuestro
Soldado, un simple hombre bañado de mediocridad. Al
fin y al cabo, ¿no era el honor del nombre lo que todo el mundo
quería perseverar?
¿De qué servía ser un Flavio si las guerras no llenaban su cabeza
de laurel? ¿Y
qué pasaba con su esposa? Si
él moría,
se casaría con un viudo, sí, quizás de casa Julia, o de la casa
Claudia, pero sus hijos serían la deshonra
de los Flavio. A
menos que su cabeza quedase adornada de laurel antes de su muerte. Y
sería el héroe que todos esperaban de él.
Por
eso, El Soldado, nuestro
Flavio,
no podía permitirse un paso en falso. Cada acto debía de ser un
acercamiento al éxito.
Los
días transcurrían pesados, como quien camina por un rio lleno de
fango y los pies se hunden de
una forma escabrosa. ¿Dónde y cuándo llegaría su éxito y su
gloria?
Y
un día un atisbo de esperanza inundó de nuevo su ilusión. Dos
soldados se
burlaban
de la esclava gala que habían
adquirido
en
el saqueo del último pueblo.
Una
joya como pocas, joven, morena, bonita. Virgen. Pero algo chalada,
según los soldados. Desvariaba sobre
el
lago de la
cueva y la suerte,
de
la maldición, de
caerle bien o mal a...¿A
quién?
¿A
una hechicera?
Al principio, El
Soldado obvió
las burlas, la
esclava gala sólo
era una pueblerina que creía en sacrificios a los dioses, que eran
otros que los suyos. Imaginaba
que ante el miedo de la violación, recurría a amenazas de
hechiceras. Sin
embargo, a medida que los días pasaban las burlas de los soldados
aumentaban.
Se
convirtió en un ritual, los soldados entraban por la noche en la
tienda y al salir, comentaban entre risas soeces lo trastornada que
estaba la pobrecilla. El Soldado escuchaba las historias. No es que
creyera en profecías ni hechiceras, pero al
final le pareció que jugar con el destino no podía hacer daño a
nadie.
Una
noche, cuando
la curiosidad venció al juicio, se decidió y
entró
en la tienda. Era
la primera vez que lo hacía
y le costó encontrarla entre
el grupo de esclavas. De
hecho, apenas
podía reconocer sus
rasgos. Sabía
que era
guapa, al menos lo
era cuando
cuando saquearon el pueblo y decidieron llevársela.
Ahora, el pasar de mano en mano, por
llamarlo de alguna manera,
le había provocado
una delgadez un tanto enfermiza. No era mejor que las que estaban a
su lado. Al menos en apariencia, porque él no había probado a
ninguna. El Soldado se arrodilló ante ella, pero no recibió más
que aspavientos
un tanto retraídos
y asustados. No
vengo a hacerte daño, no voy a tocarte,
le dijo inútilmente. Las
demás esclavas
se
habían recluido en su pequeño espacio, tratando de pasar
desapercibidas.
Debían
de saber que la esclava gala era el plato fuerte. El
Soldado se desesperó,
su interés se desvanecía gradualmente con cada nueva negativa. Se
puso
en pie cuando no le quedaron
argumentos. ¿Es
un bruja? ¿Predice
tu futuro?
Dijo
en un último intento. Pero
la joven gala no respondía.
Abandonó
la tienda con el peso de frustración
sobre los hombros. Pero no desistiría. Debía
encontrar a
la
hechicera, o
lo que fuera, debía
conocer su futuro. Y aunque no le estaba permitido abandonar
el
campamento,
la situación era
desesperada y requería
un
acto desesperado.
¿No era él conocido por seguir su convicción
de una manera estricta e
inamovible?
En
el silencio de
la
noche se alejó del campamento, el destino lo ayudaba, la
suerte estaba de su lado, porque nadie
se despertó. Si lo descubrían huyendo lo asesinarían por
insurrecto.
Pero él no pensaba huir, sólo encontrar a la bruja del lago de la
que hablaba la esclava gala.
Cabalgó
unas millas,
hasta que el mar se
convirtió en una imagen real aunque oscura.
Un poco perdido, se bajó del
caballo y
caminó por la orilla un largo trecho. Las olas golpeaban las
sandalias, la sal le
escocía en las heridas de batalla y la arena se acumulaba pegajosa
en
los pies.
Caminó,
caminó y caminó, hasta que agotado
se desvaneció
en la arena oscura por una noche oscura.
El
sol le tocó en la cara con la fuerza con
la que un
bárbaro
lo golpearía. Se incorporó. El olor a sal le invadía el cuerpo.
Sal, y mar, los
labios secos por la sed, y
gaviotas en algún lugar
no muy lejano. Algo
perdido, oteó el perímetro y fue
entonces cuando
advirtió
un roca gigante
a lo lejos. Era
del tamaño de una casa, de un color marrón enfermizo, y en medio de
tanta rugosidad, una
apertura la
dividía en dos mitades.
Los
ánimos prevalecieron
sobre
su cansancio. Llevaba noches sin descansar
de una forma digna,
una más no iba a causarle inconvenientes. Agilizó el paso. Su
caballo lo esperaba fiel
a muchos pasos de distancia.
Se
detuvo al llegar a la roca.
¿Debía arriesgarse? Su mujer prefería un marido vivo
a
su lado que un héroe
muerto. Al
menos, eso era lo que le había repetido varias veces. Pero
la convicción
es la convicción,
y el deseo acérrimo no nos abandona así como así.
Vive
en el interior del cuerpo, como una enfermedad. No
había llegado allí para dar
media vuelta,
para salir huyendo. Si la esclava gala había sido capaz de
enfrentarse a ella, ¿qué
no conseguiría
él? Además, llevaba
su espada. Forjada en Roma. De
acero y valor.
Entró
en la cueva, la roca era fría, y la piel se le erizó.
Caminó
unos pasos, y aunque trató de ser cauto sus sandalias provocaban un
tintineo que producía un eco delatador. Al
fondo, una luz cálida
caía por una
obertura
en
el
techo, y
producía
un destello suave
sobre al lago que se formaba
entre las rocas.
Un
poco de luz entre tanta negrura.
Contempló
el esplendor del
paisaje, y pensó en su esposa. Si pudiera
ver lo que sus
ojos
contemplaban en ese instante... Tanta belleza reunida. Supo que la
echaba de menos.
Y
entonces, una voz de mujer lo devolvió a la realidad. Lo arrancó de
sus sueños, como un jarro de agua fría. Y su tono fue sereno, sin
un ápice de alarma.
-¿Quién
eres, y
qué haces aquí?
Hola María. Antes de nada felicitarte por haber publicado un novela tan joven sobre un tema histórico, lo cual tiene mucho mérito. A mí también me apasiona la historia.
ResponderEliminarSobre tener un estilo definido, es solo una opinión, pero creo que no hay nada escrito sobre que la "necesidad" de especializarse, al contrario, creo que ser versátil te enriquece (yo es que tampoco pienso mucho en eso del estilo la verdad).
En cuanto al relato me ha parecido genial. Se nota que dominas el tema del que hablas y está todo descrito y escrito de una manera espléndida. Es fácil ponerse en la piel de ese soldado que busca la gloria, y además añades un suspense que nos engancha hasta la próxima entrega.
Me ha encantado. ¡Un besazo y feliz domingo!
Muchas gracias Ziortza por tu comentario. Me alego de que te haya gustado.
EliminarUn besito y feliz inicio de semana :)
Hola, María. Ya sabes que siempre te digo que me encanta cómo escribes y creo que tu habilidad trasciende géneros. Por lo que tú misma nos cuentas, es una evolución personal que mucho tiene que ver con tus lecturas en cada momento, pero veo que esa facilidad para trasmitir y crear historias está más allá de temáticas. Seguro que esa novela de ficción a la que aludes es también fantástica.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho este relato y quiero saber más de la trama!
Por cierto, ¿has leído a Lindsay Davis? Me encanta, he leído toda la saga de Marco Didio Falco.
Un besito!
Hola guapa! Sí que los he leído y me encantan también. No todos, pero ahí los tengo pendientes. La verdad es que son geniales!
EliminarMuchas gracias por comentarme tan bien siempre. Un besote guapísima, y feliz lunes :*
Hola María, muchas felicidades por tu novela publicada y por la otra que tienes y que escribistes con solo 20 años. Desde luego no me extraña nada, pues desde la primera vez que te leí quede impactado por el talento que demuestras en tu narrativa.
ResponderEliminarY respecto a los géneros tanto en el cine, como en la literatura no creo mucho en en que haya que tener un estilo único y no salir de el, todo lo contrario, creo que es enriquecedora la diversidad tanto en los autores como en los lectores o espectadores.
Perfecta ambientación de un relato histórico a la espera de lo que suceda en la siguiente entrega. Un abrazo y enhorabuena por todo!!
Hola Miguel! Normalmente veo que los escritores se definen más, porque siempre hay una temática que les llena y otras que no tanto. Pero bueno, seguiré escribiendo lo que salga de mí en ese momento, porque con presión la inspiración se me va :)
EliminarEl cine es cierto que es más versátil. Supongo que lo importante es el toque propio de autor que cada uno aporta a lo que hace.
Un besote y feliz lunes! gracias por tus comentarios que son siempre muy amables :)
¡Hola María! Primero, felicitarte de nuevo, por estrenarte tan joven en el mundo editorial, eso ya te da un bagaje muy a tener en cuenta. En segundo lugar, poder cambiar de género y de estilos es uno de los pocos privilegios de quienes apenas comenzamos a escribir. Precisamente, los autores consagrados están obligados por contrato a escribir sobre temáticas muy concretas por aquello de las leyes de segmento de mercados. Pienso que es enriquecedor, pero también natural el evolucionar de un estilo a otro, y de una temática a otra. Incluso, se da el caso de quienes siendo fanáticos de un género en concreto, resulta que es en otro donde su talento narrativo brilla más.
ResponderEliminarEl género histórico es complejo puesto que como dices, debes estudiarlo muchísimo, debes casi vivirlo para poder transmitirlo de forma natural. En tu caso el texto es un ejemplo de alguien que sabe de lo que está hablando y esos conocimientos aparecen naturalmente en el texto consiguiendo la magia ficcional, que el lector se sumerja en él. Y de postre, un excelente y monumental CONTINUARÁ.
¡Ah! Me ha encantado que hayas aumentado el tamaño de la letra de la entrada... para un cegato como yo es muy de agradecer. Un fuerte abrazo!!
Hola David, jajaja la letra la cambié por recomendación de otro bloguero. Yo no sabía que se veía tan mal, porque no domino el tema de las plataformas, ni blogs, soy un poco negada y estoy aprendiendo a añadir los famosos gadgets ;)
EliminarMuchas gracias por tu comentario, me alegro de que te haya gustado la historia. En cuanto al género, creo que es normal definirse para ganarse a un público. Y es cierto que los escritores no siempre triunfan donde les gustaría, el ejemplo más fácil y renombrado que se me ocurre es Ken Follet. Pero bueno, leemos para disfrutar y escribimos para expresar lo que se nos pasa por la cabeza, así que tampoco me plantearé mucho más.
Un beso y feliz lunes :)
Yo creo que no tener un único genero a la hora de escribir trasluce versatilidad, capacidad. Los que escribimos siempre estamos más cómodos en unos que en otros, pero hacer incursiones en varios de ellos según el momento, me parece una buena forma de experimentar y más una virtud que un hándicap :))
ResponderEliminarDe momento tu cuento se plantea muy interesante, se me ha hecho cortísimo. Espero la continuación con ganas, María. Está muy bien escrito, como todo lo tuyo :)
¡Un beso grande y feliz comienzo de semana!
Muchas gracias Julia! Me alegra que te guste la historia del soldado.
EliminarSupongo que lo importante es aportar el toque personal a lo que uno escribe y escribir lo que le salga de dentro.
Un besazo guapísima y feliz lunes! :*
Pues yo pienso que cuanta más variedad mejor. Y mira que yo suelo ser de uno o dos géneros, casi siempre, pero la verdad, te ha quedado de maravilla esta primera parte. Y te animo a que sigas explorando nuevas historias como has hecho hoy. ^_^
ResponderEliminarUn besote preciosa!
Muchas gracias guapísima! Me alegro de que te haya gustado y queras seguir leyendo. Un besote fuerte :)
EliminarHola María, gracias por esta historia, me quedo por aquí para ver como se van desarrollando los temas, un placer leerte.
ResponderEliminarPasa buena tarde, besos lorquianos.
Muchas gracias por pasarte por aquí y leerme! Un besito :)
EliminarHola María!, a mi personalmente me encanta la novela histórica. He leído tanto de este género que tengo que reconocer que me ha saturado un poco y desde hace un tiempo lo he dejado de forma temporal por "prescripción médica". Quizás por ello me doy cuenta de la dificultad que debió ser escribir una novela de este género con tan solo 26 años. Enhorabuena! Ahora, tras leer este corto relato, algo me dice que la terapia ha causado su efecto y que debo "volver". Buen finde!
ResponderEliminar