Me desperté
con el silbido del viento. No es que fuera intesto ni agresivo, de esos que
amenazan con desfigurar árboles y levantar toldos, sino que más bien resultaba
un siseo impertinente. Me incorporé, un tanto desubicada. Mi gata atigrada se
limitó a permanecer en su sitio, como si a ella que el viento soplara más o
menos fuerte le resultase indiferente. Ojalá pudiera yo dormir con esa facilidad. Debía de ser temprano
porque la luz que se filtraba por la ventana era tenue y fina, sin fuerza.
Entonces, oí el tendedero que golpeaba rítmicamente contra los barrotes del
balcón. Producía un sonido metálico que me incomodaba y de inmediato, imaginé toda
mi ropa volando. Así que, tratando de anteponerme al drama que esto
ocasionaría, me levanté rápidamente, abrí la puerta de mi habitación y crucé el
pasillo.
Cuando subí
las persianas un día sombrío cubría las calles. En la acera había hojas de
árboles concentradas en forma de remolino y las ramas se movían con un
nerviosismo contagioso. Parecía que de un momento a otro fueran a romperse.
Pensé que el
frío había llegado sin avisar, de repente. Yo siempre he sido de verano, de
playa, de sandalias y sangrías en chiringuitos, pero el invierno también tiene
sus cosas buenas. Series, sofá, manta, calcetines bonitos.
Me obligué a
mí misma a bajar de la nube en la que viajaba. Parecía Heidi contemplando al
abuelito desde lo alto. No había mirado el reloj, de modo que no sabía cuántas
horas me quedaban de sueño.
Entonces
recordé algo que me hizo exageradamente feliz: era sábado.
Oh, qué gusto da cuando una descubre repentinamente que no hay que esperar que suene ninguna alarma!
ResponderEliminarUn besazo!
Siii, es lo mejor del mundo :)
EliminarUn besazo guapísima!
Me ha matado la frase de Heidi. Eres total, me encanta como escribes. Una maravilla, sin duda.
ResponderEliminarUn beso guapa!
jajajaj es que Heidi siempre está un poco empanada, no? Muchas gracias guapa! Un besito :)
EliminarQué bien describes esos molestos efectos del viento y las sensaciones que provocan cuando áun estás a medio camino entre el sueño y la vigilia. Suerte para la prota que descubrió a tiempo que era día de descanso, ¡un placer! :))
ResponderEliminarMuy original, María. Me ha resultado increíblemente cercano.
¡Un beso de domingo!
Muchas gracias Julia. Si es que es lo mejor del mundo despertarse y darse cuenta de que es sábado :)
EliminarUn besito guapa!
Un relato donde describes muy bien ese despertar por el ruido y que ha sido provocado por el aire. Has descrito muy bien ese tiempo no saber que hora es y que te das cuenta que no tienes que madrugar. Un saludo
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario y por leerme. Me alegro de que te haya gustado :)
EliminarUn abrazo!
Ah! Uno de los mayores placeres es despertarte temprano, a la hora de cualquier día laborable, y darte cuenta de que es sábado. En domingo suele pasar, pero no es lo mismo. Recuerdo una vez, cuando iba a la universidad, que me levanté con la idea de que era lunes y ese día tocaba examen. Sentía algo raro, pero hasta después de vestirme no me di cuenta de que era domingo.
ResponderEliminarUna escena muy bien narrada. ¡Un abrazo!
Me encantan los chirridos, el sonido metálico, jaja me encanta heidi, y me encanta que sea sábado.
ResponderEliminareso cuando pasa es..... casi uno de esos, un... empieza por o
si mujer, como un orgasmo. jaja
me gusto, me hizo sonreír. un abrazo amiga
Me encanta!! Estar sumergido en la inconsciencia de la mañana y darte cuenta de que es finde, es sábado ✌ y todo cobra nuevo sentido💞 Un texto genial, María 👏👏👏👏
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