sábado, 15 de abril de 2017

La cueva del lago (Parte 1)

Hola a todos! Sé que he escrito un cuento que no va con la tónica de este blog. No es urbano, ni está protagonizado por personajes de nuestra sociedad, pero no por eso se aleja de mi estilo. De hecho, siempre he creído que no tengo género, porque durante un tiempo sólo leía novela histórica (también biografías), e incluso llegué a escribir una novela sobre Pompeya que la editorial Éride me publicó a los 26 añitos. Después, acabé agotada de tato estudio sobre la sociedad romana (yo no soy historiadora) y me dediqué a escribir historias un poco más cotidianas. Esto no sería raro si no fuera muy fan de Blade Runner, 1984, Un mundo feliz, y todos los futuros distópicos o apocalípticos que existen. La primera novela que escribí (que no está publicada) es de ciencia ficción y está ambientada en un futuro no muy lejano, donde el gobierno implanta una serie de androides dentro del cuerpo de policías con el propósito de incrementar la seguridad y el control de la ciudadanía. Esto lo escribí con 20 años. El caso es que he acabado leyendo a Elisabet Benavent y su chicklit un tanto erótico y, a Llucia Ramis y Enric Pardo con sus novelas sobre treintañeros en crisis. Además, me considero una fiel lectora de Murakami, Alice Munro e Isabel Allende. Me apasiona todo, y por eso digo no tengo género. La verdad es que no sé si es bueno o malo. A veces creo que es más perjudicial que beneficioso. Sobre todo a la hora de escribir. Debería definirme.
Pero, de tanto en tanto tengo el gusanillo de la novela histórica, especialmente de esa época romana de togas y sandalias, de soldados de capa roja y el emblema SPQR.
Aquí va la primera parte de mi cuento:

Había una vez un soldado que no lograba conciliar el sueño. Cada noche, sentía que el ambiente se volvía espeso y le oprimía el pecho como una fuerza sobrehumana. Apenas conseguía cerrar los párpados. No hay peor sensación que la de estar cansado y notar que el sueño se escapa.
No era el miedo a morir en la batalla lo que provocaba sus noches largas. La muerte era parte de la vida, un paso más, y en el hipotético caso de que sus días acabaran, su mujer y sus hijos vivirían sin penurias muchos años más. Con las monedas que la legión le había otorgado, su familia sobreviviría hasta que ella volviera a casarse con algún viudo rico, de los que llevaban toga púrpura y se paseaban por el Monte Palatino como si fuera suyo. Un viejo asqueroso y rico, pero rico al fin y al cabo. No, no era el miedo a la muerte lo que le robaba el sueño. Lo que de verdad lo consumía desde dentro era la incertidumbre de alcanzar un éxito que lo catapultase a la fama. No conocer su futuro, haber rezado a los Lares de la Casa sin recibir como respuesta más que una armadura y una espada forjada.
Sabía que dentro de la cohorte comenzaba a ganarse la fama de hombre estricto. Poco divertido, quizás, fiel a sus principios, y un poco tímido. Corrían rumores, porque los hombres cuando lo desean, cotillean como cualquiera que esté en el mercado vendiendo carne y verduras, o como Pomponiana, la carnicera de Roma que tenía sangre de cerdo seca la ropa y se frotaba las manos en la fuente del Aventino. Los criados de la Caledonia hablaban de ella.
Pero El Soldado sabía que tenía mucho que perder, se odiaba a sí mismo cuando su tozudez emergía, como un estado patológico, y él sabía que no era más que pánico al fracaso. Era la desgracia de vivir a la sombra de un hermano muerto en las guerras germanas, que para su padre fuera un héroe, su hijo predilecto, su primogénito, y él, nuestro Soldado, un simple hombre bañado de mediocridad. Al fin y al cabo, ¿no era el honor del nombre lo que todo el mundo quería perseverar? ¿De qué servía ser un Flavio si las guerras no llenaban su cabeza de laurel? ¿Y qué pasaba con su esposa? Si él moría, se casaría con un viudo, sí, quizás de casa Julia, o de la casa Claudia, pero sus hijos serían la deshonra de los Flavio. A menos que su cabeza quedase adornada de laurel antes de su muerte. Y sería el héroe que todos esperaban de él.
Por eso, El Soldado, nuestro Flavio, no podía permitirse un paso en falso. Cada acto debía de ser un acercamiento al éxito.
Los días transcurrían pesados, como quien camina por un rio lleno de fango y los pies se hunden de una forma escabrosa. ¿Dónde y cuándo llegaría su éxito y su gloria?
Y un día un atisbo de esperanza inundó de nuevo su ilusión. Dos soldados se burlaban de la esclava gala que habían adquirido en el saqueo del último pueblo. Una joya como pocas, joven, morena, bonita. Virgen. Pero algo chalada, según los soldados. Desvariaba sobre el lago de la cueva y la suerte, de la maldición, de caerle bien o mal a...¿A quién? ¿A una hechicera? Al principio, El Soldado obvió las burlas, la esclava gala sólo era una pueblerina que creía en sacrificios a los dioses, que eran otros que los suyos. Imaginaba que ante el miedo de la violación, recurría a amenazas de hechiceras. Sin embargo, a medida que los días pasaban las burlas de los soldados aumentaban. Se convirtió en un ritual, los soldados entraban por la noche en la tienda y al salir, comentaban entre risas soeces lo trastornada que estaba la pobrecilla. El Soldado escuchaba las historias. No es que creyera en profecías ni hechiceras, pero al final le pareció que jugar con el destino no podía hacer daño a nadie.
Una noche, cuando la curiosidad venció al juicio, se decidió y entró en la tienda. Era la primera vez que lo hacía y le costó encontrarla entre el grupo de esclavas. De hecho, apenas podía reconocer sus rasgos. Sabía que era guapa, al menos lo era cuando cuando saquearon el pueblo y decidieron llevársela. Ahora, el pasar de mano en mano, por llamarlo de alguna manera, le había provocado una delgadez un tanto enfermiza. No era mejor que las que estaban a su lado. Al menos en apariencia, porque él no había probado a ninguna. El Soldado se arrodilló ante ella, pero no recibió más que aspavientos un tanto retraídos y asustados. No vengo a hacerte daño, no voy a tocarte, le dijo inútilmente. Las demás esclavas se habían recluido en su pequeño espacio, tratando de pasar desapercibidas. Debían de saber que la esclava gala era el plato fuerte. El Soldado se desesperó, su interés se desvanecía gradualmente con cada nueva negativa. Se puso en pie cuando no le quedaron argumentos. ¿Es un bruja? ¿Predice tu futuro? Dijo en un último intento. Pero la joven gala no respondía.


Abandonó la tienda con el peso de frustración sobre los hombros. Pero no desistiría. Debía encontrar a la hechicera, o lo que fuera, debía conocer su futuro. Y aunque no le estaba permitido abandonar el campamento, la situación era desesperada y requería un acto desesperado. ¿No era él conocido por seguir su convicción de una manera estricta e inamovible?
En el silencio de la noche se alejó del campamento, el destino lo ayudaba, la suerte estaba de su lado, porque nadie se despertó. Si lo descubrían huyendo lo asesinarían por insurrecto. Pero él no pensaba huir, sólo encontrar a la bruja del lago de la que hablaba la esclava gala.
Cabalgó unas millas, hasta que el mar se convirtió en una imagen real aunque oscura. Un poco perdido, se bajó del caballo y caminó por la orilla un largo trecho. Las olas golpeaban las sandalias, la sal le escocía en las heridas de batalla y la arena se acumulaba pegajosa en los pies. Caminó, caminó y caminó, hasta que agotado se desvaneció en la arena oscura por una noche oscura.
El sol le tocó en la cara con la fuerza con la que un bárbaro lo golpearía. Se incorporó. El olor a sal le invadía el cuerpo. Sal, y mar, los labios secos por la sed, y gaviotas en algún lugar no muy lejano. Algo perdido, oteó el perímetro y fue entonces cuando advirtió un roca gigante a lo lejos. Era del tamaño de una casa, de un color marrón enfermizo, y en medio de tanta rugosidad, una apertura la dividía en dos mitades.
Los ánimos prevalecieron sobre su cansancio. Llevaba noches sin descansar de una forma digna, una más no iba a causarle inconvenientes. Agilizó el paso. Su caballo lo esperaba fiel a muchos pasos de distancia.
Se detuvo al llegar a la roca. ¿Debía arriesgarse? Su mujer prefería un marido vivo a su lado que un héroe muerto. Al menos, eso era lo que le había repetido varias veces. Pero la convicción es la convicción, y el deseo acérrimo no nos abandona así como así. Vive en el interior del cuerpo, como una enfermedad. No había llegado allí para dar media vuelta, para salir huyendo. Si la esclava gala había sido capaz de enfrentarse a ella, ¿qué no conseguiría él? Además, llevaba su espada. Forjada en Roma. De acero y valor.
Entró en la cueva, la roca era fría, y la piel se le erizó. Caminó unos pasos, y aunque trató de ser cauto sus sandalias provocaban un tintineo que producía un eco delatador. Al fondo, una luz cálida caía por una obertura en el techo, y producía un destello suave sobre al lago que se formaba entre las rocas.
Un poco de luz entre tanta negrura.
Contempló el esplendor del paisaje, y pensó en su esposa. Si pudiera ver lo que sus ojos contemplaban en ese instante... Tanta belleza reunida. Supo que la echaba de menos.
Y entonces, una voz de mujer lo devolvió a la realidad. Lo arrancó de sus sueños, como un jarro de agua fría. Y su tono fue sereno, sin un ápice de alarma.

-¿Quién eres, y qué haces aquí?

15 comentarios:

  1. Hola María. Antes de nada felicitarte por haber publicado un novela tan joven sobre un tema histórico, lo cual tiene mucho mérito. A mí también me apasiona la historia.
    Sobre tener un estilo definido, es solo una opinión, pero creo que no hay nada escrito sobre que la "necesidad" de especializarse, al contrario, creo que ser versátil te enriquece (yo es que tampoco pienso mucho en eso del estilo la verdad).
    En cuanto al relato me ha parecido genial. Se nota que dominas el tema del que hablas y está todo descrito y escrito de una manera espléndida. Es fácil ponerse en la piel de ese soldado que busca la gloria, y además añades un suspense que nos engancha hasta la próxima entrega.
    Me ha encantado. ¡Un besazo y feliz domingo!

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    1. Muchas gracias Ziortza por tu comentario. Me alego de que te haya gustado.
      Un besito y feliz inicio de semana :)

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  2. Hola, María. Ya sabes que siempre te digo que me encanta cómo escribes y creo que tu habilidad trasciende géneros. Por lo que tú misma nos cuentas, es una evolución personal que mucho tiene que ver con tus lecturas en cada momento, pero veo que esa facilidad para trasmitir y crear historias está más allá de temáticas. Seguro que esa novela de ficción a la que aludes es también fantástica.
    Me ha gustado mucho este relato y quiero saber más de la trama!
    Por cierto, ¿has leído a Lindsay Davis? Me encanta, he leído toda la saga de Marco Didio Falco.
    Un besito!

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    1. Hola guapa! Sí que los he leído y me encantan también. No todos, pero ahí los tengo pendientes. La verdad es que son geniales!
      Muchas gracias por comentarme tan bien siempre. Un besote guapísima, y feliz lunes :*

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  3. Hola María, muchas felicidades por tu novela publicada y por la otra que tienes y que escribistes con solo 20 años. Desde luego no me extraña nada, pues desde la primera vez que te leí quede impactado por el talento que demuestras en tu narrativa.

    Y respecto a los géneros tanto en el cine, como en la literatura no creo mucho en en que haya que tener un estilo único y no salir de el, todo lo contrario, creo que es enriquecedora la diversidad tanto en los autores como en los lectores o espectadores.

    Perfecta ambientación de un relato histórico a la espera de lo que suceda en la siguiente entrega. Un abrazo y enhorabuena por todo!!

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    1. Hola Miguel! Normalmente veo que los escritores se definen más, porque siempre hay una temática que les llena y otras que no tanto. Pero bueno, seguiré escribiendo lo que salga de mí en ese momento, porque con presión la inspiración se me va :)
      El cine es cierto que es más versátil. Supongo que lo importante es el toque propio de autor que cada uno aporta a lo que hace.
      Un besote y feliz lunes! gracias por tus comentarios que son siempre muy amables :)

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  4. ¡Hola María! Primero, felicitarte de nuevo, por estrenarte tan joven en el mundo editorial, eso ya te da un bagaje muy a tener en cuenta. En segundo lugar, poder cambiar de género y de estilos es uno de los pocos privilegios de quienes apenas comenzamos a escribir. Precisamente, los autores consagrados están obligados por contrato a escribir sobre temáticas muy concretas por aquello de las leyes de segmento de mercados. Pienso que es enriquecedor, pero también natural el evolucionar de un estilo a otro, y de una temática a otra. Incluso, se da el caso de quienes siendo fanáticos de un género en concreto, resulta que es en otro donde su talento narrativo brilla más.
    El género histórico es complejo puesto que como dices, debes estudiarlo muchísimo, debes casi vivirlo para poder transmitirlo de forma natural. En tu caso el texto es un ejemplo de alguien que sabe de lo que está hablando y esos conocimientos aparecen naturalmente en el texto consiguiendo la magia ficcional, que el lector se sumerja en él. Y de postre, un excelente y monumental CONTINUARÁ.
    ¡Ah! Me ha encantado que hayas aumentado el tamaño de la letra de la entrada... para un cegato como yo es muy de agradecer. Un fuerte abrazo!!

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    1. Hola David, jajaja la letra la cambié por recomendación de otro bloguero. Yo no sabía que se veía tan mal, porque no domino el tema de las plataformas, ni blogs, soy un poco negada y estoy aprendiendo a añadir los famosos gadgets ;)
      Muchas gracias por tu comentario, me alegro de que te haya gustado la historia. En cuanto al género, creo que es normal definirse para ganarse a un público. Y es cierto que los escritores no siempre triunfan donde les gustaría, el ejemplo más fácil y renombrado que se me ocurre es Ken Follet. Pero bueno, leemos para disfrutar y escribimos para expresar lo que se nos pasa por la cabeza, así que tampoco me plantearé mucho más.
      Un beso y feliz lunes :)

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  5. Yo creo que no tener un único genero a la hora de escribir trasluce versatilidad, capacidad. Los que escribimos siempre estamos más cómodos en unos que en otros, pero hacer incursiones en varios de ellos según el momento, me parece una buena forma de experimentar y más una virtud que un hándicap :))

    De momento tu cuento se plantea muy interesante, se me ha hecho cortísimo. Espero la continuación con ganas, María. Está muy bien escrito, como todo lo tuyo :)

    ¡Un beso grande y feliz comienzo de semana!

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    1. Muchas gracias Julia! Me alegra que te guste la historia del soldado.
      Supongo que lo importante es aportar el toque personal a lo que uno escribe y escribir lo que le salga de dentro.
      Un besazo guapísima y feliz lunes! :*

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  6. Pues yo pienso que cuanta más variedad mejor. Y mira que yo suelo ser de uno o dos géneros, casi siempre, pero la verdad, te ha quedado de maravilla esta primera parte. Y te animo a que sigas explorando nuevas historias como has hecho hoy. ^_^

    Un besote preciosa!

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    1. Muchas gracias guapísima! Me alegro de que te haya gustado y queras seguir leyendo. Un besote fuerte :)

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  7. Hola María, gracias por esta historia, me quedo por aquí para ver como se van desarrollando los temas, un placer leerte.
    Pasa buena tarde, besos lorquianos.

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    1. Muchas gracias por pasarte por aquí y leerme! Un besito :)

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  8. Hola María!, a mi personalmente me encanta la novela histórica. He leído tanto de este género que tengo que reconocer que me ha saturado un poco y desde hace un tiempo lo he dejado de forma temporal por "prescripción médica". Quizás por ello me doy cuenta de la dificultad que debió ser escribir una novela de este género con tan solo 26 años. Enhorabuena! Ahora, tras leer este corto relato, algo me dice que la terapia ha causado su efecto y que debo "volver". Buen finde!

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